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El pueblo más triste de España

TVE estrenó el pasado lunes un concurso entre aquellos pueblos de la geografía española que pretenden obtener el curioso título de pueblo más divertido de España. Sí, un pueblo de cachondos, de gente tronchante, siempre con ganas de juerga. En el ring proporcionado por la televisión pública se enfrentan municipios murcianos contra aldeas gallegas, villas riojanas contra poblados extremeños. Algunos de los humoristas habituales de la pequeña pantalla, desde Edu Soto a Miki Nadal pasando por Las Virtudes o Leo Harlem, ayudarán a los vecinos a parecer aún más graciosos de lo que en realidad son. “El pueblo más divertido” huele al viejo “Gran Prix”, el del verano y  la vaquilla, e incluye pruebas de habilidad e ingenio, y los inevitables chascarrillos con tradiciones, anécdotas, leyendas, canciones populares y demás zarandajas rústicas. Visto el primer programa, presentado por Mariló Montero y Millán Salcedo, podemos decir que se trata de una bazofia, y que más que divertir entristece al telespectador: ¿Este es el humor de nuestros pueblos? Igual es que la cosa no está para bromas.

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Es bien sabido que Andalucía es una tierra con enorme salero y descomunal gracejo. Por eso sorprende que en el mapa de localidades que participan en “El pueblo más divertido” sólo aparezcan dos andaluces, uno de Sevilla y otro de Cádiz. Insisto, igual es que la cosa no está para bromas. Quizá TVE, la televisión pública española, debería ofrecer en sus telediarios un titular estremecedor que equilibre su tronchante concurso: “El pueblo más triste de España”. Para encontrarlo quizá deberían enviar un equipo de reporteros a Huelva y Campo de Gibraltar, la zona sureña donde la Sociedad Española de Epidemiología alerta de que existe una tasa de mortalidad entre las clases más bajas demasiado alta con respecto al resto del país.

El pueblo más divertido de España podría ser también el más triste. Semejante contradicción se daría en Andalucía, no podía ser de otra manera. La tierra de la saeta y el rebujito, de los nazarenos y las chirigotas, de la economía en b y la estafa de los ERE. El lugar donde cada año se celebra El Rocío, fiestorro por excelencia. Y es que en una aldea de 2.000 habitantes se reúne un millón de peregrinos que, durante una semana, beben como esponjas, comen como limas y bailan como posesos. Y más cosas, que yo lo he visto… Cuando están hasta arriba, se pegan empujones para tocar una estatua. Durante todo este proceso festivo recorren un parque nacional, Doñana, dejándolo lleno de rodadas de coche, de ruido, de mierda y de cadáveres de caballos. Un basurero. El parque más sucio de Europa.

Almonte.-El-Roc+¡o

 

Un motivo para NO ver la televisión

Tú tienes que vivir.

Autor: Sally Perel.

Editorial: Ediciones Xorki.

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Pocas veces he invertido mejor siete euros. Porque eso es lo que cuesta este pequeño gran libro, perfectamente editado y traducido pese a lo ajustado del precio. “Tú tienes que vivir” cuenta la alucinante historia del autor, Salomón Perel, un judío nacido en Peine que finge una nueva identidad para sobrevivir en la alemania nazi. ¿Nombre? Josef Perjell, dice adaptando el verdadero. Y con esa identidad es asignado a la 12ª división de tanques del Wehrmacht. Mientras, su familia se pudría en el gueto y en campos de concentración.

“Era un luchador solitario en un mar de cruces gamadas, con el único objetivo de aplazar al máximo la ejecución de la sentencia de muerte, dictada contra mí por el mero hecho de ser judío”, escribe Sally en estas emocionantes memorias. “Si, a fecha de hoy, sigo vivo y puedo contar esa historia, es porque aprendí a comportarme como ellos y a interpretar, sin vacilar, el papel de joven nazi”.

Convertido en Josef, Sally sobrevive durante años entre los verdugos de los suyos. Levanta el brazo y saluda gritando “Heil Hitler!”, esconde su pene circuncidado en las duchas, y solo cuenta su secreto a un médico homesexual nazi que intenta abusar de él. Una vida en el filo, temiendo ser descubierto, que le permite conocer las entrañas de “la teoría de la raza”. Una teoría terrible que se desmonta cuando su profesor le elige como “descendiente típico de la raza báltico-oriental”. “En ese momento se acababan de declarar absurdos miles de trabajos de investigación de los llamados científicos de la raza nazi”, escribe en uno de los pocos momentos divertidos que le depara su tensa situación. “De repente, me consideraba como un ario puro… Te doy las gracias, mensajero del reino de Satanás. Me acabas de devolver la esperanza”.

El 21 de abril de 1945 cumplió veinte años. La pesadilla había durado seis años, “cuatro de los cuales había sido privado de mi auténtica identidad y obligado a ser otro”. Unas memorias emocionantes, que vienen a sumarse a la enorme colección de literatura del Holocausto.

“No soy religioso porque Dios y Auschwitz son incompatibles”, dice Sally Perel en una interesante entrevista.