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Cucarachas

Dice Antonio García Ferreras, director de La Sexta al tiempo que reportero especializado en cubrir atentados terroristas, que “cuando no te levantas para hacer amigos, sino para sacar a las cucarachas de su escondite, hay presiones”. En un arrebato de humildad solo comparable a los de Pedro Sánchez, ese hombre que es humilde, muy humilde, Ferreras se sitúa en la cumbre de la profesión y reivindica el periodismo “irreverente, crítico y apasionado que abomina de la indiferencia”. Justo el que hace él. No aclara Ferreras si cuando habla de cucarachas se refiere a políticos corruptos o a los políticos de su cuerda, o si habla de algún presidente de un equipo de fútbol, o si se refiere a periodistas de medios que pertenecen a su propia empresa. Sí sabemos que cuando Ferreras habla de cucarachas, y de periodismo irreverente, crítico y apasionado, está a punto de dar paso a Francisco Marhuenda, Eduardo Inda, Pérez Henares

Es posible que usted en ocasiones se pregunte por qué Francisco Marhuenda pierde los papeles cuando se habla de la corrupción en el Partido Popular, cuando se acusa a Mariano Rajoy de esconderse o cuando se defiende el trabajo de Manuela Carmena al frente del Ayuntamiento de Madrid. La respuesta tiene que ver con el periodismo honrado y heroico del que habla Ferreras: el Ayuntamiento de la capital pagó entre 2013 y 2015 a medios de comunicación 20,3 millones de euros. Por si no lo ha adivinado aún, el medio más beneficiado fue La Razón. Sí, el diario que dirige Marhuenda, el mismo que ejerce de tertuliano estrella en esos programas de La Sexta que sacan a las cucarachas de sus escondites y reivindican el periodismo crítico, irreverente y apasionado.

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Periodismo de amiguetes para consolidar el capitalismo de amiguetes. Desconfíe de los periodistas en general, pero sobre todo de aquellos que se presentan como salvadores de la profesión. Esos periodistas heroicos que tienen dos caras, que se enfrentan al poder mientras le asesoran, que abanderan una independencia y una libertad basadas en los beneficios de sus empresas.

Un motivo para NO ver la televisión

El viaje a Echo Spring.

Autor: Olivia Laing.

Editorial: Ático de los libros.

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Estamos ante un libro de viajes que intenta responder a una pregunta: ¿Por qué beben los escritores? La escritora y crítica literaria de Cambridge Olivia Laing se lanza a la carretera en busca de respuestas, con seis leyendas aficionadas a empinar el codo como referencia: Raymond Carver, John Cheever, Ernest Hemingway, Tennesse Williams, F. Scott Fitzgerald y John Berryman. Auténticas leyendas, verdaderos perdedores y bebedores: “Los escritores, incluso los más hábiles y establecidos socialmente, son siempre outsiders, aunque solo sea porque su trabajo es escudriñar y presenciar”.

Laing ha elegido a estos genios bebedores por su talento para escribir, evidentemente, pero también por cómo sufrieron para crear, para digerir el éxito, para estar a altura, para relacionarse socialmente… Tipos atormentados que reventaban los códigos sociales, perseguían sueños y se infligían heridas: “¿Quién no bebería en una situación así, para aliviar la presión de mantener una doble vida tan exigente?”, escribe de Cheever. “Había estado bebiendo mucho desde finales de su adolescencia: Inicialmente, igual que Tennesse Williams, para controlar su ansiedad social. En el bohemio Village de los años treinta y cuarenta, el alcohol seguía siendo el lubricante omnipresente de los intercambios sociales e, incluso en los momentos en que más hondo había llegado en el abismo de la pobreza, se las había arreglado para encontrar los fondos para pasar noches en las que podía beber, increíblemente, una docena de Manhattans o un litro de whisky”.

La escritora emprende el camino y visita los lugares donde los escritores vivieron y bebieron. La América de los bares, pero también de los éxitos y los fracasos, de la adicción etílica y del talento desenfrenado, de un puñado de alcohólicos ilustres que se movieron como fantasmas en el mundo de la literatura. Laing se marca unas metas, diseña un mapa, y recorre el sendero de cientos de copas, de miles de resacas, desde Nueva York a Iowa pasando por París, Cayo Hueso o Nueva Orleans. “Hombre, licor, necesidad, pedazos, escribir. Empezaba a sospechar que había una relación escondida entre las dos estrategias, escritura y alcoholismo, y que ambas tenían que ver con un sentimiento de que algo tan valioso se había hecho pedazos”.

Escrito de maravilla, con introducciones que sitúan al lector en el lugar y el ambiente que vivieron los escritores analizados (“Era la hora del cóctel, ese bonito momento que en el cine se llama la hora mágica, la hora del lobo”), “El viaje a Echo Spring” se lee con una mezcla de envidia por el viaje y deleite por la información que proporciona. “Consideremos lo que dijo Cheever, que se jactaba de que podía tumbar incluso a los escritores rusos más bebedores, cuyos nombres nunca logró deletrear correctamente”. “La tolerancia de Hemingway al licor era legendaria. En una carta escrita unas semanas después del viaje a Lyon se jactaba de ser capaz de ´beber cualquier maldita cantidad de whisky sin emborracharme`”. “Al cabo de poco, Scott Fitzgerald degeneró y volvió a los licores de alta graduación… En algún momento de ese verano le dijo a Laura: La bebida eleva las sensaciones. Cuando bebo, mis emociones se intensifican y las vuelco en el relato. Pero después se hace difícil mantener la razón y el equilibrio. Los relatos que escribo cuando estoy sobrio son estúpidos”. “Berryman fue un profesor apasionado y un buen investigador, un marido, un padre, un mujeriego y un alcohólico”.

Estimulante como un buen pelotazo, este libro tiene la pasión de los viajes al corazón de las tinieblas. Se lee a sorbos cortos o a grandes tragos, se disfruta desde la primera hasta la última gota, y deja la dulce resaca de las noches de gloria. Un placer absoluto. Brindemos por él.