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No estoy muerto, estoy en Telecinco

Imagine su peor pesadilla. Sí, ese momento que bajo ningún concepto le gustaría vivir. No sé, déjeme pensar… Tener que besar en la boca a Carmen de Mairena o en el cuello a José Manuel Lara. O aguantarle diez asaltos a Mike Tyson. O tomarse un café con Aznar para que le explique las miserias del nacionalismo y la grandeza de la unidad de España. O… Pues el otro día viví, gracias a Telecinco, una de esas pesadillas capaces de desorganizarnos neurosicológicamente y provocarnos trastornos mentales irreversibles: Pedro Ruiz y María Teresa Campos cantando a dúo el “Quizás, quizás, quizás” de Los Panchos.

Al homicidio sonoro, que tuvo lugar en horario infantil, habría que añadirle un agravante más: mientras Pedro Ruiz y María Teresa Campos destrozaban el bolero, en unas pantallas a sus espaldas se podía ver a los Hermanos Calatrava. Sí, también al feo. Para colmo de males, la cruel ironía del título del programa que ofrecía tal cúmulo de despropósitos: “¡Qué tiempo tan feliz!”. Y no se pierda usted la justificación de la cadena de Paolo Vasile para invitar a un ser como Pedro Ruiz y darle la oportunidad de cantar y hasta de hablar en directo: presentaba su nuevo espectáculo, titulado “No estoy muerto estoy en el Apolo”.

¿Acaso no está sufriendo bastante el ciudadano español con la crisis? Pues parece que nos quieren machacar aún más. ¿La degradación humana no tiene límites? No cuando se trata de la televisión. Por si le sirve de consuelo, le diré que en otros países están todavía peor que nosotros. Si no me cree ahí tiene Afganistán.

No me refiero ni a las atrocidades de la guerra, ni a la miseria, ni al narcotráfico, ni a los talibanes, ni a otras obviedades. Me refiero al inminente desembarco en el país asiático de Ana Obregón. Como se lo cuento. La bióloga y guionista asegura estar preparando un proyecto “muy del estilo de Homeland”, y dice que las primeras escenas se rodarán en Afganistán. Para tranquilizar a la población afgana, suficientemente maltratada por la vida, me gustaría decir tres cosas: que la noticia es una exclusiva del diario ABC, que a Obregón se la conoce como “Antoñita la fantástica”, y que hizo estas declaraciones no en el Midem que acaba de celebrarse en Cannes, sino en el Festival Taurino de Chinchón. Donde el anís.

Un motivo para NO ver la televisión

La costa bárbara.

Autor: Ross Macdonald.

Editorial: RBA.

La editorial RBA presta una atención muy especial al género negro. Por un lado edita novedades importantes, como pueden ser los últimos títulos de Michael Connelly o Denis Lehane, auténticas estrellas. O del menos conocido pero fascinante David Peace, británico que revolucionó la novela policiaca con una tetralogía sobre el destripador de Yorkshire. RBA ha lanzado recientemente “Tokio Año Cero”, su última obra.

Pero hoy quería hablar de sus ediciones de clásicos. Decenas de títulos fundamentales, la mayoría reediciones, que ponen a disposición de los lectores más exigentes libros difíciles de encontrar, y que son toda una garantía de calidad. Dashiell Hammett, Jim Thompson, Lawrence Block, Chester Himes, James M Cain, Eric Ambler… Decenas de nombres imprescindibles, entre los que no podia faltar Ross Mcdonald. Hasta nueve títulos se pueden encontrar del escritor californiano, considerado por muchos como uno de los clásicos del negro USA.

Uno de ellos es “La costa bárbara”, una novela negra en la que no falta de nada. Muertos de manera violenta, un detective de corte clásico (Lew Archer), numerosos personajes implicados de diferentes maneras en los crímenes, policías corruptos y decenas de pistas falsa, de hombres que intentan aparentar lo que no son y de mujeres que son lo que nadie imaginaba. Emoción y suspense desde la primera a la última página. Como tiene que ser.

 

Autoayuda

La estrella de la televisión Pedro Ruiz presenta hoy su nuevo libro, que se titula “Al hijo que no tengo” y se subtitula “Una filosofía de vida práctica, sincera y valiente”. En la editorial aseguran que “Ruiz hace un recorrido por todos los temas importantes sin andarse por las ramas ni caer en sensiblerías, sermones ni dogmatismos. Con una sinceridad y un valor que desarman”. Si después de leer esto a usted le queda alguna duda sobre si comprar este libro o gastarse los 17,50 euros en drogas, le diré que cada ejemplar va acompañado de un CD con canciones inéditas del autor.

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Si la palabra “autoayuda” tiene sentido, éste es el momento de demostrarlo. Si la psicología de baratillo puede mejorar la salud mental de un solo ser humano, éste es el momento de intentarlo. Si la inteligencia emocional y el autoconocimiento de todo a cien funcionan, nunca tendrá mejor ocasión de probarlo que la que nos ocupa. Porque pocas personas necesitan que les echen una manita tanto como este veterano presentador, un hombre que pasará a la historia de la televisión por su entrañable papel protagonista en el ya clásico micro espacio “el libro gordo de Pedrete”.

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Después de ver y escuchar “La libertad”, pieza maestra de la televisión moderna, es evidente que Pedro Ruiz necesitaba ayuda desde hace años (la grabación es de 1985). No la recibió, y las consecuencias fueron terribles: en la cuesta abajo de una carrera decadente protagonizó “Doce horas sin piedad” (Veo 7), la entrevista más larga de la historia de la televisión, un esperpento de proporciones grandiosas diseñado para entrar en el libro Guinness de los Récords. Y luego “pa na”: la artista serbia Marina Abramovic ha concebido una performance en la que, durante dos meses y medio, permanecerá 716 horas delante de una cámara. El caso de Abramovic y el de Ruiz tienen algo en común: el contenido importa un pimiento.

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“El mal trato a los mayores es la violencia domestica menos detectable”, aseguraba ayer El País en un estremecedor reportaje a doble página. Increiblemente el texto no hablaba de esta cancioncilla de Pedro Ruiz, pero sí de que “hay leyes para proteger a menores, no a los mayores”. Ruiz, o Pedrete, como prefieran, necesita una ley para él solo. Me temo que en el caso de ególatras desbocados no puede haber mayor ironía que la autoayuda.

Lo que diga la rubia (y Zapatero)

“Hay una campaña para demonizar y destruir a Zapatero”, asegura en un tono entre paranoico y apocalíptico el bueno de Pepiño Blanco. Estoy completamente de acuerdo con el mastín del presidente. Lo que no tengo tan claro es quiénes son, y en qué montañas o desiertos lejanos se esconden, aquellos que han diseñado semejante magnicidio político. La oposición, sin duda está en el lío: es su obligación. Pero ¿nadie más? Blanco acusa, qué cosas tiene uno que escuchar, a la prensa internacional. Barreda a la inmovilidad de su propio partido y al exceso de ministros. Los ministros, al equipo de comunicación de Moncloa. Moncloa a Almunia, por comparar a España con Grecia. Rubalcaba al PP, por no tener proyecto. Pajín, a los acontecimientos cósmicos planetarios. ¡Pobre Zapatero, demonizado y en periodo de destrucción! Pedro J., que hasta hace poco le apuñalaba una vez a la semana, ahora le apuñala todos los días. Público, su último refugio mediático, le sacude algún mamporro: “El paro supera la barrera”, “El 50% apoya una huelga general”, “El Gobierno en su laberinto”. Y qué me dicen de PRISA…

Precisamente con la crisis personal que atraviesa Zapatero, carne de diván, arrancó “Lo que diga la rubia”, el nuevo magacín de Cuatro para la sobremesa. “El Presidente ha llevado su parecido con Mister Bean demasiado lejos: después de dos legislaturas sus bromas no nos hacen gracia”, dijeron en el comienzo de su primer tema. Está claro que Zapatero se ha convertido en el sparring perfecto, y cualquier programa de humor que se precie tiene que comenzar con una broma a su costa. Mal asunto. Para Zapatero, y para lo que diga la rubia, que no es otra que Luján Argüelles, la presentadora.

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“Lo que diga la rubia” es un programa de actualidad de sencilla estructura que, seguramente por el exceso de temas, la velocidad a que se suceden, y el poco interés de los mismos, resulta un tanto mareante. Es difícil conseguir el equilibrio entre ritmo, precisión y originalidad de contenidos de “El hormiguero”, por poner un ejemplo cercano. En “Lo que diga la rubia” arrancaron con “Desmontando la actualidad”, las noticias en clave de humor contadas con la ayuda de un hada enana que me recordó, maldita sea, al patético Pedro Ruiz del Libro Gordo de Pedrete. Después ofrecieron un consultorio sentimental, presentado por el actor Santi Rodríguez e ingeniosamente llamado “consultorio santimental”. Inmediatamente después llegó un espacio de “moda divulgativa televisiva” presentado por Josie, ese estilista soso y hortera más visto que el TBO. Un debate del corazón con varias tertulianas, una de ellas, no se lo pierdan, Francin Gálvez. Un supuesto especialista en internet recopila las típicas chorradas de YouTube. Y una de las concursantes de “Pekin Express”, el programa de Cuatro, participa en un debate sobre “Perdidos en la tribu”, el reality antropológico de… ¡Cuatro!

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Muchas, muchísimas cosas, es cierto. Y la mayoría muy correctas, en cuanto a presentación, decorado, iluminación y demás zarandajas televisivas. Pero absolutamente nada para recordar. Ninguna idea, ni una sola, innovadora, imaginativa o sorprendente. Ni un colaborador espectacular. Ni un enfoque original o un guión tronchante. En “Lo que diga la rubia” todo resulta tan obvio y gris como los sketches y la brevísima parodia de las telenovelas que protagonizan Edu Soto y compañía. La rubia y Zapatero, un comienzo y un final nada brillantes.

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Un motivo para NO ver la televisión

Willy DeVille

He recuperado un viejo vídeo de los buenos tiempos, cuando se hacían programas de televisión con música en directo (¡Buenafuente, resiste!). Y con los amigos. Aquí está “El peor programa de la semana”, con Wyoming, Trueba, Reverendo y su banda… y el desaparecido Willie Deville, uno de los grandes, en una versión tremenda del clásico “Stand By Me”

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