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Molla estéril

La Sexta. Siete y media de la tarde del domingo. “Más disparos, más hachazos, más sangre, más muertos, más violencia, más gritos, más desmembramientos, más cadáveres… más decapitaciones”. Dos minutos de sugerentes promesas en algo que llaman “promo extendida” (un anuncio largo de cojones) de la serie “The Walking Dead”. Todo ilustrado con fantásticas imágenes a todo color. Algunas francamente inolvidables, como aquellas en que una chica con una catana abre en canal a un caminante desde el ombligo hasta el hombro, corta la tapa de los sesos a otro, y decapita limpiamente a un tercero. Las sugerencias arriba indicadas (más, más, más…) aparecen rotuladas en pantalla, e ilustradas con un catálogo de formas y posibilidades de destrozar una cabeza: disparos con pistola, flechas, culatazos, hachazos, cuchilladas… Litros y litros de sangre zombi, música estridente, imágenes de una violencia repugnante.

Pues fíjese bien lo que le digo: me dio mucho más asco ver a Mercedes Milá en ropa interior. La presentadora tenía que hacer algo para combatir la amenaza que suponía el estreno de “La Biblia” en Antena 3, la competencia. Y tiró de profesionalidad, de veteranía, de buen gusto y de clase. Apareció en la gala de “Gran Hermano” (Telecinco) con un traje negro muy escotado, que mostraba una grieta pectoral solo comparable a la gran fosa de Las Marianas. Como quizá en ese momento Moises separaba las aguas del Mar Rojo a golpe de báculo en la cadena enemiga, Milá tuvo que improvisar: “¡Tápate las tetas, Mercedes, que se te ven!”, se jaleó a sí misma con voz de verdulera en el inicio de un show perfectamente planificado. Para rematar la faena pidió música de striptease, y exigió a un panoli que le bajase la cremallera. “¡Hasta donde quieras!”, dijo en principio. Pero como el buen hombre se mostró prudente tuvo que ordenarle en plan dominatrix: “¡Baja!”. Con el vestido abierto por delante hasta las ingles giró como una peonza, para delirio de un público tabernario que aullaba embrutecido.

Es difícil recordar un espectáculo televisivo más sórdido…

“¿Que hago todo por la audiencia? Pues claro”, reconoció la veterana presentadora tras el striptease,  mientras trataba de introducir lorzas, ubres y demás mollas de vuelta en el ajustado vestido. Pero lo más triste es que semejante despliegue de magro resultó estéril: La serie de estreno en Antena 3 sobre La Biblia logró un 23,6% de audiencia, frente a un rácano 17% de “Gran Hermano”. No quiero ni pensar lo que tendrá que enseñar Milá en la próxima gala…

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Un motivo para NO ver la televisión

The Rockingbirds.

Cd: The Return Of The Rockingbirds.

The Rockingbirds es la primera banda del británico Alan Tyler, un maestro del country rock. Así, como suena. Tyler formó este grupo a comienzos de los años 90, y con él lanzó su primer disco en el 92. Incluía una canción deliciosa dedicada a Jonathan Richman, además de un puñado de temas que apestan a bosta de vaca y silla de montar sudada. Una delicia.

Desde el 2003 al 2008 Tyler ha publicado cuatro discos acompañado por otro grupo, The Lost Sons of Littlefield, muy recomendables pero quizá no tan redondos y entrañables como aquel debut con los Rockingbirds, una obra maestra reeditada hace cuatro años por la multinacional Sony como doble cd, con demos y descartes.

“The Return Of The Rockingbirds” supone una maravillosa noticia, puesto que recupera el espíritu de la mejor banda vaquera de Inglaterra. Son once canciones honestas y vigorosas, es el esperado retorno de los Rockingbirds

 

Muertos vivientes

“Nunca pensé que los zombis tuvieran tanta aceptación”, afirma con mirada algo perdida Andrew Lincoln, actor de la ficción norteamericana “The Walking Dead”. Los principales periódicos nacionales dedicaron ayer sus páginas de comunicación a las declaraciones de este actor inglés. ¿Dónde estaba la noticia? Pues en que hoy se estrena en Fox (dial 21 de Canal +), “la segunda parte de la segunda temporada” de la serie. Un autentico bombazo, hay que reconocer las cosas…

Las declaraciones aparentemente superficiales de Lincoln, esos zombis que tienen “tanta aceptación”, esconden sin embargo una realidad social y cultural evidente. No por tratarse de fiambres resucitados, fantasía vudú más vista que el TBO, sino porque el bloqueo intelectual de los protagonistas, auténticos cachos de carne (podrida) con ojos, se extiende como una plaga por nuestra sociedad. ¿Nos estamos convirtiendo en descerebrados seres mortecinos, con el consiguiente peligro de ser sometidos por malignas voluntades ajenas? De momento hemos aceptado sin rechistar la reforma laboral de Rajoy.

Paseo por la calle y veo zombis. Tiendas cerradas, calles vacías, miradas perdidas. Veo la tele y está llena de zombis: el Telediario de la televisión pública abre con la muerte de una cantante norteamericana que llevaba años…digamos que aturdida. Y Jordi Évole entrevista a un muerto viviente llamado Jaume Matas. No es extraño que Évole entreviste a Matas, una perita en dulce para cualquier periodista, sino que Matas se deje entrevistar por Évole. “Urdangarín merece la pena cueste lo que cueste”, asegura el ex presidente de las Islas Baleares. ¿Acaso no escarmentó viendo hacer el ridículo, y metiéndose en un importante jardín, a Cayetano de Alba? El resultado de la charla Matas-Évole, un 9,5% de audiencia y más de dos millones de espectadores, supone un record para “Salvados” (La Sexta).

Apago la tele, abro la web de un periódico y sigo viendo zombis. Excepto en las páginas dedicadas a Grecia, cuidado. Allí parece que la gente se está dando cuenta de que nos están comiendo vivos…

 

Un motivo para NO ver la televisión

Que nadie se mueva

Autor: Denis Johnson.

Editorial: Mondadori.

“Ella hizo el amor como una monja borracha y a él le gustó, pero la conversación de después no fue ni intrascendente ni relajada”, escribe Johnson en uno de los momentos más intensos de esta novela negra. ¿A quién le importa la trascendencia de la conversación tras hacer el amor con una monja borracha? Se preguntarán algunos lectores. Pues a los personajes creados por este enorme escritor nacido en Alemania, seres capaces de volarle la tapa de los sesos a su compañero de Cadillac y comerse después una hamburguesa sin limpiarse la sangre de las manos. Tipos duros, mujeres recias, en un libro que no hace rehenes: o adoras al Johnson “criminal” o te puede parecer un desperdicio del gran Johnson, ese que escribió “Ángeles derrotados” (Anagrama) y  “Árbol de humo” (Mondadori).

Una cosa es innegable: los diálogos de este “Que nadie se mueva” son magistrales, a la altura de clásicos como los de George V. Higgins. Y la trama es tan disparatada e hilarante, dentro de su áspera  negrura, como las del mejor James Crumley o el más enloquecido Jim Thompson.

Un perdedor de manual llamado Jimmy Luntz, un matón rompehuesos que atiende por Gambol, y la  atractiva bebedora de vodka con cualquier cosa, una Anita Desilvera que acaba de robar dos millones de dólares, protagonizan este violento viaje por las carreteras secundarias de California.  Su equipaje es una garantía de diversión: odio, comida basura, armas de diferentes calibres, toneladas de locura, una pala y una sed insaciable de venganza.