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El final

El final

Autor: Attila Bartis.

Editorial: Sexto Piso.

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En la portada, una vieja Leica M3 cuelga de su correa. Permanece suspendida en el tiempo. Es eterna. Reclama toda mi atención: no puedo dejar de observarla, de analizar los detalles y terminaciones, de admirar su diseño atemporal. Identifico su legendario Summicrom (seguramente un 50 mm f2). Si se balancease, sería el mejor péndulo de hipnosis. Un objeto perfecto. El símbolo eterno de la fotografía entendida como visión infalible, como belleza poética, como arte y memoria. Porque la fotografía no solo es luz, también es tiempo. Y a fin de cuentas del tiempo es de lo que habla este maravilloso libro del húngaro Attila Bartis, escritor y fotógrafo, autor de dos interesantísimos títulos (El paseo y La calma) publicados en su momento también por la editorial Sexto Piso.

“Si de verdad iba a ser fotógrafo, lo que querría fotografiar es lo que no se ve.

Solo se puede fotografiar lo visible, dije yo.

Qué va, hijo, me contestó. Lo visible es solo una herramienta. Al igual que lo es la cámara fotográfica. Pero para poder fotografiar lo invisible hace falta que no nos demos cuenta de que tenemos una cámara fotográfica entre las manos.

Sí, eso estaría bien, dije.

Para lograrlo se necesita una máquina que sea perfecta . Una que no se nos adhiera, que se nos una como si su lente fuera nuestros ojos y el carrete nuestra memoria. Y una copia jamás podrá ser perfecta”.

“El final” no es solo una declaración de amor a la fotografía. Es mucho más que eso. Es la historia de un hombre, de una familia, de un país e incluso de un continente a lo largo del siglo XX. La Hungría comunista que se sobrepone a la posguerra, el Budapest áspero que regala imágenes en blanco y negro, la llegada del amor y del dolor, de personajes zarandeados que se lamen las cicatrices. Un gran escritor en su mejor momento. Un libro monocromo, grises sobre negro, absolutamente inolvidable.

Pinchar para leer las primeras páginas.

 

¿El libro del año?

Un motivo para NO ver la televisión

La canción de los vivos y los muertos.

Autor: Jesmyn Ward.

Editorial: Sexto Piso.

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¿El mejor libro que he leído en 2018? Quizá. ¿Uno de los cinco mejores libros que he leído en 2018? Sin ninguna duda. “La canción de los vivos y los muertos” es una novela estremecedora sobre el crecimiento y la familia, sobre las dificultades para comunicarnos con aquellos que nos rodean, sobre las entrañas de una parte de la sociedad norteamericana abandonada a su suerte. Una novela redonda, en la que cada palabra está en su lugar, cada personaje borda su papel, cada página es un alud de sentimientos y emociones, de literatura apasionada y desgarradora, de todo aquello que hace de la lectura un placer profundo.

“Si el mundo fuera un lugar justo, un lugar para los vivos, un lugar en el que un hombre como Michael no acabara en la cárcel, yo encontraría fresas salvajes. Eso es lo que mamá buscaría en caso de no encontrar algodoncillos. Yo herviría las hojas en la casa del abogado de Michael, donde pasaremos la noche antes de recoger a Michael por la mañana. Le pondría un poco de azúcar y un poco de colorante, como hacía mamá cuando se me revolvía el estómago cuando era pequeña, y le diría que es su zumito.

Pero el mundo no es así. No hay fresas salvajes en este lado de la carretera. Tendría que ser más pantanoso. Pero el mundo también puede brindar un poco de suerte a los pequeños, a veces muestra un poco de piedad, porque después de andar un rato por el lado de la carretera, lejos de la gasolinera, después de dejar a Misty sacando el brazo por la ventana y diciendo “Vuelve ya, coño”, encuentro fresas salvajes”.

“La canción de los vivos y los muertos” cuenta la historia de un chico de trece años llamado Jojo. Y del mundo que le rodea. Pobreza, racismo, incomunicación, drogas, delincuencia… Su familia está ahí para ofrecerle esperanza, pero también tormento: Jojo y los suyos se enfrentan al futuro mirando de reojo al pasado, en una batalla entre la memoria y la supervivencia, entre el amor y la incomprensión, que pone los pelos de punta.

“Me incliné sobre la mesa. Esnifé. Un tirito limpio y abrasador hasta los huesos, y luego lo olvidé todo. Las zapatillas que no compré, la tarta derretida, la llamada de teléfono. La cría durmiendo en mi cama con mi hijo a mi lado, en el suelo, no sea que yo llegue a casa y lo eche de la cama al encontrármelo. A tomar por culo todo”.

Jesmyn Ward ha escrito un libro grande, que deja al lector atónito por la habilidad de la autora para crear una trama nada novedosa pero tremendamente eficaz, por la sencillez y la belleza del lenguaje, y por la humanidad de los personajes, supervivientes en un mundo en descomposición. Absolutamente imprescindible.

“Conocía la enfermedad de la que estaba hablando. Le llamábamos “el mal rojo”. Oí a un médico decir que afectaba sobre todo a los pobres que sólo comían carne, maicena y melaza. Le tendría que haber dicho a ese médico que los que comían eso eran los que tenían suerte: en el Delta, he oído historias de gente que ha llegado a cocinar tortitas de tierra”.

La lista de Torrijos

El ayuntamiento de Torrijos (Toledo) ha presentado un inventario de canciones machistas, elegidas según criterio propio, para que los dj´s de las fiestas de la localidad no las pinchen durante el llamado “baile de las cañas”. Radio Futura, Loquillo, Alejandro Sanz o La Unión están en una lista negra que, dicho sea de paso, es tan corta como incompleta. No está el Fary.

Mal asunto cuando un ayuntamiento prohíbe canciones, sean las que sean. O sugiere que no se pinchen. Mal asunto porque, entre otras cosas, puede que su sentido de la moral y el orden no coincidan con los de los vecinos de la localidad. ¿Cuáles son las canciones que no deberían sonar en unas fiestas? Julián el fontanero, por ejemplo, quitaba las de Taburete, el grupo del hijo de Bárcenas: piensa que esos instrumentos han sido comprados con nuestro dinero y se le revuelven las tripas. Seguramente Juana, la panadera, eliminaba los pasodobles, por aquello de lo taurino y el maltrato animal. Y su vecino Pablito, que es rapero y de Podemos, suprimía de un plumazo Paquito el Chocolatero y Macarena, ejemplos perfectos de caspa viejuna. Y así hasta que el dj no tuviese material y tuviese que cerrar con un vinilo de Simon & Garfunkel: “El sonido del silencio”.

¿Debe dejar de sonar una canción que habla del maltrato y seguir en cartelera una película que cuenta la historia de un asesino de mujeres? ¿Y qué me dice de aquel libro de un tipo que descuartizaba prostitutas? En Torrijos se han metido, sin necesidad, en un jardín importante.

Un motivo para NO ver la televisión

Fred Cabeza de Vaca

Autor: Vicente Luis Mora.

Editorial: Sexto Piso.

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Primera gran sorpresa de la temporada. Un libro difícil de clasificar, tremendamente abierto en su planteamiento, sorprendente en su estructura, fascinante en su desarrollo. Y exigente para el lector, que en algunos momentos debe dar lo mejor de sí mismo para no perder el norte en este puzzle diabólico que es la vida de Fred Cabeza de Vaca, un tipo al que adoras en una página y detestas en la siguiente.

Hablamos ni más ni menos que de “el artista español más universal desde Picasso”. Un crítico artístico y comisario de exposiciones de comedida actividad creadora, que triunfa en el mundo de las artes plásticas de manera un tanto original. Despreciable misógino, brillante conversador, genio deslumbrante y vulgar farsante, ambicioso sin escrúpulos y atormentado perdedor. Todas estas cosas, y muchas más, es el protagonista de esta reconstrucción de la vida de un artista fantasma, biografía laberíntica y lunática que sirve de excusa a Vicente Luis Mora para reflexionar sobre las miserias del mundo que rodea el arte contemporáneo. Miserias que son las de nuestros días…

“España es un país contradictorio y esquizoide porque su ley escrita, al vindicar la ética del comportamiento, choca de frente contra la anti-ley, la ley consuetudinaria real que sus habitantes aplican sin pestañear, sin aspaviento alguno, con la mayor naturalidad. Por eso este país puede vivir con ley democrática, porque sabe burlarla de continuo, y también puede sobrevivir sin ella. Este país pasó cuarenta años confortablemente instalado bajo un régimen dictatorial por la simple razón de que nunca ha necesitado de leyes justas para superar el día a día; sus maleables ciudadanos toleran con igual indolencia la legalidad y la falta de legalidad, la reglamentación y la barbarie, porque la justicia nunca ha sido una necesidad metafísica, ni espiritual, ni pragmática. La justicia, para un español, ha sido siempre lo que les pasaba a los otros”.

Nacido en Córdoba en 1970, Mora ha tenido el valor y la habilidad para construir esta obra ambiciosa, enrevesada y contradictoria, a veces dramática y en ocasiones tronchante, que intenta marcar distancias con el soporífero panorama de la actual literatura convencional. Nada de lo cual sería posible si no tuviera las cosas muy claras y escribiese de manera brillante, tomando riesgos y saltándose reglas. Mora decidió echarse un pulso a sí mismo, y ha salido victorioso.

Una estafa renovable

Si usted lee la portada de El País del domingo corre el riesgo de pensar que, urgido por cumplir los compromisos con el cambio climático, el Gobierno del PP apuesta de nuevo por las energías renovables: “Las causas (del parón de las renovables) hay que buscarlas en la profusión desordenada de este tipo de fuentes de energía en los años anteriores y en la crisis que frenó bruscamente la demanda de electricidad”. Yo creo que no fue así, y que la verdadera razón por la que el Gobierno del Partido Popular hundió las energías renovables mediante la regulación del autoconsumo, el famoso impuesto al sol del ministro José Manuel Soria, fue mantener los privilegios de las grandes compañías electricas, uno de los habituales retiros dorados de los líderes políticos.

“El Gobierno español ha matado a la energía solar. El caso de España sigue causando estupor”, aseguró a finales de 2015 el director ejecutivo de SolarPower Europe, James Watson. “¿Cómo puede un país que ha sido líder mundial pasar del todo a la nada en tan poco tiempo? ¿Cómo puede tirar por tierra su ventaja tecnológica y su gran potencial? ¿Cómo se puede destruir así una de las industrias del futuro cuando tanta falta hace generar empleo?”. En el reportaje de El País solucionan la implicación del Gobierno en este atraso energético, en este desbarajuste ecologico y económico, en poco más de un párrafo: “el sector fotovoltaico lleva cinco años en guerra con el Gobierno del PP por este asunto; le acusan de poner trabas, como el impuesto al sol”.

Vivo con mi familia, desde hace doce años, en una casa con una instalación fotovoltaica aislada. Es decir, que no tengo nada que ver con las compañías electricas, que no pago factura de la luz, que soy autónomo y me alimento con energía solar. Placas, baterías y un generador de apoyo. Dos neveras, un congelador, dos televisores, ordenadores, etc, etc. Nunca nada ha funcionado tan bien en la casa, nunca trabajó con nosotros una empresa más seria y eficaz que la que nos montó y mantuvo a punto la instalación. Alternativas Energéticas Vaquero. Hablo ellos en pasado porque tuvieron que cerrar hace dos años: les habían hundido. El sector perdió 35.000 puestos de trabajo.

Nos estafan todos los días. Con la energía, de manera renovable. Desde el poder, desde los medios. Desenchufémonos y busquemos nuevas vías de alimentación, nuevos enchufes en los que recargar las baterías.

4. 7. El Roto

Un motivo para NO ver la televisión

La guardia

Autor: Joydeep Roy-Bhattacharya.

Editorial: Sexto Piso.

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Una de las grandezas de la literatura es que no pierde la capacidad de soprender al lector. Cuando menos te lo esperas abres un libro aparentemente menor, comienzas a leer, te sumerjes en una gran historia, disfrutas de la pericia del narrador, y no puedes parar hasta llegar, con la boca abierta, al final. Pues eso mismo me ha sucedido con este “La guardia”, una obra maestra de la literatura bélica. O quizá mejor, antibelicista.

Aprovechando una tormenta de arena, un grupo de talibanes ataca una pequeña base norteamericana cerca de Kandahar. Al día siguiente, tras el sangriento enfrentamiento, una mujer tapada con un burka se acerca para reclamar el cadáver de su hermano, líder de los atacantes. Quiere enterrar el cuerpo según las constumbres de su fe. Los soldados sospechan que pueda tratarse de una trampa, o incluso de una terrorista suicida. No puedo contarle más, salvo que son diferentes los personajes que van narrando la historia, utilizando distintos lenguajes y perspectivas. En el vídeo final el autor le desvela algunos detalles más…

“- Era un terrorista, un talibán y un mal saray.

- ¡Eso no es verdad! Mi hermano era un héroe pastún, un muyahidín que luchaba por la libertad. Combatió a los talibanes. Y murió luchando contra los invasores amrikâyi. ¡Era un valiente!”.

Joydeep Roy-Bhattacharya es un escritor nacido en Jamshedpur, este de la India, que me ha dejado enormemente impresionado con este libro de brillante planteamiento, ingenioso desarrollo y final demoledor. Todo en “La guardia” arrastra a la tensión y la emoción, desde la presentación del personaje protagonista a las intervenciones de los actores aparentemente secundarios. Se habla de la guerra de Afganistan, y de unas víctimas concretas, pero en realidad se está hablando de todas las guerras y de todas las víctimas. Es un libro del que se disfruta cada página, cada diálogo. Una obra ágil y profunda que nos ayuda a recordar la situación de la gente en el otro lado del mundo, que nos invita a reflexionar sobre las formas de vida y las creencias diferentes, que nos obliga a mirar a las guerras modernas como lo que son: enfrentamientos desiguales entre seres humanos parecidos y economías distintas. Una patada, necesaria, en el estómago.