Un motivo para NO ver la televisión
Desde esta colina
Autora: Sue Hubbell.
Editorial: Errata Naturae.
Una dehesa en flor, la temperatura tibia de una tarde de junio, el vuelo de unos abejarucos que acaban de llegar desde África… y el nuevo libro de Sue Hubbell en las manos. No se le puede pedir más a la primavera. Porque leer a la escritora de Kalamazoo, Michigan, es una fiesta campestre, un homenaje a la vida al aire libre, una invitación a abandonar la ciudad y lanzarse a la actividad rural. Las dehesas de las que hablo no son las montañas Ozarks, más encinas y menos osos, pero las sensaciones son las mismas, los olores parecidos, los sonidos igual de fascinantes.
“Desde esta colina” es la continuación perfecta de “Un año en los bosques”, un primer libro de Hubbell en castellano del que hablamos en este blog hace un par de años. El título que nos ocupa sorprende, como aquel, por su luminosidad, por su frescura, por una forma de narrar tan sencilla como eficaz, capaz de situar en un mismo plano a montañas y humanos. Capaz de describir a la perfección a unos vecinos nunca aburridos…
“Vivían en perfecta armonía con la mula y un par de cerdos que se llamaban Jack y Jackie. Plantaron narcisos por todo el bosque. Intentaron criar vacas, pero la cosa no funcionó, así que pusieron un abrevadero para los ciervos para compensar. Sembraron el valle de trampas y lavaban la ropa en el río. Hacían mermelada de arándanos silvestres y enlataban verduras del campo. Nunca tuvieron suerte con las gallinas, pero le daban de comer maíz molido a una bandada de patos salvajes. Domesticaron a una tortuga de caja común para que se acercara a la puerta y mendigase unas migajas de pan. Louise nos contó que un chotacabras esperaba a Earl todas las noches en la puerta de la cocina y lo acompañaba a la letrina”.
“Desde esta colina” habla de cómo intentar escapar del sistema, salir del laberinto, y no perecer en el intento. Es decir, habla de bichos y de granjeros, de comercio justo, de las estrellas y los republicanos, de miel y de tractores, de grandes nevadas y tremendas soledades. De las veintitrés maneras de cerrar una valla. Y lo hace de manera brillante, con las palabras justas y la mirada del que explora un mundo desconocido, enrevesado y fascinante.
“Una de las primeras cosas que me compré cuando nos mudamos fue una hamaca para tumbarme y leer novelas ligeras. Por desgracia la realidad es bien distinta. Comemos comida precocinada porque estamos demasiado ocupados cultivando nuestra propia comida como para poder cocinarla. Pasamos largas tardes de invierno reconstruyendo el motor del tractor y reparando material apícola. La hamaca se mece bajo los dos pinos, vacía, criando moho, aunque es cierto que la probé el verano pasado durante media hora: el tiempo suficiente para que me hiciera efecto la aspirina que me había tomado para el dolor de cabeza tras una tarde especialmente ajetreada con las abejas. ¿De verdad son estos nuestros años dorados?”.
Hubbell ha encontrado en las Ozarks y sus habitantes, tanto animales y vegetales como humanos, motivo de inspiración para libros que, como éste, incitan a levantarse del sofá, calzarse una botas y salir al campo. Pero sin mover el culo también se puede disfrutar de su literatura, repleta de momentos simplemente geniales. La autora describe magistralmente la naturaleza que le rodea, pero brilla especialmente cuando analiza las vidas de las personas que sobreviven en territorio agreste. O cuando describe sus propias miserias. Siempre respetuosa, en ocasiones divertida hasta la carcajada, despiadadamente irónica y profundamente crítica, Hubbell traza unos perfiles impecables de los habitantes del mundo rural. De SU mundo rural. Solo por conocer algo más a fondo las vidas de esos supervivientes, que generalmente buscan refugio en la naturaleza para lamer sus heridas y dejar curar cicatrices, merece la pena leer este libro sereno, divertido, radiante.
“- Sandor y yo queremos plantar un huerto este año – dijo -. Los dos abogamos por lo orgánico, por supuesto, pero yo quiero ser biodinámica y Sandor aún no está preparado para dar el paso.
- ¿Qué quieres decir?
- Venero la milenrama y quiero exponer la semilla de zanahoria a la luz de la luna nueva y pura. Y eso está causando estragos en nuestra relación.
¡Qué dura es a veces la vida hippie!”.