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MC

Un equipo de investigadores capitaneado por un médico forense ha encontrado, en la cripta del madrileño convento de las trinitarias, un ataúd con unas iniciales, MC, formadas con tachuelas. Dos letras que podrían corresponder a “Mari Carmen” pero que, según los expertos, indican que estamos ante el féretro del escritor Miguel de Cervantes. Una buena noticia: se ve luz al final del túnel. La búsqueda de los restos del autor de El Quijote comenzó hace un año, con una partida de presupuesto municipal para la primera fase de 12.000 euros que no ha hecho sino crecer.

En la radio, un tertuliano dice que sí, que muy bien lo de la tumba de Cervantes, pero ¿y la de García Lorca? La búsqueda del cuerpo del poeta andaluz comenzó en 2009. Desde entonces se han sucedido los fracasos y los gastos: más de 25.000 euros.

Coinciden las búsquedas de estos ilustres desaparecidos con el 70 aniversario de la liberación de Auschwitz. Fecha muy señalada en la que todos, incluidos los medios más conservadores (“Nunca más”, dice ABC en portada), recuerdan compungidos la barbarie nazi, el Holocausto, los millones de deportados, torturados y muertos. Se acaba de editar el libro “Los últimos españoles de Mauthausen” (Carlos Hernández de Miguel, Ediciones B), y hasta los tertulianos más carcas se tiran de los cabellos recordando la suerte de los 9.000 españoles que, por defender la democracia, acabaron en ese campo de concentración.

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¿Y el resto de desaparecidos, esos muertos sin pedigrí que permanecen en las cunetas? Sí, esos entre 80.000 y 100.000 ciudadanos españoles que no escribían como Cervantes o como Lorca, pero que lucharon como los primeros por la libertad y la democracia. Sí, víctimas del fascismo, de una dictadura que conocía el destino de los españoles enviados a los campos de exterminio nazis, de un franquismo que se mostró despiadado e implacable tras la victoria.

Busquemos los cuerpos de Cervantes y de Lorca, emocionémonos recordando la liberación de Auschwitz, y lloremos escuchando los testimonios de los supervivientes de Mauthausen. Pero no seamos tan miserables, tan hipócritas, como para olvidar que aún quedan en España 2.000 fosas comunes con miles de ciudadanos enterrados como perros.

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Un motivo para NO ver la televisión

Mercado de invierno.

Autor: Philip Kerr.

Editorial: RBA.

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“La religión oficial de este país no es ni el cristianismo, ni el islam, sino el fútbol. La gente ya no va a la iglesia a rezar. Al menos, no los domingos. Porque la gente lo hace en el fútbol. Dad un paseo por el estadio en cualquier momento y escuchad las plegarias de nuestros creyentes. Este es su lugar de culto. Este equipo es su credo”. Quien escribe este párrafo es Philip Kerr, un autor de éxito gracias a una serie de novelas negras ambientadas en la Alemania nazi.

Con “Mercado de invierno” Kerr da un giro brutal a su carrera. Sigue escribiendo dentro del género policíaco, pero ahora desde una perspectiva bien diferente: la Premier League, la liga de fútbol británica, con su mezcla de pasiones y desengaños, de victorias y fracasos, de jugadores, entrenadores y hooligans. Scott Mason, segundo entrenador del London City, es un tipo culto, millonario y ex presidiario que odia a la policía y ama el fútbol sobre todas las cosas. El asesinato de su jefe y primer entrenador, un portugués que podría ser Mourinho pero se llama Joao Zarco, le obliga a ejercer de investigador privado. Una tela de araña de dinero, envidias, ambiciones y fanatismo se ciñe sobre un caso por el que desfilan personajes de diferentes pelajes: el propietario del club, un millonario ucraniano, los futbolistas más endiosados e irresponsables, los medios de comunicación, los empresarios que hacen negocios alrededor del balón…

“Inglaterra ha dado muchas cosas buenas al mundo, pero el fútbol es el mayor regalo de todos”, escribe un Kerr que firma una novela ligera, bien construida, repleta de detalles futboleros, que disfrutarán los amantes del balón y aburrirá a quienes estén saturados de ronaldos, messis y compañía.

Solidaridad española

Una de las grandezas de España es la solidaridad. El español puede ser corrupto, ladrón,  infiel, asesino o incluso ejercer de notario, minucias que no impiden que, en el recodo más profundo de su alma, atesore la cantidad de buenos sentimientos necesarios para considerarse profundamente solidario. Es decir, que los españoles en el fondo somos buena gente, que tenemos un corazón que no nos cabe en el pecho, que en nuestra casa donde comen dos comen diez, que esta ronda la pago yo, que aquí me tiene usted para lo que quiera. En España tenemos el Festival Solidario de Cine de Cáceres, el mercadillo solidario de Carmen Lomana para las Hijas de la Caridad y las Hermanitas de los Pobres, el maratón  solidario de la Nuevas Generaciones de Benidorm, las galas solidarias de las cadenas privadas de televisión (hasta arriba de publicidad), el disco solidario de Alejandro Sanz… Y así hasta el infinito.

En España somos solidarios hasta decir basta. ¡Basta pues! El límite de la solidaridad mal entendida seguramente está en la adhesión de la gran mayoría de presidentes de equipos del fútbol español con José María del Nido, ex presidente del Sevilla condenado a siete años de prisión por meter mano en la caja del ayuntamiento de Marbella. Tipos tan conocidos como Florentino Pérez, Sandro Rosell, Enrique Cerezo, José María Villar, presidente de la Federación Española de Fútbol, o Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Profesional, han iniciado una campaña para evitar el ingreso de Del Nido en prisión. 29 de los 40 presidentes de Primera y Segunda división han firmado pidiendo su indulto.

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El fútbol español es una organización mafiosa. Por si alguien lo dudaba, ahí tiene esa reunión de capos, que recuerda a aquella celebrada en 1946 en la Habana con Vito Genovese, Giuseppe Magliocco, Lucky Luciano y compañía. La nueva Camorra del balón haciendo piña con Del Nido, uno de los nuestros, defendiendo con uñas y dientes no ya sus miserables gestiones futboleras, sino su capacidad para delinquir en la sociedad civil: los jueces consideran probado que Del Nido facturó millones de euros al consistorio marbellí entre 1999 y 2003 por servicios jurídicos que nunca llegó a prestar. Malversación y prevaricación. Siete años en chirona. Del Nido, a la jaula.

Cuando Florentino Pérez, Rosell, Cerezo y compañía piden el indulto para un individuo que ha robado millones de euros a los ciudadanos de Marbella demuestran una solidaridad descomunal, desproporcionada, española. Piden para ellos mismos, una raza exquisita y privilegiada, la élite. Piden para un ganador en apuros. Benditos sean estos grandes hombres, y bendita sea su forma de gestionar el fútbol, de entender el deporte, de hacer negocios.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Un hombre sin aliento.

Autor: Philip Kerr.

Editorial: RBA.

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No había leído nada de Philip Kerr, un escritor escocés al que consideraba autor de best sellers policiaco-históricos. No me gusta demasiado ese subgénero negro. Error. Kerr ha situado las aventuras de su personaje estrella, el detective Bernie Gunther, en una época fascinante: la Alemania nazi. “Un hombre sin aliento”, su última novela con este peculiar sabueso como protagonista, ha ganado el III Premio internacional de novela negra RBA. Y creo que de manera muy merecida: te mantiene enganchado desde la primera a la última página, condición indispensable de todo premio policíaco que se precie.

“Un hombre sin aliento” arrastra al lector a uno de los momentos más tristes, violentos y sórdidos de la historia: el campo de batalla entre alemanes y rusos en el invierno de 1943. Un lugar deprimente, Smolensk, cubierto de nieve y sangre. El detective Gunther odia a los nazis, pero trabaja junto a ellos en la Oficina de Crímenes de Guerra del Alto Mando Militar. Y recibe la orden de investigar los restos humanos desenterrados por un lobo hambriento en el bosque de Katyn, en las afueras de Smolensk. Podría tratarse de una fosa común con 4.000 soldados polacos asesinados por el ejército ruso, una perfecta herramienta de propaganda en manos de un Josep Goebbels que encarga personalmente la misión a nuestro hombre.

Todo se complica cuando a los cuerpos en descomposición se añade la aparición de un asesino de soldados alemanes. Gunther investiga los dos frentes abiertos, y combate sus demonios: odia a los nazis, “es difícil estar orgulloso de la patria cuando tantos compatriotas se comportan con una brutalidad tan despiadada”, pero es capaz de matar a sangre fría como hacen ellos.

Bien construida, con un increíble ritmo, toneladas de humor negro y decenas de personajes inolvidables, entre los que hay espacio para un fascista español, “Un hombre sin aliento” es una novela bien escrita, excelentemente documentada y enormemente adictiva. Francamente brillante.