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La nieta del dictador, en TVE

Que Bertín Osborne entreviste el 7 de octubre de 2015, y en el prime time de la primera cadena de la televisión pública española, a Carmen Martínez-Bordiú, la nieta de Francisco Franco, sólo puede entenderse como una tomadura de pelo. Una burla al ciudadano que financia este medio de comunicación con sus impuestos. Un desprecio absoluto por el concepto mismo de televisión pública, entretenimiento de calidad y servicio público. Y un desprecio total por una historia, la nuestra, víctima de una transición basada en el olvido: aún no hemos superado la dictadura franquista. A las diez de la noche y cuarenta minutos del pasado miércoles los telespectadores que sintonizaron la primera cadena de TVE pudieron ver imágenes de un sanguinario dictador ilustrando, con total naturalidad, la charla entre dos seres de otro tiempo: la pareja profesional de Arévalo y una vendedora de exclusivas rosas conocida por su intervención en programas como “¡Sálvame!” o “Mira quién baila”. ¿Esta es la España que pretende ser, como dice el presidente del Gobierno Mariano Rajoy, “el gran cosmos del emprendedor”?

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“Éstas son las fotos que tenemos todos en casa”, dice la nieta de Franco. “Ahí está tu abuelo”, insiste Osborne señalando al tirano enmarcado sobre una mesa. “Ésta es la foto de un cachalote que pescó mi abuelo en el Azor… Y ésta es una foto muy curiosa que hizo mi abuelo”, dice Martínez-Bordiú señalando una imagen del rey Juan Carlos. “Hay gente a la que les cae bien mi familia, y gente que les cae mal… pero cada uno es como es”, sentencia la entrevistada.

Abundan las anécdotas tronchantes, como no podía ser de otra manera. La nietísima habla de su costumbre de “enseñar el culo a la luna”“Y la cara al sol”, redondea un chispeante Osborne con total naturalidad. Este es el nivel del programa, de la entrevista, de sus protagonistas. “¿Con quién aprendiste más en materia sexual?”, pregunta Osborne con su picardía paleta. “Hay mujeres que son muy promiscuas”, responde Martínez-Bordiú, absolutamente empeñada en decir estupideces sobre la homosexualidad: “dos tíos pueden dormir en la misma cama sin que ocurra nada”.

Osborne: ¿Tu eres bisexual?

Martínez-Bordiú: No, a mí me gustan los hombres.

Osborne: ¿Y crees que tu abuelo lo era?

Martínez-Bordiú: No tenía tiempo de pensar en sexo: El poder es ya una droga.

Osborne: ¿Con cuántos hombres has estado tú?

Martínez-Bordiú: No te lo voy a decir, pero una vez hice una lista por años…

Osborne: ¿Qué tiene que tener un tío para que no te canses de él?

Martínez-Bordiú: No sé.

Ignoro los méritos de Martínez-Bordiú para ser entrevistada en el prime time de la primera cadena de la televisión pública española. “¿De qué vivo? De una cosita que hago en Hola!, un poquito aquí, otro allí..”, dice mientras Osborne mastica un aperitivo. ¿Imagina usted a un nieta de Hitler o de Mussolini sin oficio ni beneficio siendo entrevistada en el prime time de la televisión pública alemana o italiana? ¿No le resulta repugnante ver imágenes de Franco en TVE cuando todavía miles de personas luchan por la verdad, la justicia, la reparación y la memoria frente a las desapariciones forzadas cometidas durante la Guerra Civil y la dictadura? Un despropósito pagado, insisto, con dinero público, con sus impuestos y los míos. Un escándalo.

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P.D.

El PP pide al PSOE que dejen de “ser cansinos y dar la murga” con la Memoria Histórica: “Ya no hay más fosas que descubrir, salvo que se empeñen en buscar a Federico García Lorca en los cuatro puntos cardinales de España”.

La asociación Jueces para la Democracia recuerda que España, con más de 114.000 desaparecidos, es “el segundo país del mundo, tras Camboya, con mayor número de personas víctimas de desapariciones forzadas cuyos restos no han sido recuperados ni identificados”.

El duelo

Dicen los especialistas que, cuando se produce una muerte trágica, hasta que no se despide a la persona querida no comienza el proceso de duelo. Este un mecanismo que en estos días, con motivo del accidente del avión de Germanwings, nos recuerdan una y otra vez todos los medios de comunicación. Los equipos de psiquiatras y psicólogos aseguran que hay situaciones terribles en que la despedida tarda en llegar, y que entonces se producen largas esperas que solo sirven para aumentar el dolor. “Lo que necesitan los familiares es apoyo psicológico, tratamiento y dignidad”, afirma Pilar Vera, presidenta de la Asociación de Afectados del vuelo JK5022 de Spanair. Con motivo de este accidente el decano del Colegio de Psicólogos explicó que es fundamental algún tipo de “cierre”, que es necesario que se identifique al familiar como oficialmente fallecido. Poner fin al duelo, aplicar un bálsamo para el dolor.

Le cuento todo esto porque, viendo la última portada de La Marea, recordé que hay mucha gente, además de los familiares de las víctimas de grandes accidentes aéreos, que tienen que cerrar sus duelos, que necesitan un trato digno, que llevan años acumulando dolor ante la indiferencia de políticos, jueces y administraciones. En la portada de La Marea se puede ver la silueta recortada de España flotando entre nubes, con un niño con una pala en el centro. Bajo sus pies, en las raíces del país, cráneos humanos. Los de los 130.000 desaparecidos por el franquismo.

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Más de 130.000 desaparecidos, con miles de familiares directos que no han podido “cerrar” el duelo, que son ignorados por el estado, que llevan décadas indefensos, sumergidos en la indiferencia y el dolor.

“La verdad de la dictadura aún molesta”, titulaba Babelia, el suplemento cultural de El País, una información sobre la gestión de la memoria. Jorge M. Reverte era contundente: “Queda Franco para rato”. Y es que la sombra del dictador es alargada, y va mucho más allá de los rótulos de algunas calles o del Cabildo de Fuenteventura, que ha tenido que esperar hasta la pasada semana para retirar los honores y distinciones concedidos en su día a Francisco Franco.

Verdad, justicia y reparación para cerrar el duelo de las víctimas del franquismo. Para avanzar en la historia.

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Un motivo para NO ver la televisión

Paz

Autor: Ahmet Hamdi Tanpinar.

Editorial: Sexto Piso.

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No se me ocurre mayor placer que pasear sin prisas por las calles de Estambul, quizá por la zona universitaria, detenerse en un viejo café, sentarse junto a la ventana y leer “Paz”. El olor de los bollos calientes, el rumor de las conversaciones, la luz difuminada por el cristal cruzándose con el humo… y la maestría de Tanpinar a la hora de describir el pulso de la ciudad, de ver en el camarero a “un tasador de seres humanos. Claramente un tasador de hombres”. La perfección. “Se acurrucó en un rincón entre el olor a aceite requemado, las canciones en griego, los gritos de los camareros, las sonrisas prestas que parecen volar por el aire, los vapores del alcohol y el humo de los cigarrillos… Las voces en su interior continuaban a pesar del estruendo que le rodeaba”.

“Paz” forma, junto a “Estambul” de Orhan Pamuk, la pareja de guías literarias perfectas para la ciudad del Bósforo. Pero mientras que la obra de Pamuk tiene mucho de autobiográfica, la de su maestro Tanpinar tiene unos protagonistas que viven en las calles, que ganan y pierden, que aman y sufren, que viven con intensidad una ciudad tan fascinante como sus propias vidas.

“En un días de agosto como aquel, esos barrios de Estambul aparecían exhaustos por la suciedad, el polvo y el calor. En todas partes saltaban a la vista el aliño a la ruina, el hastío multiplicado por el calor, multitud de rostros enfermos y cansados y el desplome fisiológico. Hasta ese punto se parecían la ciudad y sus habitantes”.

“Paz” es un preciso relato socio-político de la sociedad otomana en un periodo fundamental de la historia, poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Pero sobre todo es una crónica, en ocasiones fiel, en otras lírica, de la vida en una ciudad única, especial, que vive momentos de dudas y de esperanzas. Un libro imprescindible.

“Allí, en medio de tanta miseria, suciedad y descuido, entre los hombres y mujeres en andrajos que llenaban las calles, tullidos, cansados, que se habían lanzado a la calle sin encontrar un momento para afeitarse o peinarse, brillaba de repente en el lugar más inesperado una fuente de tiempos pasados con sus miradas, su estampa y su personalidad vencen el desaliño de su indumentaria y no te permiten la oportunidad de fijarte en otra cosa que no sea su rostro…”.

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El Holocausto

Los ministros de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, y de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, presidieron ayer en el Senado los actos del Día de la Memoria del Holocausto. Una jornada conmemorativa para recordar a las víctimas de la barbarie nazi. Paradojas de la vida, puesto que esos mismos García-Margallo y Ruiz-Gallardón son miembros de un partido político, el PP, que nada más comenzar a gobernar eliminó la partida destinada a financiar el desarrollo de nuestra  Ley de Memoria Histórica.

Es la constante de nuestros días, la hipocresía rampante que convierte los informativos de televisión y las páginas de los periódicos en un doloroso viacrucis. Y es que el Partido Popular recuerda con lágrimas en los ojos a las víctimas del nazismo, y pone velas en el Senado al Holocausto, pero sin embargo cree que nuestra Ley de Memoria Histórica es “uno de los atrasos más grandes que ha tenido nuestro país” en la democracia porque “viene a abrir heridas que ya estaban cerradas” y porque “supone gastarnos un dineral que en este momento se necesita para crear empleo”.

Si te aniquiló Hitler te ponemos una vela. Pero si lo hizo Franco miramos para otro lado. Curiosa manera de diferenciar a las víctimas del fascismo, ciudadanos de primera o de segunda categoría dependiendo de  nuestra relación sentimental con el asesino. Olvidan que el Día de la Memoria del Holocausto es, también, el día de los Crímenes contra la Humanidad.

Por incongruencias como ésta vivimos un nuevo Holocausto: el de la política. Recuerde que actualmente los políticos ocupan en las encuestas del CIS las posiciones en las que hace años estaba el terrorismo. Hemos cambiado en nuestro ranking de enemigos públicos a etarras y yihadistas por miembros del PP y del PSOE. ¿Estamos exagerando?

Pues igual no. Lea esta noticia y encabrónese hasta donde considere oportuno: el Gobierno cambiará la ley para que condenados puedan dirigir entidades bancarias.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Elling. Hermanos de sangre

Autor: Ingvar Ambjornsen.

Editorial: Nordica.

Elling y Kjell Bjarne son dos pardillos que comparten vivienda social en la calle Kirkeveien de Oslo. Están bajo la tutela de Frank, y llevan una vida modesta y contenida, sin apenas salir a la calle, temiendo el contacto con el resto del mundo, enganchados a las líneas eróticas. ¿Freaks? No exactamente. Elling y Kjell Bjarne son dos encantadores inadaptados que, solos en el mundo, se convierten en hermanos de sangre y adoran a sus pequeños gatitos.

Un buen día deciden tirarse al barro y, empujados por Frank, buscan revitalizar sus aburridas existencias con sensaciones fuertes: salen a comer a un restaurante. Cuando regresan a su refugio-vivienda encuentran a una embarazada borracha en la escalera… y todo se les va de las manos. La chica de nariz de patata se convierte en la novia de Kjell Bjarne, un bulímico pedazo de pan con buena mano para los fogones y las reparaciones. Inspirado por el hallazgo, Elling escribe un único poema: “La encontramos en la escalera. / El pelo. / Una negra ala de cuervo que el pelo azotaba / contra el sucio suelo de linóleo. La tendimos en la cama / y vimos que los ángeles ya la habían fecundado”.

Ya como poeta maldito, Elling comienza a visitar  tugurios intelectuales. Conocen a más gente. Salen de nuevo a comer. Reparan viejos coches americanos de ocho cilindros. Viajan. Se emborrachan. Ríen. Viven…

“¿Era este el hombre que iba por ahí afirmando que estaba dispuesto a vender su alma al diablo por un solo pelo de chichi? Desde luego no daba esa impresión. Parecía un leñador homosexual al que alguien hubiera forzado a ir a un prostíbulo”, dice Elling a su colega Kjell Bjarne.

“Elling. Hermanos de sangre” es una tronchante comedia moderna, escrita de manera inteligente y tierna, pero con grandes dosis de malicia e ironía. Un gran descubrimiento, perfecto para desintoxicarse de la cruel realidad y de tanta novela criminal. Seguiremos la pista a Ingvar Ambjørnsen, responsable de un libro inolvidable sobre el placer de lo sencillo.

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