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Prehistoria

He pasado el fin de semana en Burgos, visitando los yacimientos de la Sierra de Atapuerca y el Museo de la Evolución Humana en unas jornadas organizadas por la imprescindible web de divulgación científica Amazings. Una maravilla. Tanto el espectacular museo como las legendarias excavaciones resultan absolutamente imprescindibles para comprender el último millón de años de la prehistoria europea. Añádale el placer indescriptible que supone pasear por la Trinchera del Ferrocarril, escuchar la historia de la Sima de los Huesos sobre el terreno, o ver los originales del Cráneo 5 de Homo heidelbergensis (Miguelón), el fósil ATD6-58 de Homo antecesor o el bifaz Excálibur.

En el Museo de la Evolución Humana había una exposición sobre Darwin, otra de mis debilidades, y una maqueta a tamaño real del interior del Beagle, el barco en el que el naturalista inglés dio la vuelta al mundo entre 1831 y 1836. Como crítico de televisión siempre he pensado que aquellos eran buenos tiempos: no había televisión. Como ciudadano, también creo que en muchos sentidos fueron tiempos mejores: la gente quería saber, invertía en conocimiento, valoraba a viajeros y científicos, y envidiaba a naturalistas y exploradores. Hoy queremos ser famosos, salir en La Noria, parecernos a los peores ejemplares de nuestra especie. Somos tan ignorantes como para confiar de nuevo en los videntes. Ahí tiene la actual gira de “Más allá de la vida” (Telecinco), el programa presentado por la médium Anne Germain, que llega a varios teatros de diferentes ciudades españolas para que, por un módico precio de entre 30 y 100 euros la entrada, el público pueda contactar directamente con sus muertos.

Le llaman espectáculo, pero en realidad es una estafa. Lo que hace un siglo y medio fue pasión por la ciencia y la investigación, hoy es entusiasmo por la superstición y la patraña. Retrocedemos.

De nuevo en Atapuerca, donde los primeros europeos, acosados por depredadores, hambrunas y duras condiciones climatológicas, tenían una esperanza de vida de apenas 35 años. Podría parecer poco, pero lo cierto es que en el caso de algunos  Homos supuestamente sapiens debería ser más que suficiente. Ahí tienen a Sánchez-Dragó, una de mis debilidades. El eyaculador interior más grande del mundo presume en las páginas del prestigioso diario El Mundo de dos cosas: ser padre a los 75 años, y consumir 70 pastillas diarias, que le hacen “sentirse como un veinteañero”. Concretamente como un veinteañero pastillero, imagino.

Sánchez-Dragó, al igual que los seguidores de la médium Anne Germain, es una prueba evidente del deterioro de la especie humana. Seguramente sus declaraciones solo sean promoción, camuflada como información, de la herboristería que tiene su mujer. En cualquier caso se trata de un ejemplo más del desastre intelectual y moral de nuestra sociedad. Quizá nunca debimos abandonar Atapuerca, quizá estemos regresando a esas sierras sin darnos cuenta. Nos guía la televisión…

 

Un motivo para NO ver la televisión

Exploradores.

Autor: José María Bermúdez de Castro.

Editorial: Debate.

El subtítulo del libro ofrece toda la información que debemos conocer: “La historia del yacimiento de Atapuerca”. Ni más ni menos. La historia, detallada de manera minuciosa pero sin olvidar el carácter pedagógico y el público no especializado a quien va dirigido el libro, de cómo se descubrieron los primeros europeos. Y cómo se sigue trabajando de manera incansable en unos yacimientos que parecen inagotables. Un libro que confirma a Bermúdez de Castro, un gran paleoantropólogo, como un excelente divulgador.

¡Vaya timo!

“La superstición, la pseudociencia y la anticiencia no son basura que pueda ser reciclada: se trata de virus intelectuales que pueden atacar a cualquiera hasta el extremo de hacer enfermar toda una cultura”. Mario Bunge.

En 1996 se aprobó en España un real decreto que prohibía los llamados “productos milagro”. No se refería al gobierno de un Rajoy que ha prometido sacarnos de la crisis y acabar con el paro, sino a otro tipo de timos: la parafernalia diseñada para estafar al consumidor con objetos de propiedades beneficiosas indemostrables: pulseras del equilibrio, collares antiestres, cremas adelgazantes…Por entre 30 y 42 euros puede comprar una pulsera Power Balance que, según los fabricantes, aumenta la fuerza, la flexibilidad y el equilibrio del portador. El príncipe Felipe, Pablo Motos, Belén Esteban, Leire Pajín, Sara Carbonero o, cómo no, Iker Jiménez, son algunos de los ilustres panolis que se han calzado el cacho de plástico con propiedades mágicas.

Pardillos. En Estados Unidos Power Balance ha sido denunciada por publicidad engañosa, y deberá pagar 42 millones de euros a los consumidores que les denunciaron. En España, como de costumbre, no hemos estado a la altura, y después de habernos vendido más de 300.000 pulseras les hemos sancionado con unos ridículos 15.000 euros.

La televisión no podía quedar al margen de estos  esperpentos a medio camino entre la magia, la seudociencia y la simple estafa. Ahí tienen al gran Iker Jiménez, con su pulserita en la muñeca y su programa en Cuatro. “Cuarto milenio” es un clásico de la telebasura, con sus hombres del saco, sus sábanas santas, sus psicofonías, sus apocalipsis, sus alienígenas y demás tontás.

La última de estas memeces audiovisuales es “Más allá de la vida” (Telecinco), un programa de espiritismo presentado por, vaya por dios, Jordi González, el mismo de “La Noria”. Invitados famosetes acuden al esperpento, imagino que cobrando jugosas cantidades, para recibir mensajes de familiares y amigos fallecidos. Como el e mail, pero de ultratumba. Y con una médium británica que está haciendo el agosto con el tercer mundo televisivo: su programa “Depois da vida” (TVI) arrasa en Portugal.

Para librarnos de toda esta mierda de la superstición y la pseudociencia recomiendo, como para casi todos los males, leer. Editorial Laetoli tiene una colección que se llama, sin demasiada sutileza, “¡Vaya timo!”. Está dedicada a temas como la inmortalidad, el creacionismo, la sábana santa, el tarot, la religión o la homeopatía. Les propongo el próximo título: la telebasura.

Un motivo para NO ver la televisión

Martin Dressler

Autor: Steven Millhauser.

Editorial: Libros del Asteroide.

Florentino Pérez y el Pocero son dos aficionados, dos juntaladrillos, si los comparamos con el gran Martin Dressler, hijo de un humilde neoyorkino vendedor de tabaco llamado Otto Dressler. Martin es un hombre hecho a sí mismo que, partiendo de unas modestas modificaciones en el negocio familiar, comienza a crecer. Botones de hotel, recepcionista, secretario del director… Antes de cumplir los treinta ya es dueño de una cadena de restaurantes. Después será propietario de una cadena de hoteles. Ha nacido un visionario de los negocios, una leyenda de la construcción, un soñador urbano. Poseído por la pasión por los negocios, tiene una ambición sin límites: es el representante perfecto del sueño Americano. Un visionario.

Este libro habla de la creación de ese imperio, y de la relación del protagonista con el trío Vernon, una madre y dos hijas que se convierten en compañeras inseparables de Martin. Un viaje a través del éxito, y la soledad, que culmina con la creación del Grand Cosmo, un proyecto faraónico con doce niveles subterráneos, un sótano y treinta pisos, que abre sus puertas el 5 de septiembre de 1905. Es la obra cumbre de un Dressler que acaba de cumplir los 33 y parece un viejo. “Un nuevo concepto de vida: cultura, comercio y confort”, rezaba la publicidad de esta ciudad dentro de la ciudad. La fascinante mezcla entre lo material y lo espiritual, entre el poder y el amor, entre el deseo eterno y la insatisfacción permanente. Impresionante retrato de la soledad del triunfador.