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El hombre que vió cambiar la historia de la música

Un motivo para NO ver la televisión

Testimony

Autor: Robbie Robertson.

Editorial: Alfaomega / Neo Person.

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Toda la grandeza de este libro, la autobiografía de un músico fundamental para entender la historia del rock, podría resumirse en una de las fotografías incluidas en el mismo. Se trata de una imagen en blanco y negro, reproducida a pequeño tamaño, poco más de un cuarto de página, en la que el protagonista, Robbie Robertson, aparece en segundo plano, al fondo de una sala, sentado, con gafas de sol y expresión aburrida. A su derecha está John Hammond, y en primer plano, de pie, Bob Dylan. Robertson fue uno de los invitados, no se lo pierda, a la sesión de grabación de “Like a Rolling Stone”. Robertson y su grupo acompañaban al Dylan eléctrico y desbocado cuando, en el mítico concierto del 17 de mayo de 1966 en el Free Trade Hall de Manchester, el público le llama “Judas”. Robertson lo cuenta todo, y muchísimas cosas más, en este libro.

Guitarrista de The Band, el canadiense estuvo siempre en el lugar preciso en el momento adecuado. Por eso en este maravilloso viaje al pasado en forma de autobiografía, subtitulado correctamente “Los acontecimientos que cambiaron la música”, van pasando los personajes más importantes e influyentes de rock, el cine y el arte de los años 60 y 70. Desde Johnny Cash, Muddy Waters o Bo Diddley a Andy Warhol, Marlon Brando o Martin Scorsese. Cientos de nombres, de artistas grandiosos, que en algún momento se cruzaron con Robertson en la vida o el escenario.

“Poco después recibí una llamada de la oficina de Albert Grossman. La persona que contactó conmigo me preguntó si me apetecía ir a la ciudad cuando tuviera un día libre para reunirme con Bob Dylan. Solo le había visto aquel día que fui al estudio con John Hammond, cuando estaba grabando “Like a Rolling Stone”. Le pregunté a los chicos si conocían la música de Bob. Yo no estaba muy familiarizado con ella, aunque recordaba un tema que había sacado unos años antes, titulado “Oxford town”. Sonaba sincero y el tono de su voz me había llamado la atención. Richard dijo que una de las canciones de Bob, “Subterranean Homesick Blues” le recordaba al tema de Chuck Berry “Too Much Monkey Bussines”.

- Sí –dije yo- ese fraseo rítmico con stacatto se parece bastante”.

Robertson estuvo allí. Y afortunadamente no solo tiene una memoria prodigiosa, sino que ha sabido escribir todas esas anécdotas de manera espléndida: evitando innecesarios detalles escabrosos, pero recreándose en todos aquellos momentos que fascinan a los aficionados al rock and roll. Músicos legendarios que aparecen y desaparecen, instrumentos y equipos de sonido, productores y managers, giras interminables, groupies y drogas, grabaciones inolvidables, amistades inquebrantables y estafadores profesionales… y todo contado de manera respetuosa, amena y apasionada. Robertson ha escrito 600 páginas que ojalá hubieran sido 1.200: controla el ritmo narrativo con el mismo talento y desparpajo con que domina los tiempos musicales, convirtiendo cada párrafo en un acorde que encaja perfectamente con el anterior y el siguiente. El resultado se llama “Testimony”, y se lee con el mismo cadencioso deleite con que se escucha “The Night They Drove Old Dixie Down”.

“Nos alojamos en un motel y volvimos al club aquella noche con la intención de empezar a tocar a las nueve en punto. El público lo componían menos de diez personas. El local estaba tan vacío que podías entablar conversaciones individuales con la audiencia.

A mitad de la primera canción, una chica comenzó a bailar desde el final de la sala en dirección al escenario. Cuando estaba lo suficientemente cerca me di cuenta de que se trataba de una gogó con un solo brazo contratada por el propietario para animar a que la gente se levantara y se pusiese a bailar. Bailó alrededor de una mesa, haciendo señales con su único brazo hacia las personas que estaban sentadas. Nosotros nos hallábamos en trance, observando cómo los clientes se esforzaban por evitar su mirada, aunque finalmente su brazo giratorio consiguió que aquellos intrépidos que se habían atrevido a mirar asintieran con la cabeza en señal de aprobación. Cruzó la sala bailando el Twist hasta llegar a la zona que quedaba delante del escenario y nos regaló unas cuantas piruetas y giros, como si todos formáramos parte de la misma atracción. Y después, sin previo aviso, se lanzó al suelo e hizo un spagat. Casi me meo encima”.

“Testimony” viene a sumarse a la larga lista de autobiografías de grandes músicos que se han publicado en los últimos meses. Y resulta tan recomendable como la que más. Menos personal pero más documental y cautivadora que la de Springsteen. Cien veces más intensa y jugosa que la de Dylan. Una obra maestra del género que no debe faltar en ninguna biblioteca rocanrolera.

 

Innovación, liderazgo y periodismo

La batalla por el liderazgo entre los diarios digitales españoles es despiadada. Tanto El Mundo como El País, conocedores de la importancia del 2.0 para el futuro de sus empresas, están poniendo toda la carne en el asador en sus respectivas webs. Gracias a esa legítima ambición salimos ganando los lectores, que disfrutamos de su grandiosa capacidad de innovación, su descomunal talento y su innegable potencial para sorprender. Primero fue elmundo.es quien nos dejó con la boca abierta colgando en su web un videoblog de, quién lo iba a imaginar, Pedro J Ramírez, leyenda del periodismo nacional, prestigioso analista y modelo de integridad profesional. Para contrarrestar este bombazo,  elpaís.com ha jugado fuerte y, en un alarde de creatividad y chispa, arriesgando tanto como los tiempos y las circunstancias exigen, ha presentado a bombo y platillo el videoblog de, seguro que ni se lo pueden imaginar, Iñaki Gabilondo, otra leyenda viva de la información en España.

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Tras ver y escuchar a Pedro J y a Gabilondo, y a la espera de que el PP se incorpore a esta ola de  modernidad audiovisual con un videoblog de Manuel Fraga, debo confesarle que estoy pensando muy seriamente en correr a la tienda y comprar un iPhone, una tableta, una Blackberry, darme de alta en todas las compañías telefónicas y suscribirme a todos los diarios digitales de pago. Ya sé que es caro y que, dada mi situación laboral, tendría que hacer algún sacrificio, como suprimir la insulina de mi madre o hacerme con el control del narcotráfico en el valle del Tiétar. Pero creo que el esfuerzo merecerá la pena: tras disfrutar de los videoblogs de Pedro J y Gabilondo está más claro que nunca que el futuro del periodismo está en la red.

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¿Quién dijo que la crisis de los diarios se debía a la ausencia de talento? Aquí tiene, en abril de 2011, en plena explosión multimedia, la genial y revolucionaria apuesta de nuestros dos grandes periódicos por el futuro en internet. Las opiniones de Pedro J y Gabilondo. Con dos cojones. Lo mismo que leíamos hace años en el periódico y veíamos en CNN+ antes de que la cerraran, pero grabado ahora con una cámara y colgado en la red. Frescura, dinamismo, creatividad, sorpresa, interactividad… ¡Y luego dicen que no los tienen bien puestos quienes manejan el cotarro de la información! Tomar esta clase de riesgos solo está al alcance de unos pocos visionarios, esos valientes que luchan por devolver la dignidad y el prestigio al periodismo desde la red.

¡Sigan arriesgando así, coño, que los lectores nos estábamos aburriendo! Espero con auténtica impaciencia que El País y El Mundo no se detengan en su afán revolucionario, y sigan sorprendiéndonos con nuevos y geniales videoblogs. Me  atrevo a sugerirles algunas ideas… ¿Qué tal Agatha Ruiz de la Prada con uno para daltónicos en elmundo.es? Divertido, no me cabe duda. ¿Y Karmentxu Marín ofreciendo una inteligente a la par que tronchante videoblogentrevista en elpais.com? ¿Imaginan a  Jiménez Losantos potando cada mañana en elmundo.es? El lector que averiguase el desayuno del locutor por el color de su bilis recibiría una suscripción gratuita a Orbyt. ¿Y qué me dicen de un videomaster en gestión de empresas impartido por Cebrián? Elpais.com lo tendría colgado en portada toda la mañana.

P.D.

Una cosa tiene que quedar clara: Gabilondo dormido es más interesante que Pedro J cargado hasta las trancas de anfetaminas. Es decir, que incluso en la mediocridad de los medios destaca el sentido común de los buenos periodistas. Gabilondo es uno de estos últimos…

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P.D.2

Si le digo que Ana Rosa Quintana “prescinde de la exigible veracidad” usted dirá que vaya noticia, que eso ya lo sabe todo el mundo. El lector más guasón dirá que la culpa la tendrá su negro, que no se documenta con rigor. La noticia no es que lo digamos nosotros, es que lo dice la Justicia. Con seis años de retraso, bien es cierto, el Tribunal Supremo confirma una sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid que condena a Ana Rosa Quintana por vulnerar el honor y la intimidad de la actriz Arancha del Sol y de su marido el torero Finito de Córdoba. La Sala considera que las afirmaciones de la “periodista” sobre las infidelidades de la pareja “prescinden de la exigible veracidad”. Tendrá que indemnizar a cada uno de los demandantes con 50.000 euros.

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Un motivo para NO ver la televisión

Robbie Robertson.

Cd: How To Become Clairvoyant.

El gran Robbie Robertson, guitarrista de The Band, el grupo que acompañó durante años a Bob Dylan, acaba de editar su nuevo disco en solitario. El canadiense es una leyenda, y un virtuoso, pero también un músico humilde apegado a las tradiciones y a las músicas populares. Este quinto álbum como solista (solo ha grabado cinco discos desde 1987) es una nueva demostración de buen gusto y precisión. Robertson es un guitarrista excelente, pero prudente, que parece confiar más en las canciones que en la contundencia de un riff o un “solo”.

El ex compañero de Rick Danko, Richard Manuel y compañía firma todas las canciones en solitario, excepto dos, compuestas junto a Eric Clapton y una, la balada instrumental “Madame X”, firmada en solitario por este último. Además de  Clapton participan en “How To Become Clairvoyant” músicos tan conocidos como Steve Winwood o Tom Morello. El resultado es un disco intenso, elegantemente producido, con multitud de detalles jugosos, que en ocasiones suena “adulto” y en otras efervescente. Un trabajo de largo recorrido.

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