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El milagro

El lunes me cruce con Pablo Casado, vicesecretario de comunicación del Partido Popular, en Ávila. Me paré discretamente a unos metros del lugar en el que conversaba con unos vecinos, en la plaza que se levanta detrás de la iglesia de San Pedro. Abrí el periódico para disimular, estiré el cuello y acerqué la oreja. “Lo que tenemos que hacer es trabajar. Y olvidarnos de todos esos golfos que desde luego no representan al Partido Popular. Tenemos que ofrecer una mejor imagen”, dijo Casado, sangre fresca de los populares, antes de perderse entre una fina llovizna, camino del Mercado Grande.

Solo unas horas después escucho a Javier Maroto, vicesecretario general del PP, en la Cadena SER. Se queja amargamente de la corrupción en su partido, se enfada teatralmente, repite una de las frases que le han encumbrado como rejuvenecedor del partido (“Bárcenas me da un asco que no lo puedo ni ver”), y trata de convencer a los oyentes de que son honrados, que en realidad son víctimas de un puñado de maleantes y corruptos, que el Partido Popular es democracia en estado puro.

Minutos después de escuchar a Maroto, horas después de oír a Casado, cuando ya estoy casi convencido de que deberíamos darle una nueva oportunidad al PP, confirmo el nombramiento de Eladio Jareño como nuevo director de TVE. ¿Cómo, que no sabe usted quién es Eladio Jareño? Pues ni más ni menos que el jefe de prensa del PP en Cataluña, es decir, la mano derecha de Alicia Sánchez-Camacho. Sí, la misma Alicia Sánchez Camacho que prometió retirar la tarjeta sanitaria a los inmigrantes irregulares. La misma Alicia Sánchez-Camacho que, como presidenta del PP catalán, prometió llegar hasta el final en el caso de espionaje de la comida que tuvo con la ex novia de Jordi Pujol Ferrusola para luego pactar con los dueños de la agencia de detectives Método 3 la destrucción de las pruebas.

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Me gustaría volver a creer en el PP, pero lo ponen muy difícil. Y no solo por su afición a la destrucción de pruebas. La obsesión por controlar los medios de comunicación públicos, sin importarles que eso les suponga desprestigio, la caída de la audiencia y la ruina económica, impide cualquier intento por confiar en sus buenas intenciones, en sus convicciones democráticas, en su honradez. Para volver a confiar en el PP no basta con las buenas palabras de esos jóvenes que llegan con las manos aparentemente limpias. Ni con la salida de Mariano Rajoy, y buena parte de los secuaces que le rodean y le han rodeado, por la puerta de atrás. Para volver a confiar en el PP hace falta un milagro. El milagro que el nuevo director de TVE intentará conseguir.

P.D.

Lo último de Rajoy…

Un motivo para NO ver la televisión

Quique González y los detectives.

Me mata si me necesitas.

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No tiene discos malos Quique González. Tiene discos que nos gustan más y otros que nos gustan menos. Discos con canciones memorables, de esas que te cambian la vida, y discos que simplemente son mejores que los del resto de cantautores eléctricos de este país. Con excepción de José Antonio Lapido, por supuesto. “Me mata si me necesitas” pertenece a la categoría de los discos memorables de González, que para mí son el primero, “Personal”, “Pájaros mojados”, “La noche americana”…

En una estrofa de “Me matas si me necesitas” Quique González habla de una navaja que despliega todas sus hojas. Así se muestran las canciones de este disco, lustrosas y afiladas, certeras, incisivas, deslumbrantes. Diez temas que hablan de la familia y los amigos, de los miedos y las redenciones, del amor perdido y la nostalgia que nos devora las entrañas. La vida. Un disco con momentos optimistas y otros melancólicos que apuesta por el rock and roll y gira alrededor de los temas tres y cuatro, “Sangre en el marcador” y Charo”, la columna vertebral de un trabajo que ya se encuentra entre los mejores de su carrera. Y ahora, de gira… Imprescindible.

 

La derecha soñada

Dice Ana Rosa Quintana, escritora de renombre y presentadora de éxito, que “el PP debería haber ocupado más espacios en TV que no han ocupado”. Rafael Hernando, portavoz en el Congreso del Partido Popular, va un paso más lejos y asegura que la actual RTVE “es antigobierno”. No tengo palabras. Cuando uno piensa que no se puede tener más caradura, que es imposible ser más hipócrita y más cínico, que la sinvergonzonería ha tocado techo… llega un famosete o un político y hace saltar la banca.

Pero no todo está perdido. Queda gente con capacidad para razonar, para aportar, para añadir sentido común al caos intelectual y moral. “Aquí lo que hace falta es, como dice Machado, una derecha dialogante que nunca ha habido, una derecha civilizada”, afirma el historiador Ian Gibson. Y sentencia: “El gran problema aquí es que no se afronte el tema del holocausto español. Es decir, tener 130.000 muertos, víctimas del franquismo, todavía en cunetas es una vergüenza a nivel internacional. Esto es porque la derecha se niega a afrontar la realidad diciendo que hay una Ley de Amnistía, que no hay que volver al pasado pero, claro, ellos tuvieron 40 años para desenterrar a los suyos y lo hicieron a rajatabla: hay que permitirlo a los otros. No es normal que un país siga teniendo tanta gente en cunetas. El Estado tiene que afrontar eso y el problema es la derecha. Yo insisto, quiero una derecha razonable, moderna, culta ¿por qué no? Además hace falta una derecha así, porque tampoco quiero que la izquierda tenga todo el poder, sabemos los peligros del poder omnímodo. Quiero una España más progresista, con una derecha pensante y dialogante, sobre todo dialogante, y superar el tema de la guerra”.

Estoy de acuerdo con Gibson desde la primera a la última palabra. ¡Una España dialogante! Suena de maravilla, ¿verdad? ¡Una derecha razonable, moderna, culta! La derecha soñada… ¿Por qué no? Pues me temo que por razones obvias: los actuales políticos de derechas no son ni razonables, ni cultos, ni siquiera modernos. Ahí tienen a uno de los más jóvenes, Pablo Casado, la savia nueva del PP, convencido de su tolerancia y su temple: “Nos están dejando el centro y la moderación solo al PP”.

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P.D.

Con permiso de Fondevila y Eldiario

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Un motivo para NO ver la televisión

Maldito United.

Autor: David Peace.

Editorial: Contra.

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“No creo en Dios. No creo en la suerte. Creo en el fútbol”. Brian Howard Clough.

Estamos ante una historia del mundo del fútbol en el que futbolistas y balón pasan de puntillas. El protagonista es un entrenador, Brian Clough, capaz de acaparar todo el protagonismo no ya de sus equipos, sino de toda la liga inglesa. Clough convierte a Mouriño en un pánfilo monaguillo. Despiadado con sus comentarios, genial con su visión del juego y el jugador, anárquico en sus métodos, bocazas y ególatra, con apenas un par de amigos y siempre con un cigarro y una copa en la mano. Así era el Clough que en 1974 se puso al frente del Leeds United, vigente campeón de liga de la mano del mister Don Revie, su enemigo, su obsesión. Así era Clough cuando a finales de los sesenta hizo del mediocre Derby County campeón de Segunda División, primero, y más tarde de Primera.

“Maldito United” es una tragedia griega. Narra la ascensión y caída de un héroe, el entrenador que surge de los infiernos para alcanzar la cumbre. El mito y su época de gloria, previa al estrepitoso derrumbe.

David Peace escribe en paralelo sobre la ascensión y la caída, viajando en el tiempo prácticamente en cada página, en cada párrafo, en cada diálogo. Y la narración no resulta en absoluto farragosa o confusa. El autor de algunos de los libros de misterio y terror más espeluznantes de los últimos tiempos ofrece en “Maldito United” una obra maestra de un deporte, el fútbol, con el que se puede ir mucho más lejos de donde llegan As o Marca. Literatura intensa sobre las luces y sombras de un tipo complejo, en ocasiones brillante y a veces insoportable, que se enfrentó al sistema, cambió las reglas y terminó siendo considerado un bastardo egoista. Imprescindible, sobre todo para futboleros con inquietud.

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Con toda la humildad

“Si eres joven, y español, eres del PP aunque no lo sepas”. Pablo Casado.

Este es el mantra elegido por Pablo Casado, flamante nuevo vicesecretario de comunicación del Partido Popular, para intentar ganarse la confianza de los ciudadanos. “Con toda la humildad…”, repite una y otra vez Casado en su gira mediática, de plató en plató, de radio en radio, de entrevista en entrevista, en un desesperado intento por cambiar la imagen de soberbios, altivos, chulos, mangantes, mentirosos y corruptos que arrastran los populares. “Con toda la humildad…”, insiste siempre que puede un Casado que procura maridar esa frase con unos ojitos candorosos y lastimeros que recuerdan a los del gato de Shrek. Y a los de Albert Rivera, otro de esos implacables depredadores camuflados en cuerpos de tiernos ultraliberales.

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Casado quiere “comunicar”. Dice Rajoy, el ideólogo de la banda, que están donde están porque no han sabido “comunicar”. Es decir, que la culpa no es de la financiación ilegal, los sobresueldos, el dinero negro, las cuentas en Suiza o Esperanza Aguirre. No. La culpa está en no saber “comunicar”. Y ahí es donde aparece Casado, tertuliano agresivo con la lección perfectamente aprendida, “con toda la humildad…” y una misión: dar la cara que no ha dado el presidente, un tipo incapaz de construir una frase interesante, de improvisar una idea, de transmitir sensaciones positivas. Una misión imposible: “El SMS de Rajoy a Bárcenas fue un engaño de Bárcenas al presidente”, dijo Casado el sábado en La Sexta.

“Con toda la humildad…”, insiste Casado. ¿Qué fue de aquel furioso mitinero que, con mirada de azor y las venas del cuello en ebullición, llamaba “carcas” a “los de izquierdas” y se burlaba de “las fosas de no sé quién”? Pues que es historia. El nuevo Pablo Casado rezuma piel, es todo sensibilidad y bonachonería, habla de su “hipotecón” y de esos niños que ven cómo su padre en paro se queda en casa en pijama cuando ellos se van al colegio. Piel de gallina. En pocos días le veremos abrazando inmigrantes, no le quepa duda. Lo hará “con toda la humildad…”, ejecutando ese rictus risueño con el que quiere que olvidemos la ejemplaridad de sus antecesores, sus “se fuerte Luis”, sus quiebros a la prensa, sus plasmas y su desprecio por los ciudadanos.

Tenemos que valorar el enorme esfuerzo que está realizando Pablo Casado para llevar a cabo esta pantomima, para convertir su soberbia en propaganda, para disimular la incapacidad del líder. Disfrutemos con su sonrisa virginal y su “con toda la humildad…”. Es un político en la cumbre de su carrera que, como se puede deducir si seguimos su carrera mediática, no es un actor, sino que ha sido citado en calidad de actor.

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Un motivo para NO ver la televisión

La muerte del padre.

Autor: Karl Ove Knausgård.

Editorial: Anagrama.

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Karl Ove Knausgård es un escritor noruego al que comparan con Proust. Por su literatura profunda y emotiva, y también por lo grandioso de su proyecto. Ha escrito veinte páginas al día durante tres años. Reconstruir los pormenores de una vida, la suya, en 3.600 páginas, seis volúmenes autobiográficos, que no tienen desperdicio. “Escribir es sacar de las sombras lo que sabemos. No de lo que ocurre allí, no de qué clase de actos se realizan allí, sino del allí en sí. Ese es el lugar y la meta de la acción de escribir. ¿Pero cómo llegar hasta ese punto?”.

“La muerte del padre” causó un enorme revuelo en el país de Knausgård. No solo por el título de la obra al completo, “Mi lucha”, sino por lo descarnado de las historias que se cuentan. Algunos de los familiares del autor le denunciaron. Pero cuidado, no estamos ante un reality literario: este primer volumen es una invitación a conocer la vida de un tipo atormentado, acosado por las sombras y las dudas, con dificultades para relacionarse y hasta para disfrutar con normalidad una vida familiar: “Cuando lo que me ha mantenido en marcha durante toda mi vida de adulto, la ambición de llegar a escribir algo grande algún día, resulta amenazado, mi único pensamiento es que tengo que huir… Se me saltan las lágrimas cuando veo una hermosa pintura, pero no cuando miro a mis hijos. Eso no significa que no los quiera, sólo significa que el sentido que proporcionan no puede llenar una vida. Al menos no la mía”.

En estos tiempos de minimalismos, prisas, deconstrucciones y textos breves, el desafío propuesto por Karl Ove Knausgård podría parecer inabordable. Error. Hay que vencer la pereza que pueda producir el reto y sumergirse en la vida de este hombre a veces simple, en la mayoría de ocasiones complejo, que se desnuda ante sus lectores en un ejercicio de sinceridad sin parangón. Imprescindible.

 

 

Cambios simulados en diferido

“A pesar de lo que hemos hecho contra la corrupción, nos ha hecho mucho daño”. Declaración de Mariano Rajoy, el del “sé fuerte Luis”, ayer tarde en la Sede Nacional reformada con dinero negro del PP en Madrid.

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“Somos un gran partido”, dijo ayer Mariano Rajoy sin ruborizarse, “el que garantiza estabilidad, seguridad, recuperación económica y confianza en el futuro…. vamos en la buena dirección”. Me temo que no ha entendido nada. Tras escuchar el monólogo que nos regaló tras meses de silencios prolongados, de esquivar cámaras y micrófonos, de dar la espalda a los periodistas, es decir, a los ciudadanos, me quedo con la sensación de haber perdido el tiempo. Los dos, Rajoy y yo. Él por no enterarse, o no querer enterarse, de lo que ha pasado estos últimos meses en su partido y en su país. Yo, por pensar que la campaña mediática de los últimos días, vendiendo que el presidente planificaba cambios importantes, podía ser cierta. Error. Y grave: la política de los grandes partidos es la política de la mediocridad, y a estas alturas deberíamos tenerlo muy claro.

Mariano Rajoy habló durante 40 minutos en su casa y ante su familia. Solo La Sexta retransmitió en directo ese monólogo, un discurso hueco construido con tópicos, medias verdades, mentiras y lugares comunes, sin el menor contenido político de altura. Los cambios que prometió el presidente resultaron ser simulados y en diferido. El presidente tiene tanta alergia al diálogo como a las novedades, y cuando la sociedad reclama alternativas solo es capaz de advertir del peligro de esas alternativas, y de ofrecerse como garante conservador de seguridad y estabilidad. Lo de siempre: O nosotros o el caos. Es decir, la nada. Rajoy solo puede gobernar desde el miedo. Desde el miedo que pueda generar en los ciudadanos a una debacle social, sangre en las calles y conventos quemados, y del suyo propio a quienes le tienen cogido por la pelotas: mantener a Cospedal es una patética muestra de debilidad, de la misma forma que apoyarse en Pablo Casado es una inconmensurable muestra de torpeza y falta de cantera.

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Casado, nuevo vicesecretario de comunicación, sucesor natural de Aznar según el propio Aznar, es uno de esos jóvenes envejecidos y emputecidos que se burlan de “la guerra del abuelo”, de la Memoria Histórica, de “las fosas de no sé quién”…. ¿En un tuit? No, en un mitin. Pues entonces, ya eso…

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