You are currently browsing the El Descodificador posts tagged: Pablo Iglesias


La mochila de Celia

“Me jode que digas que mi partido es corrupto. Ten cuidado con las palabras”, le ha dicho Celia Villalobos a Pablo Iglesias. La bronca no ha tenido lugar en la barra de un burdel de carretera, durante una pelea en una taberna de un puerto de mercancías, o en la cuneta de una autovía, con los nervios a flor de piel tras un accidente de tráfico. La ex alcaldesa de Málaga se dirigió al líder de Podemos en estos términos en el salón de plenos de la Cámara Baja, ante decenas de ciudadanos, durante una visita de este último este jueves al Congreso de los Diputados. La conversación, por llamarla de alguna manera, fue emitida en directo por el Canal 24 Horas de TVE.

“En todos los ámbitos de la sociedad hay personas que son corruptas. Lo que pasa es que en la política es mucho más llamativo, porque el dinero que utilizamos es de todos los ciudadanos”, dijo la política adicta al Frozen Free Fall, miembro del PP y vicepresidenta del Congreso. “Si tú entras en esta casa (Congreso), si tú quieres ser presidente como imagino que lo quieres, tienes que dejar la demagogia en la puerta”, sentenció.

Dicen los especialistas que el primer paso para solucionar los problemas con las adicciones es reconocer que existen esos problemas, esas adicciones. Cuando Villalobos, ejemplo perfecto de la vieja política (40 años en la pomada), dice que le “jode” que digan que su partido es corrupto, y asegura que “en todos los ámbitos de la sociedad hay personas que son corruptas”, está pidiendo a gritos el ingreso en una clínica especializada. No por lo del Frozen, que también, sino por no asumir que su partido, el PP, tiene la corrupción en el ADN.

El Partido Popular tal y como lo conocemos es un auténtico asco. Bárcenas, Rato, Granados, González, Aguirre, Lamela, Gürtel, Púnica, la reforma de su sede pagada con dinero negro, los discos duros destruidos, los SMS de Rajoy, las cuentas suizas… ¿Como en todos los ámbitos de la sociedad? Sin duda como en todos los ámbitos de la sociedad en que se mueve Villalobos. No en los míos. Si quiere sobrevivir con dignidad, el PP debe asumir sus pecados, pedir perdón, apartar a toda la morralla (corruptos, semicorruptos, cooperadores necesarios y simpatizantes), regenerarse y dejar paso a gente nueva con las manos limpias y las mochilas vacías. 

P.D.

Estoy escribiendo este post cuando se publica una noticia que lo ilustra a la perfección: “El PP compró en 2006 la sede de Génova por un 35% menos del precio de mercado”“¡Demagogia, demagogia!”, grita Villalobos desde la sede de su partido, la misma que según confirmó Hacienda al juez Ruz se reformó con dinero negro.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Londres Noir.

Editorial: La Felguera Editores.

Portada_prensa_Londres_Noir-e70e3

Cuando comencé a leer “Londres Noir” tuve la sensación de que tenía en las manos el futuro del libro de papel. Una edición cuidada, contundente, original, bellamente ilustrada y con un tema que pedía a gritos zapatillas, sillón, chimenea, luz tenue… y un disco de los Cramps sonando de fondo. Un libro que transmite placer desde que le arrancas el plástico protector. Una pequeña obra maestra que vale el precio que cuesta. Un clásico moderno, con una selección acongojante de perfiles de criminales del The Newgate Calendar, el boletín mensual de ajusticiamientos de la prisión londinense de Newgate. Subtitulado The Malefactors bloody register (El sangrante registro de los malechores), cuentan que este libro se podía encontrar en cualquier hogar inglés entre 1750 y 1850 junto a la Biblia. Normal: habla de conspiradores, amotinados, brujas asesinas, pirómanos, ladrones de caminos y de cadáveres, torturadores, farsantes, caníbales cavernícolas y otras gentes de mal vivir. ¡Como para aburrirse!

Un par de ejemplos… El capitán John Kidd, el rey de los mares, fue ejecutado por piratería el 23 de mayo de 1701: “Una vez que ataron a Kidd a la horca, la soga se rompió y el condenado cayó al suelo… Caminemos por los senderos del honor, / que intenten en vano los villanos / burlar las sagradas leyes de Dios / e infligir dolor a sus hermanos”.

William Burke era peor que los llamados resurreccionistas: para vender cadáveres a anatomistas no robaba los cuerpos en los cementerios, sino que asesinaba a seres humanos con la ayuda de un cómplice: “Los cirujanos, a causa de su afán por conseguir sujetos y la reconocida ilegalidad de los procedimientos, con frecuencia no se mostraban puntillosos ni minuciosos en sus pesquisas para determinar la causa de la muerte o los medios mediante los que se había conseguido el cuerpo que se les ofrecía… Burke le señaló un montón de paja bajo la mesa, indicándole que el cadáver estaba allí, y el testigo le dió cinco libras a dividir entre los dos hombres”. Burke fue colgado el 28 de enero de 1830 y su cuerpo entregado a los cirujanos para su disección. “Se produjo una refriega entre los agentes presentes por los trozos de soga con la que había sido ahorcado, las virutas de su ataúd y reliquias similares”.

Se suceden los casos, los personajes, las intrigas, los charcos de sangre y los patíbulos, las crónicas negras sencillas, directas y brutales que sin duda inspiraron el género gótico, y que harán las delicias de los seguidores de Tim Burton, de Guillermo del Toro y del cine de terror de los años 30, de los lectores de Creepy, y por supuesto de los que crecimos mirando de reojo El Caso en la barra del bar del pueblo.

¿Periodismo? El mejor, y de la mano de Charles Dickens: “En la sala para la prensa, se encontraban tres hombres que, por la naturaleza de sus crímenes, se hacía necesario mantener separados incluso de sus compañeros en la culpa”, escribe en la introducción a este libro el inglés que nos regaló “Grandes esperanzas”. Dickens realizó el reportaje durante una visita al interior de Newgate: “Los ataúdes de esos hombres a punto de ser ejecutados se colocaban en ese banco, junto a ellos, durante todo el servicio”.

“Londres Noir” es la crónica de una prisión, de una época, de una forma de periodismo, de diferentes maneras de delinquir y una de impartir justicia. Y por supuesto, es una colección impagable de formas de hacer el mal y de criminales de novela. Acojonante, en todos los sentidos.

1_2_no_78-ee5bb

 

 

Naranjito versus Coleta Morada

Miraba con recelo la sopa de verduras de la cena. ¿Y si de pronto surgía del fondo, entre trozos de zanahoria y rodajas de puerro, la figura sonriente y dicharachera de Jordi Évole? Fue el jueves de la semana pasada, cuando había escuchado al presentador de La Sexta entrevistado en Onda Cero y la Cadena SER, y le había visto en El Hormiguero. Poco después, el que fuera Follonero se me apareció en la pantalla del ordenador, entrevistado en Cxtx, un nuevo medio digital. Y por supuesto en el diario El País: “La opinión, sobre todo la mía, está sobrevalorada”, reconoce Évole en una reflexión que le engrandece, pero que no le impide seguir dando su opinión por radio, prensa y televisión.

La razón de semejante sobreexposición mediática, solo comparable a la que lleva a cabo Santiago Segura cuando estrena película, se debe al comienzo de una nueva temporada de “Salvados” (La Sexta). La cadena de Planeta no se ha quedado atrás en el aspecto promocional, y ha vendido el retorno de Évole como la reserva espiritual del periodismo en España. La nueva temporada arrancaba la noche del domingo, tras un insólito preestreno con el papanatas de Julio Iglesias, con un modesto cara a cara, mesa de bar y cafés con leche, entre Pablo Iglesias y Albert Rivera. “Naranjito versus Coleta Morada”, decían en la web de la cadena.

Pablo Iglesias y Albert Rivera. Otra vez. Acaba de comenzar la precampaña electoral y ya estoy cansado de la incansable verborrea de los candidatos, de las crisis internas de Rajoy y sus secuaces, de la torpeza de Sánchez y su tránsfuga, de la desintegración de IU, de… ¿No será que vivimos en una constante campaña electoral? No importa, Pablo Iglesias y Albert Rivera se sentaron en un bar, se pidieron unos cafelitos y trataron de ofrecer una imagen de normalidad absoluta, de nueva política, de somos frescos, somos sanos, somos diferentes. No habían pactado nada. Évole fue sacando temas, y ellos hablaron.

¿Son la nueva política? No estoy seguro de que su tibieza, su búsqueda del centro y su devoción por los medios de comunicación sea lo que necesitamos. Y no me gusta que se parezcan tanto, o que parezca que se parecen tanto: “Como esto siga así, nos presentaremos juntos”, bromeó Iglesias.

Lo que sí es cierto es que fue un debate diferente. Menos formal, más abierto, menos profundo, más libre. Un debate en el que Rajoy y Sánchez hubiesen rechinado: el primero solo pisa un bar con Ana Rosa Quintana, el segundo con Irene Lozano. En el bareto de barrio Rivera se mostró arrollador, creído, teatral, apabullante… Iglesias pareció tranquilo, natural, algo inconcreto en algunos temas pero brillante en otros. Esa nacionalización de las eléctricas. Y todo con Évole como observador casi invisible, como moderador perfecto, como alternativa a un periodismo que está fuera de juego, que es casta con la casta.

“Si tú eres el mejor periodista de España… ¡Cómo está el periodismo en España!”, contó en la radio Jordi Évole que le había dicho en una ocasión su padre. Tenía mucha razón. El deterioro del periodismo en España es descomunal. Lo que no quita que Évole haga bien su trabajo, que no es exactamente periodismo sino entretenimiento político, o social, o como quiera usted llamarlo. Una labor interesante y amena que no hacen los grandes medios, más preocupados en sobrevivir que en informar, y que borda un tipo que en su día fue follonero y que ha reconducido su talento con enorme criterio. Tenerle hasta en la sopa es el precio que pagamos por ser el único de su especie.

 

Un motivo para NO ver la televisión

La última galopada.

Autor: Thomas Eidson.

Editorial: Valdemar / Frontera.

FR-10

La colección Frontera editada por Valdemar como homenaje al gran western llega a los diez títulos con el menos clásico de todos ellos. Los nueve anteriores son imprescindibles: auténticas obras maestras del género. “La última galopada”, obra de un escritor que vive y no está considerado un clásico indiscutible, se puede considerar una apuesta arriesgada. Una apuesta que obtiene premio: la historia en principio no sorprende, una joven secuestrada por los indios, y la partida de rescate correspondiente, pero que mezcla elementos novedosos. El líder de los perseguidores es el abuelo de la niña, un blanco medio indio que regresaba a casa de su hija para morir.

“La última galopada” cuenta la persecución, puro western, pero también la batalla interior entre dos seres humanos, el viejo y la hija abandonada, que viven en dos mundos antagónicos. Costumbres cristianas y ritos indios se cruzan en una lucha paralela a la que mantienen con los secuestradores, dando forma a un libro que habla del perdón, de la fe, de la redención y de la esperanza. Un western violento y místico, crepuscular y sorprendente.

 

El retorno de Pantuflo y el Coletas

El formato está agotado. O quizá sean los protagonistas los que han tocado techo. O más bien fondo. Ignoro la razón, pero es evidente que los debates políticos se están convirtiendo en un auténtico coñazo: está todo visto y oído, las fórmulas se repiten una y otra vez, estrujan las últimas gotas de jugo a los protagonistas, dejan que se les vean las costuras, las carencias, la ausencia de contenido. Escribo después de ver en “La Sexta Noche” (La Sexta) la enésima bronca entre Pablo Iglesias y Eduardo Inda, una repetición algo más educada del penoso episodio de Don Pantuflo y el Coletas.

Captura de pantalla 2015-10-11 a la(s) 12.51.47

Era un nuevo día de la marmota. El periodista enseñaba a cámara fotografías del Holocausto y las relacionaba con el concejal Zapata. El político defendía al concejal lapidado. Una escena que juraría haber visto con anterioridad en veinte ocasiones, en directo una vez más la noche del sábado. Y después Monedero. Y antes Marhuenda. Y los mismos economistas vende-libros. Y los mismos personajes grotescos de partido, y las mismas interrupciones groseras, y los mismos discursos tendenciosos, y la misma mediocridad intelectual. Y sobre todas esas cosas, una ausencia absoluta de talento: no espere escuchar a los tertulianos más brillantes o independientes, tendrá que conformarse con los más broncos y partidistas. “La Sexta Noche” es un gallinero: un programa repetitivo y previsible. Un programa cada vez más insoportable, e innecesario. Un circo.

Las tertulias se han convertido en shows. La Clave, el legendario programa de TVE, se encuentra a años luz. No interesa la reflexión, las ideas son aburridas, pensar no es televisivo. Buscamos el espectáculo, el berrido, el enfrentamiento, la audiencia. Jesús Maraña, director de InfoLibre, es la excepción: un tipo tranquilo y educado en un nido de grillos.

El formato, insisto, está agotado. Don Pantuflo y el Coletas ya lo han dado todo. En Atresmedia tendrían que soltarles en un ring con barro para superar ese cara a cara terrible en el que se escupían motes. 

Y aquí es donde debería aparecer la televisión pública, TVE, con un debate serio, equilibrado y decente que no buscase la audiencia, sino las ideas. Pero me temo que TVE está en otra órbita: tras el show de Bertín Osborne y Martínez-Bordiú llegó el numerito de Juan Carlos Rivero. El comentarista deportivo aprovechó el minuto 11 de la segunda parte del partido de fútbol entre España y Luxemburgo, retransmitido por La 1 de TVE, para soltar este discurso: “El 11 es un número mágico en el mundo del fútbol. Once son los jugadores que componen un equipo, el 11 reúne a dos números uno y 11 son los años que hoy cumplen muchas personas. Así que vamos a aprovechar para felicitar el cumpleaños a los que podemos denominar onceañeros, que es un cifra fantástica. A todos ellos, aunque hay uno que sabe que de aquí a la luna y vuelta. Si me permiten la licencia, 11.000 millones de perdones. Felicidades”. ¿Perdón? Se preguntará usted. Pues nada, que estaba enviando un mensaje a su hijo que ese día cumplía 11 años. Si entrevistan a la nieta de Franco, pensaría Rivero, ¿por qué no voy a poder felicitar a mi hijo?

P.D.

Captura de pantalla 2015-10-11 a la(s) 13.02.05

Comunicación

En el Telediario de TVE se burlan de que Pablo Iglesias ha escrito un tuit con un error ortográfico. Al líder de Podemos se le coló una h en un texto que envió cuando se encontraba encerrado en un ascensor con otras seis personas. Toda una noticia, qué duda cabe. Quizá no una exclusiva para abrir un Telediario, pero sí un dato que deben conocer los ciudadanos. Un fallo que da cuenta de la ignorancia del coletas, y confirma que en caso de gobernar cerrará escuelas y universidades, degollará a los superdotados e incluso suprimirá el nuevo programa de Sánchez Dragó de la televisión pública.

imagen-sin-titulo

Cuestión de piel. De sensibilidad. El Gobierno de Mariano Rajoy ha reconocido tanto su falta de empatía con los ciudadanos como sus dificultades para comunicar. TVE es una prolongación de ese gobierno, y por tanto no debería extrañarnos su ausencia de feeling. Para algunas cosas, porque para otras están sobrados de sensibilidad. Ahí tienen otro Telediario, el de ayer a las tres de la tarde. El presentador conecta en la despedida con Grecia para ofrecer la última hora del corralito…

“¿Siguen las colas en los cajeros?”, pregunta el presentador a las 15:44.

“Sí”, responde el enviado especial a Atenas. Y en la pantalla se ve esta imagen…

la foto

“Tan pronto como se forman vuelven a dispersarse”, aclara el enviado especial de TVE. ¡Coño, como en España! Se forman las colas en los cajeros, y luego… el personal se dispersa. Como las manadas de hienas, una vez saciado su apetito de sangre. Perdón, de dinero.

La clásica televisión pública antigobierno, que diría Rafael Hernando

P.D.

¿Ven como al final son todos iguales?

Captura de pantalla 2015-06-29 a la(s) 18.19.12

Un motivo para NO ver la televisión

El condominio.

Autor: Stanley Elkin.

Editorial: La fuga.

9788494309632

Marshall Preminger recibe como herencia de su padre, que acaba de fallecer, un apartamento en una lujosa urbanización de Chicago. Aburrido, hipocondríaco y pusilánime, Marshall es un profesor de 37 años que arrastra una vida soporífera. Se traslada a la ciudad del viento para encargarse de los trámites funerarios, pero acaba dejando su trabajo e instalándose en la casa del padre, amueblada con piezas caras y rodeada de vecinos muy especiales, mayores y burgueses, sin hijos, racistas, cotillas. Prácticamente una secta.

“Casi mil personas. Muchas ciudades pequeñas no tienen tanta población. Prácticamente somos un gobierno. Somos un microcosmos. Si aquí logramos que todo funcione. ¿por qué no los consiguen fuera? ¿Me sigue? La respuesta es sencilla. ¿Dónde están los negros? ¿Dónde están los puertorriqueños? La respuesta es sencilla, querido Marshall: no los hay. No solo somos una comunidad, ¡somos un gueto! Usted sabe de estas cosas, es un estudioso. Atenas era un gueto. Roma también”.

El condominio es un gueto al margen del resto del mundo, con sus propias leyes, sus jefes, sus jerarquías. Marshall conoce a una vecina con la que su padre tuvo relaciones, a los líderes del gueto, a los miembros de una comunidad cerrada que exige su colaboración: “Aquí tenemos un pedazo de Chicago que nos pertenece, ¿me entiende? Lo que hagamos aquí no le importa a nadie más que cualquier cosa que pase entre mayores de edad es legítimo, no hablo de cochinadas, ya me entiende. Se trata de un principio extraordinario, un principio extraordinario. Una de las ideas brillantes del hombre occidental”.

Marshall tiene crisis de fe. Cree y deja de creer sucesivamente en el condominio. Stanley Elkin lo cuenta de manera intensa, en ocasiones con gran tristeza y en otras con enorme humor negro. Un gran descubrimiento este escritor neoyorquino criado en Chicago, que jamás consiguió en vida el reconocimiento que merecen obras como ésta: “Lo que tenga que pasarle a mi carrera, espero que sea antes de que me muera”, le dijo en una ocasión a Tom LeClair, autor del interesantísimo prólogo-perfil de Elkin. Una agradable sorpresa.

.