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La paliza

“Imágenes espeluznantes de una paliza de una niña de 14 años a otra”, dicen en “Al Rojo Vivo” (La Sexta). Y emiten las imágenes. Y las repiten una y otra vez. “Hemos decidido poner el vídeo para reflexionar sobre la banalización de la violencia”, asegura el presentador del programa pensando que el telespectador es un idiota sin cerebro. Y ponen de nuevo el vídeo. Y lo emiten otra vez, ahora en pantalla pequeña, mientras opinan los tertulianos. No para aumentar la audiencia, por favor, sino para ayudar a reflexionar sobre la banalización de la violencia.

Las imágenes son cutres, el clásico teléfono tembloroso, y muestran algo que todos hemos visto alguna vez. O por lo menos que yo he visto cuando era niño: una paliza. Una chica golpeando a otra que, indefensa, se retuerce en el suelo intentando protegerse. Brutal, sin duda, y tan real como la vida misma. Un grave problema social. Esa agresividad que nos acompaña de por vida, pura biología, desde la escuela al belicismo. Problema demasiado complejo para tratarse en un post breve como éste, en el que solo puedo sugerir que, superada la biología, es la cultura la que nos hace violentos o pacíficos. Problema que se agrava cuando la violencia adolescente que nos ocupa se convierte en mercancía audiovisual de prime time. Y de esto si podemos hablar, de cuando los medios de comunicación e informadores comercian con el dolor ajeno, cuando juegan con los sentimientos para aumentar la audiencia. Algo muy habitual en televisión.

violencia

La paliza es terrible. Un reto para los compañeros de agresora y agredida, para sus padres y educadores, y para una sociedad que tiene mucho que mejorar en infinidad de aspectos. ¿Ayuda en algo convertir ese drama en un show televisivo? Al día siguiente la madre de la agresora, destrozada, pedía perdón en otra cadena. Parecía pedir perdón a la niña golpeada y a sus compañeros, pero en realidad su súplica se dirigía a los telespectadores, a quienes solicitaba el perdón social. Y es que la que fue agresora en ese momento estaba siendo linchada por millones de telespectadores. El bucle de la violencia, en sus múltiples facetas.

En las televisiones piensan que el telespectador es un pelele en sus manos, un zoquete insensato, y no les falta razón: consumimos imágenes sin criterio. Y es que si los españoles hemos sido capaces de ingerir en el 2013 una media de 246 minutos al día (4,1 horas, casi 1.500 horas al año o el equivalente a 62,35 días, dos meses), no se nos debería considerar personas. Somos cachos de carne golpeada. Steak tartar humano.

Un motivo para NO ver la televisión

Laidlaw
Autor: William McIlvanney.
Editorial: RBA.

laidlaw

Todo un descubrimiento este libro, una novela policiaca en la que se mezclan los mimbres clásicos, incluidos asesinato violento y policía atormentado, con un planteamiento original y un lenguaje fascinante. El asesinato es el de Jeniffer Lawson, hija del conflictivo y violento Bud Lawson. Un viejo conocido de la poli. El inspector Jack Laidlaw se pone en marcha con la ayuda de Harkness, un policía que tiene mucho que aprender de los métodos, y la filosofía vital, del primero. Laidlaw es un tipo reflexivo que utiliza sistemas muy particulares, y tiene un concepto tremendamente original del mundo del crimen. No todos sus colegas entienden sus métodos de trabajo.

“Hay dos tipos básicos de profesionales… Está el profesional que hace algo lo suficientemente bien para ganarse la vida con ello. Y está el profesional que crea un compromiso tan intenso que el ganarse la vida con ello es algo que ocurre de paso. Laidlaw es del segundo tipo de profesional”.

“Laidlaw” se desarrolla en varios espacios a la vez, pero con Glasgow como epicentro. La ciudad es el hábitat perfecto para una historia dura, excepcionalmente bien contada, con párrafos auténticamente memorables. Y es que William McIlvanney es uno de los grandes del Tartan Noir, etiqueta que se utiliza para la novela negra escocesa. Una novela en la que hay crítica social, contradicciones y dudas, grandes descripciones de zonas urbanas marginales, vidas duras y grandes bebedores…“Laidlaw” es un bello ejemplo de Tartan Noir, uno de esos libros maravillosos que se esconden en la historia del género (editada en 1977) y que, afortunadamente, descubrimos gracias a colecciones como la Serie Negra de RBA. Absolutamente imprescindible.