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Anita

Ana Pastor entrevista a Rafael Correa, presidente de Ecuador, en “Los desayunos de TVE”. Ella le llama a él “presidente”, y él le llama a ella “Anita”. ¿Amiguetes? No, es que los políticos campechanos son así: se pasan a la prensa por los aledaños del perineo. Los nuestros evitan a los periodistas, les ignoran, no admiten sus preguntas, les ocultan sus verdaderas intenciones. Correa habla por los codos, sonríe en exceso, interrumpe y suelta grandes verdades junto a tremendas perogrulladas y toneladas de populismo. Pero lo peor es la soberbia, característica inseparable de un político de éxito, unida a esos posos paternalistas, e incluso machistas, que arrastra el diminutivo. “Anita”.

“Demasiados negocios privados dedicados a la comunicación social. Debería haber más medios públicos, sin ánimo de lucro”, dice un Correa convencido de que existen “conflictos de intereses. No hay crítica, hay manipulación”.

¿Se arrepiente de cómo ha manejado el tema (del diario El Universo), que ha llegado al indulto?, pregunta Ana Pastor. Y Correa inicia un monólogo por momentos muy interesante, a veces demagógico, siempre sobrado, que termina con una duda: asegura desconocer la ley de prensa que está a punto de aprobar en su país. Estas son algunas de sus reflexiones:

– Más que hospitales y colegios y carreteras, hay que construir la verdad. Es necesario. En América latina se miente demasiado.

– Si algo he aprendido en este oficio es responder a la gente, no a los medios de comunicación.

– Rescatemos la política.

– En un estado de derecho, mi querida Anita, no se persiguen periodistas, se persiguen infracciones, se persiguen delitos.

– En la política, el pecado capital es decir la verdad.

– Derriben el mito de los políticos malvados persiguiendo a pobres periodistas. Desmitifiquen eso, es al revés…

– Ustedes (los medios de comunicación) se creen propietarios de la opinión pública… No, ustedes son propietarios de la opinión publicada.

¿Suena coherente Correa? Sin duda, excepto cuando acusa a Human Rights Watch de estar financiada por el cártel de Sinaloa o cuando llama “Anita” a una periodista que se dirige a él como “presidente”.

P.D.

La muerte en directo (II)

Hace solo seis días nos horrorizábamos con un programa de la televisión China en la que una presentadora entrevistaba a condenados a muerte a punto de ser ejecutados. “La muerte en directo”, se titulaba el post. La muerte en directo es lo que ofreció Telecinco solo unas horas después, cuando María Teresa Campos tuvo que anunciar en la muerte de Paco Valladares, su amigo íntimo.

Mientras Campos estaba hablando, pusieron un rótulo con la frase “ha muerto Paco Valladares”. Televisión en estado puro. Eso debieron pensar quienes comunicaron la noticia a la veterana presentadora mientras realizaba su trabajo. Campos se derrumbó, lloró y tuvo que abandonar el plató. Uno de esos momentos de gran intensidad emocional que tanto gustan a los analistas de audiencias.

A nivel moral la cosa no está tan clara. Podemos recuperar, por última vez, la frase de un productor de televisión con algo de corazón: “La perversión social a través de los medios y la deshumanización frente a un mundo ávido de una nueva pornografía”.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Shooter Jennings

Cd: Family Man.

El hijo del gran Waylon Jennings y Jessie Colter grabó en 2005 un disco magistral, “Put The O Back In Country”, y desde entonces su carrera no había dejado de empeorar. Se rompieron todas las promesas, y los siguientes tres discos resultaron decepcionantes. Shooter parecía haber perdido el norte, quizá superado por las excelentes críticas obtenidas o el acelerado ritmo de vida.

Con “Family Man” regresa al sendero correcto, que no es otro que el del country fogoso, sin prejuicios, con un pie en los clásicos vaqueros y otro en el rock sureño/duro. Cuentan que la culpa de este gran disco es de la estabilidad alcanzada por nuestro hombre, convertido en padre de familia tras años de excesos. ¿Domado? No, solo apaciguado. El regreso del hijo pródigo, de la mano de canciones como “The Deer And The Dollar” o “The Long Road Ahead”.