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Muertos vivientes

En la televisión, está de moda el género zombie. Ahí tienen el éxito de “The Walking Dead” en La Sexta. Y la vuelta a la vida de Carlos Cuesta, presentador de “La vuelta a El Mundo”, quien, tras 73 días muerto (televisivamente hablando), regresó a la pantalla con “El Mundo a cuestas”, un nuevo ejercicio de propaganda camuflado como información. Y es que Veo 7, la televisión de Unidad Editorial (El Mundo) que cerró el pasado 1 de julio, no estaba muerta: ¡estaba de parranda! Tras despedir al grueso de su plantilla en uno de esos ajustes provocados no por la mala gestión de la empresa, sino por la maldad intrínseca del demoníaco Zapatero, y pasar más de dos meses en el infierno de la teletienda, renació anoche con el nombre de Veo Televisión.

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Un motivo para NO ver la televisión

Una temporada para silbar

Autor: Ivan Doig.

Editorial: Libros del Asteroide.

Ivan Doig es un escritor de Montana que describe como nadie la Norteamérica rural, esa que sobrevive en el olvidado interior de un país con dos caras. Un maestro de la sencillez que, como hacía nuestro Miguel Delibes, construye sus historias desde las entrañas de unos personajes rústicos, honestos, inolvidables. Personas, animales, paisajes y costumbres.

El libro comienza con una frase memorable escrita, a modo de anuncio, en un periódico: “No cocina, pero tampoco muerde”. No se trata de un perro pastor, sino de un ama de llaves que ofrece sus servicios. Oliver Milliron, viudo con tres hijos negado en los fogones, contrata a la viuda Rose Llewellyn. En ese instante arranca la verdadera temporada para silbar, una de las más hermosas historias que se pueden encontrar en estos momentos en nuestras librerías.

No hay un personaje aburrido, no sobra frase alguna, cada descripción es sobria y eficaz, los diálogos son puro ritmo, no hay una sola situación que no resulte  divertida, emocionante, o ambas cosas al tiempo. Estamos ante un homenaje memorable a las escuelas rurales, a la vida simple, a los niños que sueñan, a los granjeros incansables y a los adultos con inquietudes. Habitantes todos de Maria Coulee, Montana, forman un paisaje antiguo, cotidiano, eterno.

Un clásico que huele a Whitman y a Thoreau, a Stegner y a Caldwell, a Norman Maclean y a Sherwood Anderson, a W.H. Hudson y a Twain. Sin duda, el mejor libro que he leído este verano.

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