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Tú, tertuliano

El diario El País ha dedicado la portada de su último suplemento dominical a los tertulianos. “Ya no podemos vivir sin ellos”, asegura el prestigioso medio de comunicación en tan privilegiado espacio. Ya en el interior, es el periodista y tertuliano Rubén Amón quien firma el reportaje. “Los platós han sustituido al eje de la actividad parlamentaria”, dice justo antes de ofrecer el dato fundamental para entender el fenómeno: “Compagina el entusiasmo de la audiencia con la ventaja de un presupuesto muy reducido”. Es decir, como “Gran Hermano” pero sin los elevados costes de producción del reality. Televisión de poca calidad y mucha audiencia, barata y rentable. Antes a esto se le llamaba telebasura. Hoy el reportaje de El País habla de “la dramaturgia de la confrontación”, “una forma de idiosincrasia propia”, “el estímulo de la pluralidad informativa” o “extrapolación mediática de los hábitos de opinión”.

Amón analiza el fenómeno tertuliano con el mismo lenguaje ampuloso que utiliza en los debates televisivos: “He aquí el neologismo y la maldición que arrastran los opinadores polifacéticos”, escribe para introducir al “ubicuo” Francisco Marhuenda. El director de La Razón, milagroso diario del grupo Planeta que tras 16 años en los quioscos sólo ha obtenido beneficios en 2014 (5.000 euros antes de impuestos), explica de maravilla las cualidades de la raza superior de periodistas a la que pertenece: “No vale cualquiera para desempeñar este trabajo. Tienes que gustarle a la cámara, rellenar la pantalla, saber argumentar”, afirma Marhuenda con la más seductora de sus miradas.

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“Urge aclarar que la crisis ha diezmado los ingresos de la casta”, asegura Amón sin desvelar un dato que, debido a la credibilidad absoluta de la fuente, ayudaría a comprender la situación actual del mercado de los opinadores: cuánto cobra él mismo por sus colaboraciones en La Sexta y Antena 3, las dos cadenas de Atresmedia, empresa del grupo Planeta. “Lo que hicimos fue abrir nuestro plató a un fenómeno político que representaba a una sociedad”, dice García Ferreras, el presentador de la tertulia de La Sexta “Al Rojo Vivo” que apuesta por tertulianos como Amón, Marhuenda, Eduardo Inda, Pérez Henares o Antonio Miguel Carmona. “La ventaja es que los programas de debate y de análisis han abierto en canal las inquietudes de la sociedad”, sentencia el hombre que apuesta por, insisto, Eduardo Inda, Marhuenda…

Mucho se puede hablar de las tertulias televisivas, sobre todo si nos recreamos en la estilización de la opinión, el análisis de la distancia ideológica o el examen de la nueva coyuntura para el tráfico de mensajes. Carne de dominical pretencioso. ¿Recuerda alguno de ustedes “La Clave” (TVE)? Pues las tertulias del siglo XXI están en las antípodas del reposo, la reflexión y el equilibrio. Son vulgares adaptaciones a la política de los programas del corazón, corralas de opinión con cuñados ebrios de “todología”, la nueva telebasura. Un filón económico, un desastre intelectual e informativo.

P.D.

TVE en campaña con el PP. Con el dinero de todos y sin cortarse un pelo.

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Un motivo para NO ver la televisión

Mongolia Mix Volumen 3.

Mongolia.

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“Música y humor frente a la crisis”, dicen los chicos de Mongolia, revista satírica sin mensaje alguno, en su primer disco-libro. Y meten en el mismo saco, un cd con 21 temas, canciones de Sonic Youth y Antonio Carlos Jobim, de los Flying Burrito Brothers y Franco Battiato, de Siniestro Total y de… ¡Monty Python!”. Y se quedan tan anchos con tan descomunal batiburrillo de estilos, ritmos, voces e instrumentos. Muy locos están estos tipos, cosa que ya sabíamos, y por tanto muy ecléctica y majara tenía que ser esta colección sonora, acompañada de un libreto de 64 páginas.

Solo por los increíbles retratos del genial Darío Adanti, que acompañan a cada canción en el libro, merece la pena este Mongolia Mix. Esos ojos de huevo de un Gram Parsons que, como todos imaginábamos, no estaba muerto, estaba de parranda. Y ese Julián Siniestro de color azul avatar, amenazando desde un paisaje marítimo con faro incluido. Una delicia.

Si no quieres dejarte los ahorros en la reedición del The River de Springsteen, una caja forrada con pelo de camello bactriano que incluye 10 cd´s, 90 dvd´s y una enciclopedia, este modesto mongo mix te servirá de regalo sonoro perfecto para estas navidades.

 

 

 

 

La noche de los cuñadísimos

“Somos unos privilegiados. Viajamos a Siria a ver Petra…”. Francisco Marhuenda, tertuliano.

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Cada vez que el presentador del especial del sábado noche en La Sexta daba paso a París, Antonio García Ferreras repetía las mismas melodramáticas cursiladas una y otra vez: las cicatrices dejadas por los disparos en las paredes, la velas que brillan más que nunca esta triste noche, ese clavel introducido con delicadeza en la grieta del cristal roto, París tiene hoy menos luz… Era de noche en París, y quizá por eso el improvisado reportero estrella de La Sexta echaba de menos las luces: “Los yihadistas atacaron ese restaurante que veis aquí detrás, Le Carillon; ese restaurante que estaría a mi derecha, La Pequeña Camboya, un restaurante modesto, son restaurantes modestos, no son tres estrellas Michelín”, dijo, con un tono de voz entre misterioso y sombrío que recordaba al del mejor Iker Jiménez, el de las caras de Bélmez. “El periodismo para nosotros es arriesgar e incomodar”, suele repetir el director de La Sexta, que solo unas horas antes se había presentado al casting para sustituir a Sandra Sabatés en “El Intermedio”. Seguramente impulsado por esa gloriosa omnipresencia televisiva, en la cumbre de su labor como auto-enviado especial, mostró a cámara, quién sabe si como dato relevante o como exclusiva grandiosa, un gran charco de sangre. Imprescindible sin duda para entender lo que había sucedido en París.

Poca información, mucha poesía. Pocos datos, mucho melodrama. Poco periodismo, mucho cuñadismo. El cuñadismo, tertulianismo de ínfima calidad basado en el comentario superficial, hablar por hablar, charlatanes desmadrados, ha desplazado al verdadero periodismo de la televisión. Es más barato, no requiere talento, excita a las audiencias. Es, en definitiva, muy rentable. Arriesgar e incomodar, como le venía diciendo.

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No tenían mucho que contar los periodistas de La Sexta desplazados a París. Y en el plató de la cadena en Madrid, donde estaba el resto de la familia, tenían poco más que añadir. Los cuñados de siempre, hablando de todo, puesto que de todo saben. Ayer, Cataluña. Hoy, terrorismo islamista. Mañana, lo que les pongan por delante. Marhuenda, Inda, Sardá… Sí, Sardá, el legendario showman, el tipo que consiguió que Boris Izaguirre se bajara los pantalones sobre una mesa en prime time, ofreció en La Sexta una clase magistral sobre yihadismo. Y Marhuenda, el periodista que abrió su exposición situando Petra en Siria, analizó después las claves geopolíticas de los atentados. Solo se echó en falta la opinión de Jesulín de Ubrique. O mejor de Marlène Mourreau, intelectual francesa habitual en los programas de Sardá. “Al Qaeda es una creación de la CIA”, aseguró uno de los tertulianos más razonables en lo que se puede considerar la cumbre intelectual de “La Sexta noche”. ¿Esto es todo lo que puede ofrecer una televisión el día después de los atentados en el país vecino?

Veinticuatro horas antes, las obviedades solo se pudieron escuchar en TVE. El Canal 24H aprovechó su mesa de cuñados, con Alfonso Rojo y Graciano Palomo al frente, y se convirtió en la única cadena que informó en directo, por llamarlo de alguna manera, sobre lo que estaba sucediendo en esos instantes en París. Mientras, en La 1 emitían una película de Stallone. En Antena 3, “Tu cara me suena”. En Telecinco, “Sálvame”. En La Sexta, un programa de investigación sobre torneos de póker. El desprecio de las cadenas generalistas por la información es absoluto.

Atentados como el de París demuestran lo necesarios y escasos que son los periodistas de verdad en televisión. Y lo poco que aporta al telespectador el nuevo periodismo audiovisual, basado en las opiniones de medio pelo. Tertulianos cuñadísimos frente a información seria. La diferencia entre el periodismo y la telebasura.

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Alégrame el día

La noticia me llena de orgullo y satisfacción: Tertulianos de derechas pierden su trabajo tras los cambios en Telemadrid, Castilla-La Mancha TV y Canal Extremadura”. Pero no estoy tan contento como debiera… Doctor, me siento incompleto, ¿Qué me sucede? Pues que los tertulianos de izquierdas aún no han perdido su trabajo, y en estas condiciones la felicidad no puede ser total.

Veo diez minutos de debate en “La Sexta noche” (La Sexta) y deseo el paro de larga duración para todos los tertulianos. De derechas y de izquierdas. Sólo había presenciado un espectáculo tan sórdido, griterío e interrupciones, faltas de respeto y malos modos, en los programas del corazón de Telecinco. Es imposible entender nada, sacar una conclusión, disfrutar de una opinión, adivinar un proyecto. El presentador parece enfadado por trabajar en un manicomio, exige silencio y respeto por el orden de intervención, pero también parece que solo se trata de una pose: el caos, como sucede en “Sálvame”, despierta la atención del telespectador y sube la audiencia. Donde no hay ideas, que haya griterío.

La noticia, sin duda estremecedora, asegura que algunos tertulianos están pasando serios problemas económicos tras la cancelación de las colaboraciones. Pobres. En cualquier caso, insisto, no puedo estar satisfecho, algo impide que pueda esbozar una gran sonrisa: solo está hecho la mitad del trabajo. Quedan los tertulianos de izquierdas, los Carmona y compañía. ¡Alegradme el día, cadenas de televisión con tertulias! ¡Limpiad definitivamente vuestros platós de escoria! ¡Aligerad vuestras nóminas de parásitos y manipuladores! ¡Renovad vuestras cuadras de mamporreros y cantamañanas!

Televisiones sin tertulianos ultras. Es decir, televisiones plurales, moderadas, independientes, libres… Imposible. Seamos realistas: se gana más dinero con un gallinero a todo volumen que con un espacio para la reflexión y el pensamiento crítico.

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Un motivo para NO ver la televisión

Montecristo

Autor: Martin Suter.

Editorial: Libros del Asteroide.

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Montecristo es el nombre de un proyecto. Una película de intriga que está en la cabeza del protagonista del libro, Jonás, un video-reportero suizo free-lance que sueña con ser director de cine. Un día Jonás vive la muerte del pasajero de un tren, y graba lo que rodea al supuesto suicidio. Poco después conoce a la que parece la chica de su vida, al tiempo que caen en sus manos dos billetes de cien francos con la misma numeración. Solo es el principio de un giro radical en la monótona vida de nuestro hombre, acostumbrado a trabajar para la televisión sensacionalista mientras se recupera de una separación.

Antes de darse cuenta, Jonas está en el centro del huracán, en el punto de mira de diferentes y muy poderosas organizaciones que tratan que silenciar su investigación. Porque Jonás es un tipo inquieto que no se conforma con grabar saraos para cadenas de televisión comerciales. Periodismo de investigación, en paralelo a los preparativos para su película.

Pero no todo es lo que parece en “Montecristo”, una novela de intriga de tremenda actualidad, puesto que habla de la insaciable voracidad, el carácter depredador y la absoluta falta de escrúpulos del sistema financiero. Y de las peligrosas y siempre turbias relaciones entre el poder, el dinero y los medios de comunicación. La crisis financiera: “La quiebra de Lehman Brothers, en efecto. Pues eso es una fruslería comparada con lo que nos espera a nosotros. Aquí no hablamos de la quiebra de un gran banco. Nos enfrentamos al desplome de uno de los centros financieros más importantes del mundo. Quizá al fin de nuestro sistema financiero. A la implosión del sistema económico”. Hasta aquí puedo leer…

Martin Suter ha escrito una historia que, en muchos aspectos, resulta real y miserable como la vida misma. Y que se lee en dos suspiros: negra, original, bien construida y francamente inquietante.