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La Pantoja canta

“Soy una simple cantante que os ha servido de puta madre”, grazna la Pantoja en la entrevista que lo está petando en Antena 3. La Pantoja ha visto la luz en la corrupción lampante que asola el país. No está sola en esto, y se viene arriba hasta el punto de compararse con la realeza: “soy como la infanta, pero sin sociedad a medias. ¿Por qué a ella no le pasa nada?… Si todos los españoles fuéramos iguales, por qué al señor Urdangarín se le han quitado tantas cosas… ¿Por qué no se le ha detenido, por qué no se trata a todos los españoles por igual?”.

La entrevista no estará incluida, se lo aseguro, en las próximas ediciones del libro “Las grandes entrevistas de la historia” (Aguilar), el clásico de Christopher Silvester. Sin embargo quizá forme parte de los manuales de supervivencia de televisiones chuscas de bajo costo. Realizada por teléfono en el pasado mes de febrero, con la Pantoja caliente llamando como aludida tras finalizar un programa, la entrevista terminó guardada en un cajón. Recuperada estos días, resulta que la charla entre el equipo de “Espejo público” y la tonadillera es un prodigio de rentabilidad económica: con presupuesto cero, está valorada en un millón de euros.

¿Un millón de euros? En eso cifran la rentabilidad de la conversación, un alarde de victimismo y chulería. Sí, quizás sea una choriza, viene a decir la madre de Paquirrín, pero ¿quién no lo es en este país tan maravilloso que tanto me quiere?

En España hemos pasado en muy poco tiempo de los debates de Balbín en “La clave” a los de Jordi González en “La noria”. Una decrepitud que se ha notado incluso en el género entrevista, donde hemos ido de un Jesús Quintero, en ocasiones brillante y en otras patético, a una llamada telefónica emitida meses después con una imagen fija de fondo. Televisión estática y antiestética.

P.D.

Pastora Soler ha dicho, nada más llegar del festival de Eurovisión, que quiere grabar “Quédate conmigo” en inglés. Por si el tema de Gibraltar no hubiese tensado suficientemente las relaciones entre España e Inglaterra, ahí tenemos a Pastora amenazando con lo que podría suponer el comienzo de un conflicto bélico. Existe la posibilidad, bien es cierto, de que los británicos, horrorizados por el esperpéntico estruendo, abandonen la roca a la carrera. En ese caso habríamos descubierto una eficaz arma de destrucción masiva, que tendría un sinfín de aplicaciones. Por ejemplo, traducir la canción al francés y darles donde más les duele a aquellos que se burlan de España con sus guiñoles

Un motivo para NO ver la televisión

American Aquarium

CD: Live in Raleight.

En esta joven banda de Carolina de Norte hay algo de Marah, algo de The Band, algo de Springsteen, algo de Credence, algo de Drive By Truckers… Con estas credenciales es evidente que no puede sonar mal en directo. “Live in Raleight” recoge a la perfección la fuerza del grupo liderado por B.J. Barham. Llevan juntos solo desde 2005, pero ya han grabado media docena de discos formidables. Éste es perfecto para introducirse en el sonido muy americano (country rock, americana, rock sureño).

Eurosordera

¿Buena melodía? ¿Un estribillo pegadizo? ¿Una letra emocionante? ¿Una interpretación impecable? Nada de eso tiene importancia, como muy bien nos enseñaron en la pasada final de la Copa del Rey, cuando hablamos de música para grandes colectivos. En estos casos el factor fundamental es el volumen. Los seguidores del heavy metal dirán que ya lo sabían, pero a los de Eurovisión seguro que les pilla por sorpresa. Pastora Soler quedó relegada a la décima posición porque en la mesa de mezclas del festival no estaban las personas adecuadas: el realizador del fútbol de TVE, el técnico de sonido del Vicente Calderón o el mismísimo Ilham Alíyev, presidente/dictador de Azerbaiyán, el país organizador.

Si TVE quería que España ganase Eurovisión tenía que haber subido el potenciómetro del volumen a tope cuando Pastora interpretó esa basura llamada “Quédate conmigo”. ¡Caña al mono! Como hicieron con el himno de España en el Calderón, para que usted me entienda. Como hubiera hecho el dictador Alíyev, anfitrión del festival, para silenciar y reprimir a su pueblo. Un gesto de rebeldía para con esa Europa que no quiere outsiders. Europrisión.

Subir el volumen, en un estadio con 55.000 personas, en un festival con 125 millones de telespectadores o en una conversación en un bar, es una garantía de éxito. ¿Una falta de respeto, y una renuncia a la reflexión y al diálogo? También, pero eso es lo de menos. Las tertulias televisivas son un buen ejemplo de que tus ideas, si no levantas la voz por encima de la de los demás, no tienen ni consistencia ni futuro: no existen. Decibelios. Ahí tienen a los robots de Irlanda, las abuelas de Rusia, la falda de la griega, o a Iñigo, comentarista español. Un estruendo eurovisivo.

Un pueblo sordo es un pueblo ignorante y dócil. Y por tanto feliz. La sordera como camino al nirvana, a la sabiduría. Un ejemplo: Gallardón dice que investigará Bankia “cuando sea oportuno”. El ciudadano cabal solo tiene dos opciones: o pitarle la próxima vez que se cruce con él, hasta desgañitarse, o hacerse el sordo. Lo llaman democracia, pero no lo es. Es sordera.

P.D.

Arguiñano, el cocinero más famoso de España, se cabrea con el tema de los recortes mientras prepara un sofrito. Y habla de “gansters” y de “gorileros”, y dice que si “el Gobierno hubiese explicado lo que pensaba hacer antes de las elecciones igual no estaba en el poder”. Con dos cojones y desde una televisión generalista.