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Yo, mono

“El mejor modo de comprendernos es aceptar que somos primates”, asegura un primatólogo, sociólogo y antropólogo, Pablo Herreros Ubalde, que acaba de estrenarse en el mundo de la televisión. “Si encontramos un mismo comportamiento en grandes simios y en humanos, hay muchas probabilidades de que nuestro ancestro común ya lo tuviera; ello permite saber si es innato o aprendido”, insiste, para finalmente sentenciar: “aprender de dónde venimos para saber a dónde vamos”.

El telespectador aficionado a la programación de Telecinco, ya sabe usted, “Mujeres, hombres y viceversa”, “Gran Hermano” y compañía, dirá que esto no es nada nuevo, que la etología y la evolución no tienen secretos para él. Cierto es que como adicto a la cadena estrella de Mediaset tiene que haber visto cosas que sonrojarían al mismísimo Charles Darwin, y que ahorraría años de excavaciones a Juan Luis Arsuaga. Pero no lo es menos que hay vida animal fuera de Telecinco.

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Hace unos días hablábamos maravillas de TV-3 por haber estrenado un programa sobre ornitología. Hoy debemos hacer lo propio con TVE por poner en marcha un espacio fascinante, auténtico servicio público: “Yo, mono” (La 2, domingo, 19.30), evolución natural del blog de mismo título que se puede leer desde hace tres años en El Mundo, analiza la actualidad mediante la comparación de los humanos con sus parientes más cercanos, los grandes simios. Presentado por Herreros Ubalde, el nuevo programa de TVE es un espacio de divulgación científica cuyos contenidos se basan en la psicología social. Es decir, conocer detalles sobre los humanos basándonos en el comportamiento de los primates. Y todo de manera muy entretenida, práctica y por supuesto visual, con experimentos realizados con personas y animales. Un vídeo con el conflicto y la reconciliación en un grupo de chimpancés, por ejemplo. O un ensayo con hormigas, reunidas en una cubeta de plástico, que se utiliza para analizar el trabajo en equipo, los problemas para deshacerse de los desechos o la importancia del colectivo, de la sociedad. El contacto con la televisión comercial será el inevitable personaje famoso, que cambia cada programa y será víctima de un experimento en plató.

El tiempo dirá cómo funciona “Yo, mono”, uno de esos programas que justifican el término “televisión pública”. De momento nadie puede negar su oportunidad: aparece justo en el momento en que la comunidad científica se asombra con el hallazgo en Sudáfrica del Homo naledi, una nueva especie de homínido capaz de resucitar viejas preguntas: ¿Qué nos hace humanos? ¿En qué somos diferentes al resto de primates?

Bienvenido pues “Yo, mono”, un programa de televisión que, a diferencia del 90% restante, nos invita a pensar. A preguntarnos qué significa ser humanos.

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P.D.

De entre todos los comentarios que he recibido sobre el post de ayer, Trueba recibe el Premio Nacional de Cinematografía y en el discurso reconoce que nunca se ha sentido español, “ni cinco minutos de mi vida”, me quedo con esta interesante reflexión…

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Un motivo para NO ver la televisión

Cosas de niños.

Autor: David Wagner.

Editorial: Errata Naturae.

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Vivimos en un mundo difícil, en el que la televisión resume la información sobre la guerra civil siria, el egoísmo europeo y la crisis de los refugiados en un bucle de imágenes con un niño muerto en una playa. Una y otra vez la misma brutalidad, el mismo chiquillo, el mismo policía, en todas las cadenas y a todas horas. Cosas de adultos.

Las cosas de niños son diferentes. Pequeñas y sencillas, bellas y sinceras. Así está concebido este libro, escrito con enorme dulzura y sin grandes complicaciones: cualquier detalle cotidiano, sobre todo si afecta o tiene como protagonista a la hija del autor, sirve a Wagner para contar una anécdota, para desarrollar una teoría, para abrir su corazón y desmenuzar las no siempre fáciles relaciones entre padres e hijos. Piezas breves que van encajando a la perfección. El detalle más insignificante, aparentemente una nimiedad, da pie a una historia maravillosa, a una reflexión certera, a una frase emocionante. Una pala en un cajón de arena, una comba, un columpio, un beso en la nariz… O esa fresa que le ofrece su hija con la frase más bonita del mundo: “Para ti”.

No todo puede ser novela negra escandinava, reediciones de clásicos de Holocausto o ensayos sobre la crisis económica y las migraciones. En las librerías tiene que haber hueco para libros como éste, un chute de optimismo y buen humor, tierno y divertido al tiempo, cosas de niños perfectas para reconciliarnos con este mundo salvaje que nos venden los medios de comunicación.

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