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¡Ho, Ho, Ho!

Es bien sabido que Pedro J Ramírez representa el espíritu navideño: todo bondad, todo paz, todo alegría, todo amor por el prójimo. Quienes tengan alguna duda sobre esta afirmación, y desconfíen del espíritu fraternal y afectuoso del aún director de El Mundo, deberían ver de inmediato este enternecedor proceso transformista…

¡Cómo le queda el rojo al puñetero! Como un guante. Y él lo sabe. Travestido en esta ocasión de Papá Noel, Pedro J demuestra al planeta cómo tiene que ser el director de un periódico del siglo XXI. Atrevido, alegre, dicharachero, una miaja frívolo, un tanto desvergonzado, yo diría que incluso un pelín insustancial… Y no solo cuando se trata de manipular la información. También a la hora de elegir el vestuario y de vender un producto nefasto: “Casi no doy abasto. Todo el mundo quería Orbyt esta Navidad”, dice un Pedro J Noel que promete “un 2014 lleno de periodismo independiente”. “Ho, Ho, Ho, Ho, Ho”, se descojonan los lectores con criterio.

A un servidor ha sido ver a Pedro J vestido de Papa Noel y olvidársele que el maestro de periodistas, además de prestigioso showman, insiste en su diario en las imaginarias dudas sobre los autores del 11M. No pierda de vista ese gorrito tapa calvorotas, esa barba acrílica, ese flequillito engrasado, esa mirada bonachona… Este hombre es un pedazo de pan, además de un periodista como la copa de un pino.

Voy a tener el atrevimiento, desde mi modesta posición de bloguero juntaletras, de hacer una recomendación al gran Pedro J. Desde el respeto más absoluto y el más viril de los cariños, por supuesto. Querido director, si espabila aún tiene tiempo de preparar otro espectáculo audiovisual como este e intentar seguir vendiendo esa patata llamada Orbyt en fechas próximas. Y es que ya le estoy viendo disfrazado de Melchor, larga túnica, frondosa barba y fieles escuderos. García Abadillo a su vera convertido en Gaspar, y Eduardo Inda en el papel de Baltasar. Un trío de reyes que nos devolvería la confianza ya no solo en el periodismo, sino también en la monarquía. Y es que en Navidad todo es posible…

¡Consume, capullo!

La Navidad llega, no sé si usted se ha dado cuenta, en el peor momento posible. ¡Será hijaputa! Justo cuando se habla de despedir funcionarios, los empresarios proponen empleos a 400 euros y los desahucios están a la orden del día, es cuando tenemos que comprar los langostinos, el turrón y la Monster High de la niña. ¡Cagüen sus muertos! Papa Noel y los Reyes Magos quizá no sean muy bien recibidos en estas circunstancias, con doce millones de españoles (el 22,5% de la población) en situación de pobreza relativa (subsistiendo con 500 euros al mes), y dos millones en pobreza severa (300 euros al mes). ¡Nos vamos a cenar sus putos renos y camellos!

En el Telediario (TVE) de mediodía Lorenzo Milá habla de las “ciudades campamento”, poblachos levantados por los nuevos indigentes estadounidenses, máxima expresión de la miseria de un país rico con 49 millones de pobres. En España llevamos el mismo camino. ¿Entonces quién nos regalará caviar y un iPhone en Navidad, cuando ni siquiera en los buenos tiempos el Bigotes fue capaz de conseguírselos a Costa?

Afortunadamente nuestros políticos, que están donde están por algo, velan por nuestra felicidad en estas fechas tan señaladas. Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid y madrina de las grandes superficies comerciales, anuncia que todas las tiendas podrán abrir su puertas las 24 horas del día y los 365 días del año. Y el pequeño comercio, que se joda: “Trabajar los domingos sería como una cárcel; no podría ni ver a mi familia”, dice un carnicero de la Prospe. Algún anti sistema pensará que Aguirre es una malnacida: justo cuando los madrileños son más pobres que nunca es cuando van a poder consumir sin freno, día y noche.

No sea usted injusto: Aguirre quiere que salgamos de la crisis liberalizando la economía. Es la solución que estábamos esperando. Porque, no sé si se había dado cuenta, los madrileños no consumían por lo limitado del horario comercial, no por falta de dinero. A partir de ahora el parado de larga duración, ese que recoge cartones en Gran Vía a las cuatro de la madrugada, se encontrará con que la tienda de porcelanas Lladró está abierta a esas horas, y no podrá evitar comprarle a su parienta una cacería de 7.200 euros. Yo, que no puedo permitirme semejante capricho, le voy a regalar a la mía un perfume, detalle siempre refinado y estiloso. ¿Qué tal un frascode “Twenty Five”? A Esperanza Aguirre seguro que le volvía loca. Eau de Nacho…