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Justin Townes

J.R.

Steve Earle.

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Justin Townes Earle murió el 20 de agosto de 2020. Tenía 38 años, ocho discos en los que sonaba rock, blues y country, y una hija, Etta, que ha cumplido tres años. El abuelo de Etta, Steve Earle, rinde homenaje a su hijo grabando un álbum con algunas de las mejores canciones que escribió: “Harlem River Blues”, “Far Away In Another Town”, “Champagne Corolla”… A los diez temas de Justin Townes, el gran Steve añade una canción propia escrita durante el duelo. El resultado es emocionante, por supuesto, pero también intenso, apasionado, sincero y hasta luminoso. El disco que el cantautor de Virginia hubiese querido no tener que grabar nunca. Todo el beneficio obtenidos por la venta del disco servirán para asegurar el futuro de Etta.

Escribe Steve Earle:

“Justin Townes Earle left this world a little over a mile from where he came in, having seen more of it than most folks in his thirty-eight years before his all too short arc brought him right back to where he started from; Nashville, Tennessee. 

The evening Justin was born, in what was then called Baptist Hospital, his mother, Carol, exhausted after 36 hours in labor fell immediately into a deep sleep and I was left staring into the eyes of my first-born son. After a while, a kindly nurse asked if I would like to carry him to the nursery myself. I don’t know how I ever negotiated the walk down the hall without tripping over my own two feet. I couldn’t take my eyes off him and he looked right back at me, hardly blinking, as if to say, “I know you.” After a bit of a gentle tug-of-war at the nursery door I reluctantly relinquished custody to the nurse. 

My arms had never felt so empty.

Suddenly it occurred to me that I hadn’t spoken to any of my family back in Texas since I’d phoned early the day before to let them know that Carol was in labor and we were headed for the hospital.

I beelined for the payphones in the waiting room and was relieved to find a quarter in my pocket (not a given at that point in my career). I dropped it in the slot and dialed my parents’ number in Houston. My Dad answered and immediately upon hearing his voice, I burst into tears and apologized for every shitty thing I’d ever said or done to him, which was a litany. 

Carol and I split up when Justin was 3 and he shuttled between our households, sometimes voluntarily sometimes not, until he left home. That event occurred pretty organically when he accompanied me on a teaching sabbatical to the Old Town School of Folk Music in Chicago. 

Justin was playing by that time, having gone from post-mortem Nirvana fan to acoustic blues practitioner by way of Kurt Cobain’s WHERE DID YOU SLEEP LAST NIGHT. He’d only been interested in electric guitar until seeing Cobain hunched over the big Martin acoustic on MTV Unplugged so I pointed him towards the original recorded version in my record collection. Leadbelly was next to Lightnin’ Hopkins and Lightnin’ next to Mance Lipscomb and next thing I knew he was playing stuff I’d been trying to sort out for years. The original idea of Justin going to Chicago (besides just keeping an eye on him) was that he would take a few classes at the Old Town School, but within a few weeks he was TEACHING fingerstyle guitar. By the time I completed my eight-week course and returned home Justin had turned 18 and elected to remain behind.

He was back in Nashville six months later and, musically, things began to develop rapidly. A jug band, a rock band, a short stint as a Duke, but, lo and behold he’d begun to come up with songs of his own and they were really fucking good. He would release 8 full length albums and an EP over 13 years during which our paths crossed infrequently, usually on the road. Ironically, we both sat out the last summer of his life in Tennessee, grounded by pandemic, unable to escape to the only place either one of us ever felt at home.

The Highway. 

We spoke often those last few months, saw each other a handful of times and I talked to him the night he died. I am grateful for that.

This record is called J.T. because he was never called anything else until he was nearly grown. 

Well, when he was little, I called him Cowboy. 

For better or worse, right or wrong, I loved Justin Townes Earle more than anything else on this earth. That being said, I made this record, like every other record I’ve ever made… for me. It was the only way I knew to say goodbye.

See you when I get there, Cowboy,

Dad”.

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Entender a quienes luchan por un ideal

Hay españoles que no desean la independencia de Cataluña, pero les gustaría que aquellos que quieren convocar un referéndum sobre el tema puedan expresar sus razones con absoluta libertad. Por cuestiones de calidad democrática, para poder presumir de que son ciudadanos de un estado que respeta la libertad del individuo sobre todas las cosas. Muchos de esos españoles habrán sentido una profunda e inquietante decepción al enterarse de que el juzgado de lo contencioso número 3 de Madrid ha suspendido de manera cautelar el acto a favor del referéndum del 1 de octubre que se iba a celebrar el próximo domingo en el centro cultural Matadero del Ayuntamiento de Madrid.

Pinchar para seguir leyendo (Cuarto Poder).

P.D.

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Un motivo para No ver la televisión

Steve Earle

So you Wannabe an Outlaw.

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El gran Steve Earle, el tipo al que su primera discográfica quiso vender como el Bruce Springsteen redneck, acaba de lanzar su mejor disco en años. Con este So you Wannabe an Outlaw el de Virginia recupera aquella mezcla de rock y country que le convirtió primero en pionero, y más tarde en leyenda. Se trata de un homenaje a sus clásicos, desde Johnny Cash a Hank Williams, pero sobre todo a dos de los más importantes outlaws (proscritos) del genero: Willie Nelson y Waylon Jennings. El primero canta en una canción. El segundo es la razón de ser del disco: “Este álbum soy yo tratando de canalizar a Waylon”.

So you Wannabe an Outlaw suena como si agitásemos en una coctelera su disco de début, el descomunal Guitar Town del 86 (un trabajo que revolucionó el mundo de la música vaquera y señaló el camino a seguir), con los no menos brillantes Train a Comin´o I Feel Allright de mediados de los 90, trabajos de madurez. Buenas noticias, por tanto: regresa el mejor Steve Earle, el músico más brillante que ha dado la música Americana en las últimas décadas, junto a Lucinda Williams. Ahora solo falta que su nueva gira incluya España.

Pablo Casado tiene un amigo

Pablo Casado, el vicesecretario de Comunicación del Partido Popular, es el futuro. De la Comunicación y del PP. La sangre fresca que tanto necesita el partido de Bárcenas, Rato y Camps. Es decir, Pablo Casado es la moderación, la juventud, la honradez, la nueva derecha. ¡Qué suerte, que existan políticos como Pablo Casado! Un tipo que, además de compañeros de partido, tiene un amigo…

Hace unos días Pablo Casado colgó un tuit que confirmaba su condición de político honrado, moderno y moderado, de tipo fiable, de líder moral de esa nueva derecha que tanto necesita España. El tuit decía: “Me manda esto un amigo de Venezuela: el pueblo se enfrenta a la policía chavista pidiendo comida #NoPodemosTolerarlo”. El tuit incluía un video con enfrentamientos callejeros entre manifestantes y policías. ¡Venezuela en llamas, maldita sea! Y sus socios de Podemos intentando implantar en nuestro país ese régimen de violencia, injusticia social y ropa deportiva de colores imposibles… #NoPodemosTolerarlo, efectivamente.

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Poco después supimos que en esas imágenes en las que el pueblo venezolano se enfrentaba a la policía chavista pidiendo comida, no hay ni pueblo venezolano, ni policía chavista ni petición alguna de comida. Pertenecen a unas protestas que tuvieron lugar en enero de 2015 en Kinsasha, Congo, contra una ley electoral de Joseph Kabila.

Pablo Casado, la sangre fresca del PP, la moderación y la honradez frente a la picaresca y la sinvergonzonería de Granados y compañía, casi nos la clava. ¡Esto de engañar sí que lo tienen en el ADN, los jodíos, y no lo de la creación de empleo! Afortunadamente Casado, la prudencia y la seriedad de la nueva derecha, un vicesecretario de Comunicación como la copa de un pino, ha sabido rectificar. ¿Pide perdón rojo como un tomate, agacha las orejas, mete el rabo entre las piernas, abandona la política y se marcha a vivir a la cueva que dejo libre Bin Laden? No, no, qué va: “El vídeo anterior es incorrecto. Pero estos de EFE/AFP, no”, y cuelga otros vídeos. Pablo, ¿Y tu amigo venezolano que te mandó el impresionante documento gráfico? Queremos conocer las fuentes de todo un vicesecretario de Comunicación. Queremos animar a tu colega a que siga mandándote imágenes sobre la ruina de Venezuela, aunque estén tomadas en Kinshasa, para hacernos una fiel idea de cómo será dentro de poco la España podemita y perroflauta que nos espera.

Esta vez le hemos pillado (le ha pillado @AntonioMaestre). Pero ¿Cuántas veces nos ha engañado antes? ¿Cuántas no nos engañará después? Esta es la savia nueva del PP, la regeneración, la honradez y la moderación, y la mejoría se nota un huevo.

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P.D.

Y hablando de todo un poco… ¿Recuerda usted al marido de Susana Díaz, ese que la socialista decía estaba “tieso”? Pues no lo estaba tanto: “La nómina de José María Moriche, el marido de la presidenta de la Junta, la socialista Susana Díaz, durante su etapa como auxiliar administrativo en el Instituto de Formación y Estudios Sociales (Ifes) de UGT, se cargó al menos a 102 cursos distintos costeados por el Gobierno andaluz, a través de las subvenciones millonarias para la formación que cada año concedía a la federación andaluza de este sindicato”.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Colvin & Earle

Unknown

El gran Steve Earle cambia de pareja. En princio para la grabación de un disco, este formidable “Colvin & Earle” editado a dúo con una vieja amiga de los 80, la cantante folk Shawn Colvin. Un trabajo de enorme intensidad, en el que las voces de ambos circulan en paralelo: olvide una versión roots de los Pimpinela, yo te hablo y tú me respondes. Aquí cantan juntos, con enorme energía y convicción, sobre una sólida base instrumental que incluye a Buddy Miller, que también ejerce de productor, y a Chris Wood, de los Wood Brothers.

Escuche el primer single de “Colvin & Earle”, el arrastrado y pantanoso “You´re Right (I´m Wrong)”, o la vitaminada canción que abre el disco, “Come Wath My”, el pop-rock perfecto de “You Where On My Mind” o simplemente la deliciosa versión del “Ruby Tuesday” de los Stones, y comprenderá que está ante el mejor disco de Earle, y compañía, en años. Una maravilla.

 

La historia interminable

Con el ánimo por las nubes tras uno de esos partidos de fútbol para la historia, afronté la gala de los Goya, la fiesta del cine español, con una sonrisa en los labios. Suele ser un coñazo, me dije, con sus agradecimientos eternos y sus vanidades desbocadas, pero después del 4-0 me creía capaz de soportar el chiste menos gracioso, el play back más doloroso (Miguel Poveda), el discurso más soso (González Macho), el llanto más grimoso (Nerea Barros) o incluso la sonrisa cínica de un ministro asqueroso.

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Me gustó el comienzo, con un Dani Rovira en el que no tenía depositadas demasiadas esperanzas absolutamente brillante. Seguro, ágil, simpático… Tras la primera hora la fiesta comenzó a repetirse y, lo que es peor, a desangrarse: el aburrimiento es el peor enemigo del cine y, lógicamente, de una gala cinematográfica en la que sobran agradecimientos, discursos y minutos. Y por supuesto actuaciones musicales freaks, humoristas casposos y bailoteos interminables. Y a la que faltan películas: es terrible ver cómo todo gira alrededor de dos únicas cintas, “La isla mínima” y “El niño”.

Cuatro horas eternas. Entiendo el cine como entretenimiento, pero también como compromiso y denuncia. Por eso me parece brillante aprovechar los minutos de gloria para algo más que saludar a tus padres y dedicar la estatua a tus hijos. Algo que muy pocos de los que subieron al escenario tuvieron pelotas de hacer. Por eso me gustó lo que disgustó a ABC: “Amigos de la cultura y el cine español… señor Wert, no está incluido en esto”, dijo Pedro Almodovar al presentar a Antonio Banderas. En el diario conservador y ultragubernamental titulaban: “Todo el cine español respeta a Wert, menos Almodovar”.

Pero el auténtico premio a la interpretación, el Goya entre los Goya, se lo merecen no Penélope Cruz, Bárbara Lennie o Carmen Machi, actrices todas ellas de medio pelo si las comparamos con la vedette estrella de la política española, la Lina Morgan de la bufonada popular y el sainete social, caricata de la administración e histriona de lo público. La gran Esperanza Aguirre.

“No pondría la mano en el fuego por Rajoy”, reconoce la lideresa a Jordi Évole en una de las entrevistas más surrealistas que recuerdo. Évole ironizando de manera burda, provocando descaradamente a una Aguirre que aguanta el tirón, traga bilis y actúa como una Linda Lovelace conservadora para no dejarse llevar por la furia y desperdiciar la oportunidad televisiva. Patética. Repite su eterno discurso, yo no sabía nada de nada, pobrecita mía, e incluso torea con facilidad las preguntas del presentador: “En la Comunidad de Madrid no ha habido recortes ni en Sanidad ni en Educación”, dijo a un Évole que debió responderle con cifras. Por ejemplo: Entre julio de 2011 y julio de 2013, el recorte de personal en Sanidad y Educación en la Comunidad de Madrid superó los 7.500 profesionales.

Y cuando se cansó, se levantó y se fue.

P.D.

¿Censura en los guiones de los Goya? Me temo que a nadie le extrañaría. Pues eso dicen que le sucedió al actor Carlos Areces, que se presentó en la gala con unas preciosas gafas naranjas y un lazo del mismo color en solidaridad, el lazo, con los trabajadores de RTVE. Areces tenía que entregar uno de los premios, pero cuentan que la organización le pidió que se quitara el lazo y que firmara un documento comprometiéndose a no saltarse el guión. Areces se negó, y se quedó sin entregar el premio y sin asiento en la fiesta.

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Un motivo para NO ver la televisión

Steve Earle

Cd: Terraplane.

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Cada nuevo disco de Steve Earle, seguramente la última gran leyenda entre los cantautores norteamericanos, siempre es esperado con enorme ansiedad. ¿Volverá el de Fort Monroe a regalarnos otro “I Feel Alright”? O cuando menos otro “Copperhead Road”. O quizá un nuevo “El Corazón”. Es decir, el mejor Steve Earle. Todos sus seguidores esperan la grabación que le recupere definitivamente para el country rock, o para el folk eléctrico, o para la Americana, o para como demonios quiera usted llamarlo.

Pero Earle no está por la labor. Sigue lanzando discos excelentes, algunos de bluegrass como “The Mountain”, otros homenajes a viejos amigos, como “Townes”, pero nada que recuerde los viejos y buenos tiempos. Este “Terraplane” es un gran disco de blues. Ni más ni menos. Blues. En ocasiones tradicional, en otras con aires de jazz, a veces recordando a los Stones…

Un disco magnífico que nos ayuda a superar el mono generado por este coloso de la música Norteamericana. Y a sobrellevar la espera del álbum total que, con los aires que le han convertido en leyenda, sin duda llegará.