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Coletas en la sopa

Me trago los dos especiales con Pablo Iglesias que emite casi al mismo tiempo el Canal Único de Información en que se ha convertido la televisión en España. Y me queda una profunda sensación de aburrimiento, de vacío, de asco. En Telecinco, Iglesias con niños y con Ana Rosa Quintana, la escritora-presentadora, hablando de memeces. En Antena 3, Iglesias con Susanna Griso hablando de sexo con el salero con que lo harían dos monaguillos eunucos. ¿Esto es lo que nos espera hasta el 26 de junio? Pues estamos jodidos.

Telecinco y Antena 3 son la misma porquería televisiva, de la misma forma que Ana Rosa Quintana y Susanna Griso son la misma bazofia matinal. Las reinas del magazine amarillo, de la noticia sangrienta, del corazón hortera, de los juicios paralelos, de la telebasura tempranera… ahora por la noche. El Canal Único de Información televisivo español, creado por Zapatero para gloria y beneficio de sus colegas y aledaños, hace que enchufar el electrodoméstico sea conectarnos al mismo esfínter, el tubo de salida de la fosa séptica de la comunicación audiovisual: no se puede distinguir si lo que sale es un zurullo de Antena 3 o una boñiga de Telecinco. Pues justo ahí, en el retrete de plasma, se encontraba soriente Iglesias, jugando al baloncesto de mala manera, tirando unos dados eróticos (¿), agarrándose a unos niños resabiados que daban asco, haciendo el juego a unas cadenas de televisión que son idéntica máquina de triturar cerebros, de ahogar inteligencias, de acabar con el sentido crítico.

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El único momento chispeante, para la esperanza, tuvo lugar en el programa de Griso en Antena 3. Mientras camina por la calle con Iglesias alguien la llama “fascista”. Instante tenso de enorme calado emocional, que rompe con la monotonía burguesa y confirma que hay vida inteligente extrapantalla. Un festivo toque de color que la cadena de Planeta no dudó en rentabilizar…

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Y esto ha sido con la presencia de Pablo Iglesias, sangre supuestamente fresca al servicio de unas televisiones con las venas colapsadas. Ahora llegan los cadáveres andantes, Rivera, Sánchez y Rajoy, la derecha más casposa. La televisión que nos ofrece el Canal Único de Información. Un puto asco.

Un motivo para NO ver la televisión

¡Al cajón!

Autor: Montero Glez.

Editorial: Stella Maris.

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Esta es la historia de un mitin de Podemos en Cádiz. Algo que podría resultar poco atractivo en estos tiempos saturados de información electoral, con los líderes de los partidos suplicando presencia mediática, con diarios y televisiones ofreciendo información descafeinada y barata (Canal Único de Información) sobre los cuatro partidos que se reparten la tarta. Nada más lejos de la realidad. “¡Al cajón!” es todo lo que tiene usted que leer sobre política antes del próximo día 26.

La clave está en que la crónica sobre el mitin la escribe no un periodista, más de lo mismo, sino un novelista en estado de gracia, literatura sociopolítica. Montero Glez recibe a Pablo Iglesias y su equipo en la puerta de la comisaría del aeropuerto, les describe y rebautiza, sigue sus pasos y movimientos, analiza sus ideas y sus contradicciones, refleja con precisión sus tics, su escenografía y sus propósitos. Y lo hace desde una original perspectiva, teniendo a la Transición como patético fondo de escenario (“Cuando el capitalismo entra en crisis, saca al fascismo de paseo”) y a la comunicación moderna como tablero de juego.

“El pueblo no perderá nunca su inocencia. Nunca llegará a comprender que el azar no existe y que en este mundo todo obedece a un cálculo secreto. Nunca es Dios, sino el Diablo, quien juega a los dados sobre la capa de Maquiavelo, extendida a modo de tapete para la timba de la democracia. Un juego donde la banca siempre gana”.

Montero Glez situa a Podemos en el decorado político actual con poesía, precisión y cariño. Desmonta a latigazos un socialismo que, a las noticias del día me remito, se descompone en sus propias heces. Y golpea con saña a líderes de paja como Albert Rivera: “Naranjito, candidato elegido por los mercaderes para que el mercado siga autorregulándose y adelgazando a un estado mínimo… La actitud de naranjito refleja piel blanda, semejante a la de esos gatos castrados que se dejan acariciar el lomo por la mano siniestra del capitalismo”.

Francis Scott Fitzgerald, el vividor atormentado que escribió sobre las promesas y la desesperación, se pasea por cada página de este libro para recordarnos que los buenos escritores nadan por debajo del agua y aguantan la respiración. Montero Glez es nuestro hombre rana: ejerce de cronista asilvestrado de la nueva política, se sumerge en la charca morada y traza un perfil magnífico de una campaña electoral que se repite una y otra vez. Literatura de largo recorrido informativo, periodismo con enorme profundidad emocional e intelectual. En resumen: no vote sin leer “¡Al cajón!”.