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Las Campos

En la España veraniega no se habla de otra cosa que de las Campos, María Teresa y Terelu, madre e hija, reflejo perfecto de una sociedad, la nuestra, cada día más incapacitada para utilizar de forma provechosa el sistema neuronal. Las Campos han estrenado en Telecinco lo que llaman un reality, que no es otra cosa que dejar que entre una cámara en tu casa y liarte a contar cuatro miserias privadas: que si estoy enfadada con fulanita, que si me gusta comer esta basura, que si la criada no pone bien la mesa, que si hace tiempo que no hay un hombre en mi cama… Un éxitazo, evidentemente: 18,6% y 2,3 millones de espectadores.

Estoy a punto de caer en la trampa. Estaba pensando un chiste sobre las diferencias entre los dos grandes realitys españoles de los últimos tiempos, el del escuchimizado Vaquerizo y el de la oronda Terelu. Estaba rebajándome a su nivel intelectual, el de la cueva de Voronia (2.149 metros de profundidad)pero me he dado cuenta a tiempo de mi gravísmo error. No caigamos en la trampa. No sigamos el juego a estos mierdas que se están forrando mientras nos embrutecen. Que nos venden entretenimiento sórdido y miserable, de la peor calidad, como si fuese un prodigio de imaginación y talento. “Desconecte de la realidad, de su realidad, que es un asco, con nuestros superficiales, divertidos y tremendamente rentables (para nosotros) programas”, dicen mientras se forran.

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De ninguna manera. Escribiré de TVE, y de cómo ayer domingo interrumpieron sin piedad la lucha de la selección española de baloncesto por la medalla de bronce ante Australia. ¿El motivo? La entrega de medalla de plata al equipo español femenino de gimnasia rítmica. Una entrega que ya estaban emitiendo en Teledeporte. Dos cadenas para esa medalla, ninguna para el directo del emocionante basket. La guinda a una retransmisión de las olimpiadas lamentable por parte de TVE.

Lo peor quizá hayan sido los comentaristas. Auténticos hooligans, hablando maravillas de todos los españoles, justificado sus derrotas, aullando como coyotes y repitiendo una y otra vez los mismos chistes. “El equipo español se merece la victoria”, repetía el comentarista del baloncesto. Claro, y los australianos no. Son unos mierdas, que ni entrenan, ni se esfuerzan, ni saben jugar, ni tienen derecho a la victoria. No se merecen ganar, pero nosotros sí.

Lo dicho: mucho ultra, mucho gritón, y poco analista deportivo de verdad en unas olimpiadas que no pasarán a la historia por la calidad de los comentaristas.

P.D.

El gran Pablo Casado, la sangre nueva del PP, enemigo acérrimo del populismo, felicitó por la medalla de bronce al equipo español de baloncesto… ¡del 2008!

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Coletas en la sopa

Me trago los dos especiales con Pablo Iglesias que emite casi al mismo tiempo el Canal Único de Información en que se ha convertido la televisión en España. Y me queda una profunda sensación de aburrimiento, de vacío, de asco. En Telecinco, Iglesias con niños y con Ana Rosa Quintana, la escritora-presentadora, hablando de memeces. En Antena 3, Iglesias con Susanna Griso hablando de sexo con el salero con que lo harían dos monaguillos eunucos. ¿Esto es lo que nos espera hasta el 26 de junio? Pues estamos jodidos.

Telecinco y Antena 3 son la misma porquería televisiva, de la misma forma que Ana Rosa Quintana y Susanna Griso son la misma bazofia matinal. Las reinas del magazine amarillo, de la noticia sangrienta, del corazón hortera, de los juicios paralelos, de la telebasura tempranera… ahora por la noche. El Canal Único de Información televisivo español, creado por Zapatero para gloria y beneficio de sus colegas y aledaños, hace que enchufar el electrodoméstico sea conectarnos al mismo esfínter, el tubo de salida de la fosa séptica de la comunicación audiovisual: no se puede distinguir si lo que sale es un zurullo de Antena 3 o una boñiga de Telecinco. Pues justo ahí, en el retrete de plasma, se encontraba soriente Iglesias, jugando al baloncesto de mala manera, tirando unos dados eróticos (¿), agarrándose a unos niños resabiados que daban asco, haciendo el juego a unas cadenas de televisión que son idéntica máquina de triturar cerebros, de ahogar inteligencias, de acabar con el sentido crítico.

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El único momento chispeante, para la esperanza, tuvo lugar en el programa de Griso en Antena 3. Mientras camina por la calle con Iglesias alguien la llama “fascista”. Instante tenso de enorme calado emocional, que rompe con la monotonía burguesa y confirma que hay vida inteligente extrapantalla. Un festivo toque de color que la cadena de Planeta no dudó en rentabilizar…

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Y esto ha sido con la presencia de Pablo Iglesias, sangre supuestamente fresca al servicio de unas televisiones con las venas colapsadas. Ahora llegan los cadáveres andantes, Rivera, Sánchez y Rajoy, la derecha más casposa. La televisión que nos ofrece el Canal Único de Información. Un puto asco.

Un motivo para NO ver la televisión

¡Al cajón!

Autor: Montero Glez.

Editorial: Stella Maris.

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Esta es la historia de un mitin de Podemos en Cádiz. Algo que podría resultar poco atractivo en estos tiempos saturados de información electoral, con los líderes de los partidos suplicando presencia mediática, con diarios y televisiones ofreciendo información descafeinada y barata (Canal Único de Información) sobre los cuatro partidos que se reparten la tarta. Nada más lejos de la realidad. “¡Al cajón!” es todo lo que tiene usted que leer sobre política antes del próximo día 26.

La clave está en que la crónica sobre el mitin la escribe no un periodista, más de lo mismo, sino un novelista en estado de gracia, literatura sociopolítica. Montero Glez recibe a Pablo Iglesias y su equipo en la puerta de la comisaría del aeropuerto, les describe y rebautiza, sigue sus pasos y movimientos, analiza sus ideas y sus contradicciones, refleja con precisión sus tics, su escenografía y sus propósitos. Y lo hace desde una original perspectiva, teniendo a la Transición como patético fondo de escenario (“Cuando el capitalismo entra en crisis, saca al fascismo de paseo”) y a la comunicación moderna como tablero de juego.

“El pueblo no perderá nunca su inocencia. Nunca llegará a comprender que el azar no existe y que en este mundo todo obedece a un cálculo secreto. Nunca es Dios, sino el Diablo, quien juega a los dados sobre la capa de Maquiavelo, extendida a modo de tapete para la timba de la democracia. Un juego donde la banca siempre gana”.

Montero Glez situa a Podemos en el decorado político actual con poesía, precisión y cariño. Desmonta a latigazos un socialismo que, a las noticias del día me remito, se descompone en sus propias heces. Y golpea con saña a líderes de paja como Albert Rivera: “Naranjito, candidato elegido por los mercaderes para que el mercado siga autorregulándose y adelgazando a un estado mínimo… La actitud de naranjito refleja piel blanda, semejante a la de esos gatos castrados que se dejan acariciar el lomo por la mano siniestra del capitalismo”.

Francis Scott Fitzgerald, el vividor atormentado que escribió sobre las promesas y la desesperación, se pasea por cada página de este libro para recordarnos que los buenos escritores nadan por debajo del agua y aguantan la respiración. Montero Glez es nuestro hombre rana: ejerce de cronista asilvestrado de la nueva política, se sumerge en la charca morada y traza un perfil magnífico de una campaña electoral que se repite una y otra vez. Literatura de largo recorrido informativo, periodismo con enorme profundidad emocional e intelectual. En resumen: no vote sin leer “¡Al cajón!”.

Dice la gente

Por un lado, el blog me exige comentar la entrevista morreo que Bertín Osborne hizo anoche a Esperanza Aguirre. La caspa de la caspa, con un Bertín inspirado capaz de superarse en cada programa. Pero por otro lado, el cuerpo me pide caricias. A las diez de la noche el de Panamá y la que descubrió la Gürtel estaban en Telecinco, y yo recordaba que a esa misma hora, sin ir más lejos, Siniestro Total descargaba en Vila-Real. El mundo es así de ancho y ajeno.

Con esto quiero decirle que la vida es muy corta para despediciarla con estupideces, con miserias, con impresentables. Osborne y Aguirre juntos es demasiado. La conductora a la fuga llega a casa del cantante de rancheras en bicicleta. “Yo no me callo”, dijo vendiendo libros la cazatalentos que describió a Granados. “Soy natural y espontánea, y políticamente incorrectísima, y…”.

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Y yo me digo: por muy hijo de la gran puta que haya sido a lo largo de mi vida no merezco tener que ver algo así. Ya lo dijo Julio Anguita cuando le preguntaron en La Sexta por unas declaraciones de la deteriorada aristócrata del Partido Popular: “¿Cómo quiere que conteste con mi edad a un aullido del aquelarre franquista? A otra cosa…”.

A otra cosa, entonces…

“Dice la gente que de algo hay que vivir / Que sólo se muere una vez / Yo creo que eso no es así / Se muere muchas veces “Yo siempre muero por ti”.

Un motivo para NO ver la televisión

El hielo del fin del mundo.

Autor: Mark Richard.

Editorial: Dirty Works.

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Yo tenía una tía que lavaba a sus canarios con agua y jabón, cuando consideraba que estaban sucios y necesitaban un repaso, y para secarlos los metía en el horno. Lo calentaba solo un poquito, eso sí. Y luego les secaba las plumas en la dirección correcta, con una toalla rosa suave como un lamento. ¿Cómo no me voy a sentir fascinado, entusiamado, por un escritor que durante una marea baja ve a un perro cabezón apaleado y abandonado, y lo recoge en una red de almadraba?

“En casa, abrí el horno, bajé la portezuela y puse allí la cabeza del perro, bajo el grill, para que se calentara y se secara, y mira tú por dónde que lo primero que hizo al despertarse fue tirarse a arrancarme el brazo del hombro y a perseguirme en mi propia casa, y me tuve que subir a la mesa del merendero que tenía en el salón y él venga a ladrarme hecho una fiera desde abajo, que del calor del horno le salía humo del lomo como si fuera un demonio del infierno”.

Precisamente de eso habla este libro. De perros mojados. Y de los demonios que tenemos dentro, agazapados, esperando una oportunidad para agarrar un bate de béisbol, una navaja o una pistola y liarla gorda. De gente que vive en lugares espantosos con nombres muy hermosos: Donde el Rayo Da Paseos Largos. De cabañas ruinosas, serpientes negras, botellas de cerveza con el cuello largo, mapaches rabiosos, hermanos que tiemblan con su padre y padres que sobreviven a sus hijos. En resumen, historias de barcas ruinosas, ratones de marisma y hombres a la deriva.

Mark Richard nació en el mismo pueblo que Lucinda Williams. Lake Charles, Louisiana. Los dos son maestros en el arte de contar historias breves de profundo calado emocional. Ella en tres minutos, con una Telecaster y una banda de rock and roll. Él en media docena de páginas, con un estilo peculiar, lárgos párrafos con comas incrustadas que se arrastran por el papel como lo haría un caimán entre las raíces de los cipreses calvos de los pantanos. Frases que dejan exhausto al lector, y no solo por la longitud, también por la intensidad, por los cambios de ritmo, por la ida y venida de supervivientes, por el cruce de caminos que propone en cada cuento corto.

“Las gruesas lentes de gafas negras creaban la impresión de unos ojos acuosos, listos para llorar a la primera de cambio, y andaba algo encorvado, quizá por el dolor punzante de un pulmón extirpado, un pulmón perforado en el Pacífico por el que recibió una medalla, erguido en la popa de un barco que se hundía junto a una piña de chavales Doodlum como él, disparando con pistolas y carabinas a los japoneses que se arrojaban al agua, hasta que no quedó nada que disparar ni nadie a quien salvar salvo un primo y él, con su pulmón atravesado por una bala mientras el océano se tragaba su barco en un remolino, este hombre encorvado de ojos llorosos y manos temblorosas”.

“El hielo del fin del mundo”, quinto volumen que Dirty Woks dedica a la literatura de la Norteamerica profunda, mantiene el nivel de calidad, de potencia emocional y de músculo narrativo propuesto desde el primer día por esta editorial especial, única. Coherencia, grandes escritores, buenas historias y portadas negras con culebras. Un placer que no cesa.

El nuevo periodismo

Como usted ya sabrá, en la Cadena SER han prescindido de Ignacio Escolar como analista político por resultar “incompatible” con… con… A ver si me explico de manera directa y sencilla: ¿publicar que la ex mujer de Juan Luis Cebrián aparece en los papeles de Panamá? ¿Asegurar que Cebrián es accionista de una petrolera controlada desde paraísos fiscales?

“Uno de los principios básicos de cualquier democracia es la defensa de la libertad de información”, se puede leer en el editorial del pasado día 22 del diario El País, del que Cebrián es consejero delegado. Y qué mejor forma de dar credibilidad a tan sabias palabras, de defender con uñas y dientes la sagrada libertad de información y la bendita democracia, que poner en la calle a un periodista por no estar de acuerdo con lo que ha publicado en un medio de comunicación.

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Me parece escuchar las voces de los trabajadores de Prisa, y de los miembros de las Asociaciones de la Prensa, dirigiréndose como una horda de encabronados bárbaros al despacho de Cebrián, con antorchas y bates de béisbol, al grito de ¡Por la libertad de información! ¡Por la democracia!

Me da la sensación de que el periodismo está pidiendo cambios. Urgentes. Solo los más listos han comprendido el giro que se está produciendo en la profesión, y han sabido reciclarse y estar a la altura de los nuevos tiempos. Ahí tiene a Bertín Osborne, quien tras su salto a Telecinco se ha confirmado como un entrevistador del nivel de David Frost, Pepa Bueno o Rosa Montero. Y lógicamente, se ha venido arriba: quiere realizar un monográfico sobre el ciudadano rey con ayuda de Pedro J Ramírez.

Bertín es el nuevo periodismo. El Tom Wolf de Telecinco, el Hunter S Thompson del siglo XXI. El futuro de esta profesión imprescindible. ¿No me cree? ¿Piensa que estoy de coña? Lea dos de las preguntas y respuestas de la entrevista que publica este mes la revista Vanity Fair al cantante de rancheras con sociedad en Panamá…

  • Vanity Fair: ¿Si pudieras entrevistar a cualquier personaje de la historia de la humanidad?
  • Bertín: Creo que la entrevista soñada sería la de Hitler. Saber lo que tiene un tío como ese en la cabeza debe ser surrealista. Ha habido muchos monstruos, pero él es el más reciente.
  • Vanity Fair: Tengo entendido que usted no entrevistaría jamás a Nicolás Maduro
  • Bertín: Bueno, es que a sinvergüenzas y delincuentes, procuro no tenerlos cerca, y entrevistarles, menos.

P.D.

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Un motivo para NO ver la televisión

Malaria

Autor: Jali.

Editorial: Astiberri.

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Jali es José Ángel Labari Ilundai, un licenciado en Bellas Artes que nació en Pamplona y tiene la cabeza llena de caminos que zigzaguean sin final, nubes de caramelo, tumbas vacías, sombreros táctiles, cangrejos parlanchines y ojos de mosca. Jali es un genio alternativo, entre clásico y futurista, entre siniestro y vanguardista, entre los góticos de Valdemar y los hijos de Tim Burton. Jali firma “Malaria”, una historia gráfica que se lee en un suspiro para, nada más recobrar el aliento, volver a empezar a leer.

“Malaria” es la historia de una niña muerta y la troupe que le acompaña en su camino al más allá. Un viaje a pie por las entrañas de la soledad. Un paseo por el lado salvaje de la tristeza que salta de la melancolia al humor (negro), de la nostalgia al amor incondicional, del ataúd más oscuro a la más bonita de las flores.

La flor que abre los ojos muertos de la niña. La belleza, que lo es todo. Incluso la publicación de este libro hermoso, editado con mimo, que se lee y se relee, que se sueña y se fantasea, que se imagina y se anhela. Lo más parecido a volar sin mover los pies del suelo.

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