Me gusta el fútbol. A rabiar. Pero reconozco que en su versión más comercial y televisiva está haciendo un daño irreparable a nuestra sociedad. Transmite una imagen agresiva, sucia y empobrecedora del deporte. Es un ejemplo nefasto para los ciudadanos, sobre todo para los más pequeños. El fútbol sugiere que ganar lo justifica todo, y nos invita a ser tramposos, insolidarios, mezquinos, violentos. Nos hace peores personas. ¿No me cree? Entonces es que no vive el fútbol en toda su intensidad…Métase un dedo en el ojo y piense en Mourinho, el tipo que está cubriendo de mierda la supuesta inmaculada imagen del mejor club del mundo. Salga al balcón, grite “¡catalanes hijos de puta!”, y siéntase tan español como un niño frente al televisor de un bar. Péguele una patada en los testículos a su marido y pregúntele: ¿cariño, cómo ha quedado Osasuna? Y no olvide jamás que en España solo hay una imagen más repugnante que la del político corrupto, el constructor desalmado o el nuevo rico ignorante, despilfarrador y soberbio: la del presidente de un club de fútbol. Jesús Gil, el ciudadano que reunía las tres miserias en un solo corpachón, fue ejemplo perfecto.