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La montaña viva

Un motivo para NO ver la televisión

La montaña viva.

Autor: Nan Shepherd.

Editorial: Errata Naturae.

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Tapa dura, edición de lujo, para un libro que no dejará indiferentes a los lectores habituales de la colección “Libros salvajes”. Y es que tras leer “La montaña viva” es imposible no mirar un valle con diferentes ojos, no describir un arroyo de montaña con palabras mejor elegidas, no hablar de unas nubes, una ladera o un ciervo con un tono más pausado y emotivo. Nan Shepherd escribió un clásico que se lee como se acaricia el musgo empapado de rocío: con admiración y placer.

“He escrito sobre cosas inanimadas, la roca y el agua, el hielo y el sol, y podría parecer que no fuera este un mundo vivo. Pero mi intención era llegar hasta las cosas vivas a través de las fuerzas que las crean, porque la montaña es única e indivisible, y la roca, la tierra, el agua y el aire no son más parte de ella que lo que crece de la tierra y respira el aire. Todos son aspectos de una sola entidad, la montaña viva. La roca que se desintegra, la lluvia que nutre, el sol que estimula, la semilla, la raíz, el ave: son todos uno”.

La montaña es todo para Nan Shepherd, una escritora diferente. Escribió tres novelas excelentes, las primeras, entre 1928 y 1933, que la hicieron muy popular. Tenía solo treinta años y, quién sabe por qué, desapareció del mundo de la literatura. Y se dedicó en cuerpo y alma a recorrer las Cairngorms escocesas, su tierra. Sobre ese lugar inhóspito, una cordillera polar, escribió el libro que hoy nos ocupa, una obra que permaneció durante medio siglo en un cajón. Y que es todo belleza y poesía. Que describe de manera luminosa los paisajes, y sugiere al lector cómo cambiar su mirada, cómo observar con la mente, cómo sentir la naturaleza de manera profunda y cordial. Podría ser un manual de filosofía campestre, pero es una lección de vida, de observación y de literatura. Imprescindible.

“Estos azules voluptuosos tienen más efecto emocional del que produce el aire seco. El azul china no conmueve. Pero la gama de violetas puede perturbar la mente igual que la música… La lluvia en aire también tiene el extraño poder de hacerte ver las cosas de forma circular, como estereoscópicamente. Los rayos de sol, refractados a través de la humedad del aire, se doblan por detrás de lo que estés viendo… La neblina, que oculta, también puede revelar. Se distinguen pendientes y barrancos en lo que parecía ser un solo monte: el panorama recibe una nueva profundidad”.