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El bien pagao

El micrófono, que permanecía abierto, recogió la frase indiscreta del político-gestor-propagandista. “Puf… Menos mal que estoy bien pagao”, reconoció por lo bajini José Antonio Sánchez, presidente de RTVE, al presidente de la Comisión Mixta de Control Parlamentario de la Corporación y sus Sociedades en el Senado. Tenía más razón que un santo: 197.125 euros anuales es mucho dinero. Sobre todo si usted pone la tele que presiden Sánchez, TVE, y ve programas como el de Javier Cárdenas, la serie de José Luis Moreno “Reinas” o un informativo.

Seguramente ese fue el momento de mayor sinceridad de Sánchez en las cuatro horas que duró la sesión. Una de las preguntas que le hicieron fue acerca de las medidas que tomaba para garantizar la independencia de RTVE. “Mire usted… Ninguna”, dijo muy ufano. Y tras una breve pausa teatral puso la guinda: “Porque no es necesario: la independencia en RTVE está garantizada”.

Nos mienten, nos estafan, nos roban y, además, se ríen de nosotros. Los trabajadores de RTVE han denunciado manipulación, censura, la creación de una redacción paralela, contrataciones a dedo e incluso purgas. “¿Purgas en RTVE?”, dijo Sánchez en un alarde interpretativo que hubiese puesto el vello de punta al mismísimo Al Pacino. “Yo sólo lo había oído de la época de Stalin y esas cosas. Pero que existan purgas y que se consienta y esta cámara no haga nada es aterrador”.

¿Quieren que los esbirros de los políticos digan la verdad? ¿La verdad de la buena? Cierren los micros, dénles de beber unos gin tonics y, si se resisten, pongan a su disposición un volquete de putas. Su hábitat no son las instituciones. El Congreso y el Senado se les quedan pequeños. Con 200.000 euros en el bolsillo le sonríen a la vida, se relajan, se descojonan de usted y entonan bellas melodías…

Bien pagao,

Si tu eres el bien pagao,

Porque tus besos compré

Y a mí te supiste dar

Por un puñao de parné

Bien pagao, bien pagao

Bien pagao fuiste presidente.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Montañas tras las montañas

Autor: Tracy Didder.

Editorial: Capitán Swing.

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“El Gobierno español no se plantea enviar ayuda para la segunda mayor hambruna desde la II Guerra Mundial”, dice el titular de prensa. En estos tiempos salvajes e insolidarios, marcados por las amenazas de Trump, por las guerras olvidadas y por las desigualdades asesinas, son necesarios libros como éste. “Montañas tras las montañas” cuenta la vida de un hombre bueno, que dedicó su vida a la salud de los menos favorecidos. Un médico que eligió la sanidad más pública, más necesaria, más humana: aquella que le llevó de Harvard a los barrios y pueblos más pobres de Haití, Perú, Cuba o Rusia. Lugares donde las enfermedades más sencillas, aquellas que ya no son problema en el primer mundo, arrasan a comunidades enteras. Se llamaba Paul Farmer, era médico y antropólogo (la antropología le interesaba más como herramienta para la “intervención” que como disciplina), y salvó miles de vidas poniendo en peligro la suya. El escritor neoyorkino Tracy Didde firma en este libro un perfil de Farmer amplio, detallado, intenso, emocionante…

“Justo cuando creías que ya le habías cogido el truco a su visión del mundo, te sorprendía. Tenía problemas con grupos que a primera vista podrían haber parecido aliados, que a menudo eran, de hecho, aliados; por ejemplo, a esos a los que llamaba “LB” (los liberales blancos, algunos de cuyos portavoces eran negros y adinerados). ´Me encantan los LB, de verdad que sí. Están de nuestro lado –Me había dicho varios días antes, al definir el término-. Pero los LB creen que todos los problemas del mundo pueden arreglarse sin que ello les suponga ningún coste. Nosotros no pensamos así. El sacrificio, el remordimiento e incluso la piedad tienen muchas ventajas. Es lo que nos distingue de las cucarachas”.

Didder fue amigo de Farmer, y viajó con él a los lugares donde luchó contra enfermedades que, como la tuberculosis, solo seguían siendo mortales en paises pobres abandonados a su suerte. El corazón de la miseria. Ese era el hábitat de un Farmer que recibió esta carta de una mujer con la que quiso casarse: “Durante mucho tiempo he pensado que podría vivir y trabajar en Haití, labrarme una vida contigo, pero ahora soy consciente de que no puedo. Y eso, sencillamente, no es compatible con tu vida, con la vida que una vez me dijiste que te gustaría llevar, hace ya diez años… Las cualidades que amo en tí (las que me atrajeron de tí) son también las que me molestan: en concreto tu compromiso inquebrantable con los pobres, tu agenda infinita y tu compasión hacia los demás”.

Un libro imprescindible para no tirar la toalla y coger el Kalashnikov, para seguir confiando en el ser humano, para pensar, como dice Bernie Sanders, que “perder la esperanza no es una opción”.