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El privilegio de trabajar

Escucho en TVE a un tertuliano llamado Graciano Palomo, utilizando un tono irrebatible que no deja lugar a la duda, hablar sobre todo lo humano y lo divino. Desde Venezuela a Francia, desde Le Pen a Podemos. Habla también del día del trabajo, de los sindicatos, de la economía. Habla incluso de la corrupción, ese mal que asola el país.

Graciano Palomo, Graciano Palomo… ¿De qué me suena este tipo? Coño, ¡de RadioEstudio! La emisora de radio de Alcobendas en la que estuve trabajando un año sin cobrar un duro. Ni yo, ni ninguno de mis compañeros. Pues bien, Graciano Palomo era uno de los dueños de la emisora.

El tiempo es un martillo pilón. En lo físico, evidentemente. Pero también en lo moral. Estos días se habla de los grandes cocineros, las estrellas de los fogones, menú degustación a 190 euros sin vino, y de sus trabajadores. Dicen que en las cocinas de algunos grandes chefs hasta el 80% de los currantes son becarios que trabajan sin cobrar. “Para ellos es un privilegio”, asegura, con dos huevos, el supercocinero televisivo.

No recuerdo que fuera un privilegio trabajar gratis para Graciano Palomo. Aunque es posible que él piense de otra manera. Es más, creo que trabajar gratis es una mierda, una estafa, una sinvergonzonería. Y que cada vez más gente lo hace: tengo una sobrina que lleva tres años arrastrándose por medios de PRISA a razón de 300 euros al mes.

Trabajar se ha convertido en un privilegio. Cobrar, en algo secundario. Ojalá sean verdad las amenazas de los sindicatos a las empresas y los sectores que se niegan a subir los sueldos: “convertiremos la negociación colectiva en un calvario”.

Menos estrellas Michelin, y más derechos sociales, empleos estables y salarios justos.

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Un motivo para NO ver la televisión

Lobo negro.

Autor: Nick Jans.

Editorial: Errata Naturae.

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Corren tiempos convulsos para el lobo en España. La especie se extiende, gracias a su habilidad para adaptarse a las circunstancias. Pero va dejando el camino sembrado de ganado muerto. Los ganaderos le consideran un problema. Los cazadores, un trofeo. Y en muchos lugares sigue causando un miedo ancestral, irracional. El lobo es en demasiados lugares un enemigo.

“Lobo negro” habla de la amistad, respetuosa y a prudente distancia, entre un gran lobo negro y los habitantes de todo un pueblo de Alaska. Romeo, el lobo, se presentó un buen día en las afueras de Juneau, capital de Alaska, y mostró gran interés por perros y humanos. Y una excelente disposión al contacto: nada de agresividad, todo buenas maneras. Así las cosas, Romeo se presentaba cada mañana para jugar con los perros de los vecinos, para dejarse fotografiar, para acabar con el mito del lobo sanguinario.

El escritor, ademas de cazador y explorador, Nick Jans, es uno de los primeros humanos en contactar con Romeo. Él y sus tres perros. Durante siete años todo Juneau, y muchos curiosos atraidos por la presencia de un lobo manso, visitan la zona. Jans cuenta ese proceso magico en un libro delicioso, que acaba con la leyenda del lobo asesino y descubre al lobo amistoso, curioso, increible.

Jans aprovecha la grandiosa historia de Romeo para repasar la biología del lobo norteamericano, un depredador letal del que se han escrito infinidad de perfiles. Y para describir sus costumbres y su relación con los humanos a lo largo del tiempo. Desde Jack London hasta los modernos conservacionistas, desde los pioneros a los científicos que le han devuelto a regiones de donde fueron previamente exterminados. Un libro, en resumen, fascinante, que ayuda a entender que el lobo no es un carnicero despiadado, sino un prodigio de la naturaleza. Disfrutemos de ambos, de la emocionante narración y del perfecto depredador.