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Chusma

El término me resulta especialmente despectivo, por reaccionario y peyorativo, por tremendamente ofensivo y casposo. Chusma, digo. Suena a tipo altanero describiendo a seres inferiores, vulgares. A bronca de bar, con el comentario racista entre copazos de sol y sombra y humo de Farias. Suena a lo que significa: gentuza, morralla, populacho. A superioridad moral, intelectual y física. A desprecio por los diferentes. A racismo, chulería e intolerancia. Suena a lo peor de lo peor.

“Dos titiriteros de la peor chusma…”, escribe Manuel Marlasca en Twitter. El jefe de investigación de La Sexta se aferra a este espantoso adjetivo en sus comentarios en la red social: “Convertir a la chusma en mártires hace que la chusma se multiplique. La chusma, a sus covachas…”. “Ser chusma no debe estar penado, pero…”. “…los titiriteros detenidos ayer me parecen de la peor chusma…”. Solo abandona Marlasca el término para cambiarlo por otro no menos insultante: “Convertir en mártires a estos memos es ridículo”.

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¿Memos? ¿Chusma? No es un tipo pasado de copas, acodado en la barra de un club de alterne, quien utiliza estos calificativos para referirse a dos artistas (sí, artistas) que han pasado cinco días en prisión por representar una obra de ficción. Ni el ultra de un equipo de fútbol que acaba de perder 0-7. Ni el líder de una manifestación en contra de la inmigración. Ni Donald Trump. Ni siquiera Eduardo Inda, Hermann Tertsch o alguno de los tertulianos de 13TV. No. Es el jefe de investigación de La Sexta, la cadena supuestamente progresista de nuestra parrilla de televisión. Un jefe de investigación que, por cierto, no había investigado lo suficiente cuando colgó su primer tuit…

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No entiendo muy bien estos comentarios tan despectivos en un profesional excelente. Marlasca es un gran periodista, con una carrera larga y seria, que en televisión resulta creíble y prudente. Es difícil comprender esta salida de tono. Esta desinformación (“Gora ETA”“pancartas pro ETA”). Estos insultos a dos humildes titiriteros. ¿Chusma? ¿Memos? No, solo la parte más débil de un escándalo inexistente, artificial, que forma parte de una campaña de desprestigio a una mujer, Manuela Carmena, y a un partido político, Podemos.

Duelen los ojos leyendo estos comentarios. Y dan que pensar, puesto que provienen del jefe de investigación de una cadena de televisión supuestamente progresista. De LA CADENA de televisión supuestamente progresista. ¿Cómo serán las otras? No hace falta mirar muy lejos: escuche sin salir de La Sexta a Inda o a Marhuenda. Así de hipócrita es la forma de entender la información, y el negocio, en una empresa que, no lo olvidemos, también tiene una cadena conservadora: Antena 3. Por aquello de no tener todos los huevos en la misma cesta. Tienen sus principios, pero si se trata de audiencia, publicidad y pasta pueden tener otros. Y para eso tienen en nómina a Inda, a Marhuenda… a Marlasca. ¿Chusma? No. Periodistas de una televisión progresista.

Un motivo para NO ver la televisión

La buena guerra.

Autor: Studs Terkel.

Editorial: Capitán Swing.

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Este libro recoge una historia oral. Casi 800 páginas con las voces, la memoria y la historia, de gente que vivió la Segunda Guerra Mundial. Cuarenta años después, el escritor e historiador neoyorkino Studs Terkel recoge los recuerdos de más de un centenar de hombres, mujeres y niños que sobrevivieron al conflicto que cambió el mundo. El resultado es de un realismo estremecedor: “La guerra buena se lee como se escucha a un abuelo sabio, como se oye la crónica de un veterano, como se atiende a un superviviente. Con la boca abierta.

“En uno de los campos se desató una gran ovación. ¿Qué diablos era aquel ruido? Todos fuimos hasta la verja y vimos que había un tipo joven y corpulento con la bolsa del cuartel al hombro. El muy hijo de puta corría de verdad, nada de pequeños trotes. A su lado, había un alemán en bicicleta que le hacía dar vueltas completas a las instalaciones cargando con todo aquel peso. Corría que se las pelaba, como si dijera: que te jodan, no pienso rendirme. Lo más gracioso era que el tipo de la bicicleta, el guardia, no dejaba de reírse. (Risas, chasca los dedos). Fue como una inyección de medicina para el resto” (Charlie Miller, prisionero de las SS)

Un maestro de Chicago que participó en la liberación de París. Una viuda, una profesora de música y una crítica de cine. Un tapicero acusado de asesinato. Un baladista que sirvió en la 62ª Artillería de Costa. Un fontanero que se encontraba en Pearl Harbor el día del bombardeo. El general que participó en la invasión del norte de África, de Sicilia y en el D-3. Un poeta, un profesor de literatura japonesa y un crítico alemán de jazz. El segundo oficial de un submarino y el oficial de vuelo del U.S.S. Guadalcanal. Una trabajadora social y un especialista en guerra de guerrillas. Un tipo que formó parte de la tripulación de vuelo en el aparato que lanzó la bomba atómica sobre Nagasaki el 9 de agosto de 1945: “Se que si la guerra hubiese durado más tiempo, se habría llegado a usar otra bomba en Europa. Teníamos vuelos simulados, nos preparábamos. Volábamos dos o tres mil millas. Un bombardero, un piloto y yo. Realizábamos esa clase de misiones, todas en Alemania. En eso basábamos nuestros pensamientos. Japón fue una simple cuestión de tiempo y lugar adecuados, una decisión de Truman tomada en el último minuto, o así es como yo lo veo”.

“La guerra buena” recibió en 1985 el Premio Pulitzer. Veinte años después no ha perdido un ápice de fuerza. Cada voz desglosa una experiencia íntima, narra una epopeya, y resuena como un cañonazo. Un relato intrincado y original que resulta fascinante, y ayuda a comprender un momento fundamental de nuestra historia.