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¿Nos hacemos unas pajillas?

Buenafuente despidió su último programa en Antena 3, “Buenas noches y Buenafuente”, hablando con Santiago Segura de lo pesada que es la gente que persigue a los famosos, que resulta que son ellos mismos. Ya sabe usted, les piden autógrafos y quieren que se pongan a su lado para hacerse una foto con el móvil. Unos plastas de cojones, que les atosigan y no les dejan vivir. El público, esa lacra que agobia a la élite de nuestra cultura. Para explicar su padecimiento, Segura cuenta una patética anécdota en la que alguien, sin duda un ignorante zangolotino, tiene el descaro de llamarle desde lejos en un restaurante. ¿Será cretino? ¿No sabe que está hablando con el creador de la exitosa serie “Torrente”?

Buenafuente se suma a la fiesta y se incluye en la lista de famosetes acosados. Pone voz de pesado y cuenta una anécdota supuestamente divertida en la que alguien le aborda con discurso beodo. “Ahora estas aquí arriba, pero igual algún día estas aquí abajo”, imita Buenafuente en una actuación etílica colosal, que remata de forma magistral ya con su verdadera voz: “te dan ganas de decirle, es que tú estás no ya abajo, sino aún más abajo”. Buena gente este Buenafuente.

Acaba, para siempre, el programa de Buenafuente, y comienza en la misma cadena “Usted perdone”, con Javier Sardá. Mi aparato de televisión está a punto de petar, puesto que es algo antiguo y carece de filtro corrector de egos. Sardá entrevista al actor Mario Casas, y resulta que hablan de lo mismo: de lo coñazo que es la gente, el pueblo llano, ese que pide fotos y autógrafos a famosos como ellos. “Esos que se creen que esto va con el sueldo, con la fama, son unos impresentables”, dice un Sardá que se incluye sin dudarlo en el lote de estrellas agobiadas. Y cuenta una anécdota patética en la queda como un famoso de chichi nabo.

¿Qué droga sintética caducada se meten estos genios televisivos? ¿En qué puñetera agua de colonia se bañan estas decadentes estrellas audiovisuales? ¿Quién coño creen que son, además de una pandilla de insaciables onanistas? Pues se lo voy a decir: “Buenas noches y Buenafuente” dijo ayer adiós, tras poco más de un mes en antena, con un paupérrimo 7,1% y 1.329.000 espectadores. Sardá y su “Usted perdone”, que obtuvo un 6% y 712.000 espectadores, se despide el próximo domingo.

Se confirma, una vez más, esa vieja teoría según la cual la televisión es la máquina de crear necios más perfecta jamás construida.

Abajo ese ánimo

Vendieron el programa “Arriba ese ánimo” (La 1, TVE) como un espacio diseñado para levantar la moral del telespectador en estos tiempos duros y grises. Su emisión coincidió, macabra coexistencia, con la noticia de la desviación al alza del déficit público en tres comunidades autonómicas gobernadas por el PP. Nos habían vuelto a engañar. Y en esta ocasión por partida doble: el televidente, indignado por la realidad social, lejos de recibir un soplo de aire fresco tuvo ocasión de amohinarse con un espectáculo decrépito y decadente. El retorno del humor cateto, de los chistes “de mariquitas”, de unos  humoristas lúgubres y agotados, de esos gags en sepia vistos una y mil veces… El éxito de semejante bazofia, con un 20% de audiencia y 3,4 millones de telespectadores, demuestra el momento trágico que vive nuestro país: más de 8,8 millones de personas vieron algún momento tamaño despropósito.

Camuflado como un homenaje al gran Gila, “Arriba ese ánimo” fue una inyección de pesimismo y supuso una enorme regresión para la televisión pública. Quizá el reflejo perfecto del aciago momento anímico y moral que vivimos. Bajo presupuesto, mediocridad, ausencia de talento, falta de ilusión y perspectivas de futuro… Televisión de saldo, cutre, por momentos incluso sórdida, que explotó con sonrojante descaro el filón de un Miguel Gila que no merece recuerdos tan tristes, poco imaginativos y oportunistas.

El programa, presentado por Santiago Segura, tuvo mucho de patético. De recuperación de humoristas acabados. Fernando Esteso y Andres Pajares actuaron, dos boxeadores sonados, con versiones absolutamente destartaladas y pesarosas de sus viejos gags del coñac La Parra (el que lo bebe la agarra) y la magdalena. Y es que entre imágenes de archivo, burdamente enlazadas, intercalaron la presencia de cómicos tan ajados y caducos como Mari Carmen (y doña Rogelia), las Virtudes, Arévalo (sí, el de los chistes de gangosos), Mariano Mariano, Marianico el Corto, Barragán

Un despropósito, al que añadir una realización y un montaje nefastos, con cortes a machete y cambios brutales de luz y sonido. Un escenario digno del concurso de miss de provincias. Un guión desastroso, que obligaba a Segura a cogérsela con papel de fumar para no ridicualizar a individuos ya de por sí desamparados. Una gala, en resumen, que lejos de levantar los ánimos del telespectador invocaba a la parte oscura de su nostalgia y transmitía una profunda tristeza y desesperanza.

El retroceso intelectual, cultural y social que está sufriendo España, en forma de programa de televisión.

P.D.
Por cierto, el logo del programa de TVE y el de Campofrío, la marca de productos cárnicos que hace unos meses lanzo una campaña de publicidad con algunos de los cómicos que participan en “Arriba ese ánimo”, son sospechosamente parecidos. ¿Regresa la publicidad (encubierta) a la televisión pública?

 

Un motivo para NO ver la televisión

Fría venganza.

Autor: Craig Johnson.

Editorial: Siruela.

En el imaginario condado de Absaroka (Wyoming) la justicia maneja códigos muy diferentes a los de lugares como, por ejemplo, Nueva York o Los Ángeles. Quizá por eso los policías calzan Stetson, los indios viven en reservas, todo el mundo tiene armas y para resolver un crimen se puede recurrir a viejos espíritus. El escenario ideal para una novela negra con alma de western.

Se comete un crimen, que podría estar relacionado con una violación que tuvo lugar años antes. Quizá sea el comienzo de una venganza. El sheriff Walt Longmire, un lobo solitario que solo se parece a los clásicos detectives urbanos en su escepticismo vital y una inagotable capacidad para mantener conversaciones brillantes, intentará impedirlo. Le ayuda su equipo, un grupo de inadaptados que nunca parece empujar en la misma dirección. Pero su mano derecha es Henry Oso de Pie, un filósofo cheyene que regenta un bar de mala muerte y sabe todo sobre viejos rifles. Con uno de ellos, un Sharps 45-70, se cometen los crímenes.

Longmire es un personaje magnífico. En las primeras páginas de esta musculosa novela Johnson le describe minuciosamente, puesto que él y muchos de los protagonistas del libro nos acompañarán de ahora en adelante: “Fría venganza” es el primer caso del sheriff Longmire editado en España, pero afortunadamente vendrán muchos más. Sobre todo si alguna cadena española se hace con los derechos de la serie de televisión que, basada en los textos de este escritor de West Virginia, se estrena en Estados Unidos dentro de solo unos días.

Pinchar para leer un fragmento.

 

Entregar las películas y disolverse

Doctor ¿es posible que me guste el cine y me importen un pimiento actores y directores? Se lo pregunto porque disfruto viendo “No habrá paz para los malvados” o “Un cuento chino”, pero no me interesa absolutamente nada ni lo que pueda contarme Antonio Banderas ni el vestido que se ponga María León. Es decir, que la ceremonia de los premios Goya, la llamada de manera un tanto prosaica “fiesta del cine español”, me parece un coñazo insufrible. ¿Será que carezco de sensibilidad? ¿Soy un ignorante antistema? ¿El glamour y yo somos inmiscibles?

En los Goya se supone que hay glamour a cascoporro. Yo escribo con unas décimas de fiebre, viendo la tele desde la mesa camilla, con el brasero en marcha, una mantita sobre las rodillas y una taza de manzanilla con anís entre las manos. Quizá por eso cuando enfocan a Almodóvar solo veo a un manchego con un erizo en la cabeza. Y cuando aparece el ministro Wert me encuentro con toda la mediocridad del Gobierno. Y cuando escucho el discurso González Macho, “internet no forma parte aún de nuestra economía”, me parece que retrocedemos en el tiempo. Doctor ¿Por qué todas las galas de los Goya me parecen la misma pero con un presentador diferente?

El presentador… Comentario aparte merece Eva Hache, la anfitriona de esta última edición, mujer que sin duda tiene un elevadísimo concepto de sí misma. Durante la promo del Telediario dio a entender que ella era el centro de la fiesta. Lo que parecía una broma sin gracia se trataba, en realidad, de un adelanto del contenido de esta 26 edición de los Goya. Hache comenzó cantando y bailando, con el Duque y Belén Rueda como comparsas, jadeándose con frases como “¡Esta es mi noche!” o “¡El público me adora!”. Diez minutos agotadores. El principio del fin.

Superado el primer baile y la primera tanda de chistes, Hache inicia un monólogo pesadísimo que da paso a las primeras nominaciones. ¿Los Goya? No, los Hache. Tras los primeros galardones, la mujer se cambia una y otra vez de traje y regresa para seguir acaparando protagonismo: da paso a unos vídeo-montajes sobre las películas favoritas en los que aparecía Coronado con… Eva Hache, las protagonistas de “La voz dormida” con… Eva Hache, Eduardo Noriega y Sam Shepard con… Eva Hache. “Por favor, fíjense en Eva Hache en los próximos minutos”, suplicaba la voz en off.

Como cada año, prometieron sorpresas, humor, música…y algo de cine. Pero como de costumbre ofrecieron una ceremonia larga y soporífera… con ausencia de talento, lamentable guión (dos chistes sobre la mirada de Trueba, “Coñac Goya, tan bueno que se te va la olla”), un hip hop patético, mucha palabrería y demasiada Eva Hache. ¿Lo mejor? El monólogo de Santigo Segura, una Coixet que recuerda la figura del juez garzón, y un Kike Maíllo, Goya a la mejor dirección jóven por “Eva”, que aprovechó su discurso para reivindicar la educación pública.

“Los directores y actores españoles deberían entregar sus películas y disolverse”, sugería anoche Twitter.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Indian Country

Autor: Dorothy M. Johnson.

Editorial: Valdemar.

Con “Indian Country”, una recopilación de once grandiosos relatos de la escritora de Iowa Dorothy M. Johnson, editorial Valdemar inaugura la colección Frontera, dedicada a la narrativa western de calidad. Este género no tenía demasiada fama en un país, el nuestro, que relacionaba las historias del Oeste con la novelillas de Marcial Lafuente Estefanía que se leían en las guardias de la mili. La propuesta de Valdemar se aleja de esas obras minúsculas y repetitivas: no se puede arrancar mejor una colección “country” que con títulos como “Un hombre llamado caballo”, “La camisa de guerra” o “El hombre que mató a Liberty Valance”.

Historias que hablan de los pioneros, de espacios abiertos y nevadas eternas, de manadas de búfalos y cabelleras cortadas, de resignación, violencia y redención. El viejo y legendario far west.

Dorothy M. Johnson alcanza la intensidad emocional de Cormac McCarthy, describe el espíritu de un país con la calidad literaria de Oakley Hall, puede resultar tan ruda y conmovedora como Charles Portis, y tan sutil, aventurera y costumbrista como Willa Cather. En los cuentos de Dorothy M. Johnson está, no lo dude, lo mejor de la literatura western.

Trending calvorota

Dos personajes han copado la actualidad en las últimas jornadas: Pedro J Ramírez, que ha presentado su nuevo libro arropado por la flor y nata de la derecha española, y Dionisio Rodríguez, que ha sido detenido por la Guardia Civil mientras participaba en el programa de Telecinco “Acorralados”. El Dioni y el Pedro J  son trending topic, temas que marcan tendencia en la red, que es lo máximo a que puede aspirar un ser humano en la actual sociedad de la información.

“¿Cuánto poder tiene Pedro J? ¿Para qué venimos? A veces regalamos el poder por una foto o un titular”, reconoció José Bonó en la presentación del libro de Pedro J. Un chupapollas, que diría un castizo, pero un chupapollas reflexivo y sincero. Tras relamerse los restos orgánicos de las comisuras de los labios, Bono abrió de nuevo la boca en Punto Radio para dejar otro escupitajo: “ETA ya no existiría si el PP y el PSOE hubieran tenido más ganas de derrotarla que de ganar las elecciones”. Pero volvamos a la presentación del libro del director de El Mundo, puesto que junto al político castellanomanchego, y con las manos ensangrentadas de tanto aplaudir,  estaban Rajoy, Esperanza Aguirre, Gallardón, Dolores de Cospedal, Ana Botella, González Pons, Miguel Sebastián y hasta un Zapatero que últimamente no encuentra un hueco  para ir a Rodiezmo, pero sí para asistir a estos actos rosas. Y es que donde esté Carmen Lomana que se quite un barrenero con neumoconiosis…

Lo dicho: la flor y nata de la derecha española arrodillada ante un Pedro J. que cada vez se parece más a Santiago Segura. ¿Por la calvorota? No, por convertirse en hombre-anuncio cuando pone a la venta un nuevo producto. Su descomunal campaña de promoción del libro le llevó ayer a “Espejo Público” (Antena 3), donde fue entrevistado por Sussana Griso. “Es una lástima que una persona con esas aptitudes en la relación personal luego haya sido tan mal gobernante”, dijo de Zapatero, agradeciéndole de esta maneta su asistencia a la presentación del libro apenas doce horas antes. El escorpión y su carácter… Con Rajoy fue, sin embargo más prudente y generoso, sin duda pensando en el futuro: “hay que decir que en estos cuatro años Rajoy ha ido desmontando buena parte de los tópicos que lo señalaban como una persona indolente y poco dotada para la política y poco brillante”.

Pedro J, el Dioni, José Bono y Santiago Segura. La prensa, la economía, la política y el espectáculo. Cuatro formas de entender la alopecia, cuatro seres condenados al trending topic, cuatro tendencias calvorotas que bien podrían ser las cuatro patas de esta España que nos duele como una almorrana del tamaño de un melón de Villaconejos.

P.D.

La foto es acojonante. No tiene desperdicio. El sombrero de Ágata. La mirada lasciva de Rajoy, su babeante boca, sus manos de pulpo. El porte del trio los Panchos…

 

Un motivo para NO ver la televisión

The Reverend Peyton’s Big Damn Band.

Cd: Peyton On Patton.

The Reverend Peyton’s Big Damn Band es una de las más interesantes pequeñas grandes bandas norteamericanas de blues tradicional. Formada por solo tres instrumentistas blancos (Josh Peyton, guitarra y voces; Jayme Peyton, batería; Breezy Peyton, voces) este grupo, respetuosos con las raíces, atento a los nuevos ritmos, obtiene un sonido sorprendentemente simple, fresco y directo. Parecen recién llegados de las montañas, pero miran de reojo a las músicas negras sin soltar sus dobros y sus tablas de lavar.

Su sexto disco, “Peyton On Patton”, es un homenaje al gran Charlie Patton, una leyenda del blues del Delta que no tiene nada que envidiar a Robert Johnson. Suena primitivo y salvaje. Patton se sentiría orgulloso de ellos…