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Mi rincón favorito de Madrid

Cuando cierra Tipos Infames, como sucede estos días, mi rincón favorito de Madrid se encuentra en la segunda planta de la librería La Central, junto a la plaza de Callao. Se encontraba. Esta mañana, cargado de libros para ojear, encaminé como de costumbre mi trasero hacia la esquina oeste de la sala dedicada a filosofía, historia y ciencias sociales en la casa palacio situada en la madrileña calle Postigo de San Martín 8. Mi rincón, una madriguera luminosa en la que descubrí por mí mismo, rastreando, husmeando y leyendo solapas, contraportadas y párrafos sueltos, maravillas del calibre de “Historia de un estado clandestino” (Acantilado) de Jan Karski, “Memorias de un anarquista” (Melusina) de Alexander Berkman, “El gran depredador” (Ariel) de Lucy Hughes-Hallett, “El diablo manda” (Almed), la biografía de Sir Richard Burton escrita por Fawn M. Brodie o las monumentales memorias de Iliá Ehrengurg publicadas por Acantilado. 

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El chasco fue monumental… El mullido sillón de cuero donde me recosté tantas mañanas, de espaldas a la luz de un amplio ventanal, para ver pasar la vida y las páginas de los libros, había sido sustituído por una poco acogedora silla vintage de madera barnizada. La suave piel de vaca dejaba paso al recio nogal. La butaca de biblioteca cedía su lugar a la poltrona de bar. La invitación al sosiego, el reposo y la lectura quedaba suspendida. El sillón seguía allí, a pocos metros, en otro rincón más recogido, una umbría alejada de las estanterías. No es lo mismo…

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Los libros tienen su textura, su olor, su primera impresión, su diseño y su formato, su presencia y su peso, su aspecto físico y su contenido emocional. También tienen su tiempo. Es decir, su espacio, su momento. Comprar libros no es como comprar tornillos. Comprar libros es un placer que comienza cuando sales de casa pensando en autores, editoriales y portadas, y que se dispara cuando te paras frente a la mesa de novedades. Fuegos artificiales. Ahí están lo último de Richard Ford, el nuevo western recuperado por Valdemar y un cómic en francés sobre una historia real de segregación racial en Misisippi. Miras y admiras, acaricias y ojeas, lees la biografía del autor, el resumen de la contra, las alabanzas del The New Yorker y los innumerables premios Booker en la faja de portada… Y lo dejas en su sitio, cambiándolo por un ejemplar plastificado que desvirgarás cuando llegues a casa.

Comprar libros en Amazon, en grandes superficies, es como el sexo on line: un sucedáneo sin alma. Por eso ese sillón de cuero, el observatorio desde el que descubrir en directo nuevas galaxias literarias, era mi rincón favorito de Madrid.

Pura vida

Tras la decadencia y cierre de Fuentetaja, mi librería de referencia durante años, me puse en manos de unos tipos infames. La vida te lleva por caminos raros. Tres Tipos Infames que distribuyen con criterio algunas de las cosas por las que merece la pena vivir: libros, vinos, cervezas… Ellos me recomendaron el libro que estoy leyendo en estos momentos, uno de esos títulos que te agarran por las solapas y te zarandean, te abruman y te desencuadernan, te besan y te escupen, para luego acompañarte el resto de tu vida. Poderosos como un tinto de Toro, contundentes como una IPA.

El libro, que se titula “Middlesex” y está escrito por Jeffrey Eugenides, cuenta la historia de alguien a quien “le toca un gen recesivo en el quinto cromosoma y unas joyas de la familia verdaderamente raras”. Se llama Cal Stephanides, Calliope, y es una niña que, como sucede en la leyenda, se transforma en hombre. Calliope comienza su narración en 1920, cuando sus abuelos, griegos en Turquía, se ven obligados a emigrar a Estados Unidos.

¿La tierra prometida? Me temo que no. Un lugar duro donde hay que deslomarse para sobrevivir. El libro se mueve por distintos derroteros, avanza en el tiempo y en las generaciones, se recrea en las personas y en sus vidas, en las esperanzas, las dudas, las pesadillas y el poder de redencion. Es una absoluta delicia. La gran novela americana, tal vez.

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Le cuento todo esto para invitarle a disfrutar esta obra maestra, recomendación de Tipos Infames. Pienso en las últimas generaciones de inmigrantes norteamericanos mientras camino por la selva lluviosa, entre aves sorprendentes y seres humanos acojonantes: me acompaña un costarricense nacido en New Jersey. Pesa unos 150 kilos, viste como Rambo, pañuelo en la frente incluido, y le acompañan su hijo de 15 años y cien kilos, y su sobrino de 16 años y similar volumen. Comen pipas y tiran las cáscara en esa maravilla que es el suelo vivo de un bosque primario. Hacen ruido golpeando palos contra botellas de agua. Imitan el griterío de los monos aulladores. Llevan gorras de béisbol al revés y no sienten interés por nada. Son cachos de carne cruzando un lugar que podría incorporarlos a la cadena trófica en un espacio de tiempo sorprendentemente breve.

“Tienen esa expresión tiránica, egocéntrica de los niños norteamericanos”, escribe Eugenides en esa maravilla llamada “Middlesex”. No se lo pierda, por favor.