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Canta, político, canta

En el Partido Popular de Aragón han tenido los cojonazos de pedir a Pablo Echenique, secretario de organización de Podemos, que abandone la política por cantar una jota picante durante una cena con amigotes. Ya sabe, un clásico: “Chúpame la minga, Dominga…”. El vídeo, la tipica grabación cutre realizada con un teléfono móvil durante la juerga, ha sido emitido por todos los informativos de televisión junto a imágenes de, por ejemplo, el terremoto de Italia o un atentado en Turquía.

Lo del PP ya sabemos que no tiene nombre. Bueno, sinvergonzonería se le aproxima bastante. Y desfachatez. Y desvergüenza. Y… El hecho de que un partido político al que la Guardia Civil califica de “organización criminal” descalifique a un rival por cantar una jota en una cena privada es el colmo del cinismo y de la hipocresía. Pero del PP ya no nos sorprende nada, ¿verdad? “En el Partido Popular la fiesta no se acaba nunca”, reconoció Ricardo Costa, el secretario general del PP valenciano que necesitaba 100 gramos de caviar y se los pedía al Bigotes.

Más preocupante que lo del PP, una banda de delincuentes sin posibilidad de redención, es lo de los medios de comunicación. Ver cómo Echenique cantaba esa jota guarra, sin afinación ni salero, ha sido un insulto para el telespectador. Queremos que los políticos canten, es cierto, pero no de esta manera. Queremos oir a Bárcenas por seguidillas, y a Barberá por bulerías. Queremos escuchar a Granados rapear. Queremos un coro angelical con Galeote, López Viejo, Sepúlveda, Sonia Castedo, Fabra, Matas y todos los que quieran incorporarse a la fiesta, interpretando viejos éxitos gospel. Y los queremos para, una vez todos reunidos, escuchar el que debería ser su canto del cisne. Otra canción tradicional, esta vez  en el más puro estilo Negro Prison Song…

Un motivo para NO ver la televisión

Cuentas pendientes

Autores: Sergi Álvarez y Sagar.

Editorial: Astiberri.

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Este es un cómic para aquellos que no pueden vivir una vida sin música. Y sin novela negra. Gente con criterio, evidentemente. Para ellos el guionista Sergi Álvarez y el dibujante Sagar Forniés han dado lo mejor de sí mismos y han creado un personaje inolvidable: Lefty Palmer, un pianista con los dedos rotos y la suerte en contra que, como en las mejores películas de los hermanos Coen, se ve implicado en una enloquecida cadena de acontemientos. No falta de nada. Violencia, amor, deudas, ambición, sexo, una mujer fatal y muchos hombres fatales, un chulo, un tratante de arte, un pintor de éxito, montones de policías… y un jockey sin suerte.

“Un hombre puede ser honesto o ambicioso, pero no las dos cosas. Tarde o temprano tendrá que elegir”.

Bueno, la verdad es que en “Cuentas pendientes” es más fácil encontrar un unicornio azul que un ápice de suerte. El guión de Álvarez bebe de los clásicos policiacos, y el dibujo de Sagar insiste en un respetuoso blanco y negro aliñado con grises. El ambiente ideal para hablar de la oscuridad que bordea las ciudadas, ese lugar sin futuro en el que terminan todos aquellos que no tienen ninguna posibilidad de ganar. Nuestro pianista lisiado es uno de estos perdedores de manual. Y se ve envuelto en una espiral de violencia y fracaso por algo que quizá está usted sospechando: “no puedo imaginar la vida sin música. Por eso estoy aquí”.

“Cuentas pendientes” es un sólido paso adelante en la larga y jugosa relación entre el cómic y el género policiaco. Viene siendo así desde mediados de los setenta, cuando Muñoz y Sampayo dieron vida a Alack Sinner. Como ellos, Álvarez y Sagar ofrecen la mezcla perfecta de aspereza y lírica sentimentalidad como para garantizar al lector páginas y páginas de placer inteligente.

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