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Nos roban el futuro

Ya se que no es políticamente correcto hablar de otra cosa que no sea el sainete catalán, pero lo voy a hacer porque se trata de la noticia más importante de los últimos tiempos. Y algunos grandes medios nos la están ocultando. No es nada nuevo, es la eterna trampa. Es la garantía de un futuro conservador. Es todo aquello que no deberíamos consentir…

El Gobierno reducirá en 2018, por tercer año consecutivo, la proporción de Producto Interior Bruto (PIB) que destina a Sanidad, Educación y Protección Social.

Poco más que decirle. Salvo que la corrupción no es lo peor que nos está pasando. Nos están robando el futuro.

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Un motivo para NO ver la televisión

Casa de oración nº2.

Autor: Mark Richard.

Editorial: Dirty Works.

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Hay vidas… y vidas. Es decir, gente que nace, sobrevive y muere… y gente que aprovecha cada minuto, que bebe y se pelea, que ama y odia, que escribe y navega, que duerme en sofás y escribe a máquina, que tiene problemas con su padre y novias que trapichean, que ama los bares y las bibliotecas, que dispara a la policía con pistolas de agua. Gente que vive varias vidas. Mark Richard es uno de estos últimos. Se trata de un viejo amigo, al que ya conocíamos gracias a “El hielo del fin del mundo”, novela que nos regaló la editorial Dirty Works hace algunos meses.

“Así que te pones a escribir cuentos sobre cosas que conoces, barcas robadas, trapicheos frustrados con drogas, asesinatos menores, meteorología inusual, cosas que has visto con tus propios ojos en el Thunderbird Lounge. Se los mandas a la revista Squire, a veces uno a la semana, y te los devuelven siempre”.

“Casa de oración Nº2” cuenta la vida de un superviviente, desahuciado por los médicos y rescatado por la literatura. Un cerebro agudo instalado en un cuerpo defectuoso. Un niño roto que crece a golpes y a golpes escribe. Entre el chico “especial” de huesos quebrados y el escritor que tropieza y se levanta una y otra vez pasan cosas, muchas cosas, la esencia de este libro intenso hasta el agotamiento. Mark Richard no se aburre: el catálogo de aventuras y personajes reunido en estas páginas hace que Jack London parezca estático, que Bukowski resulte pusilánime y que Edward Bunker invite al sueño.

“En tu último viaje al norte, el capitán y el primer oficial toman chupitos de vodka cuando se acaba la heroína que han comprado. Un tipo intenta tirarte por la borda una noche por una discusión sobre un gorro para la lluvia. La Guardia Costera entra en la embarcación a punta de pistola y nos obliga a atracar en Cape May”.

Los lugares favoritos de Richard son la biblioteca y el cine. El resultado es una vida de película, con casas encantadas, escaleras ocultas, predicadores y coros de gospel, abrigos de piel de mapache, armarios repletos de revistas Playboy… y muchos follones.

“La primera vez que te detienen es por agresión a un agente de policía. Tus padres y tu hermanita están fuera de la ciudad. Estas en Main Street y es sábado por la mañana, después tendrás que ir a la emisora. Estás de pie entre dos coches aparcados y disparas al tráfico con una pistola de agua… De pronto llega un coche de policía. Te acercas a su coche y disparas a los policías en la cara. De pronto estás en el asiento trasero de policía a una manzana de la cárcel”.

Estamos ante la biografía perfecta de un tipo imperfecto. Un chico que busca su lugar en el mundo, lejos del hielo y las baldosas mojadas, contando grandes pequeñas historias de tipos “que hacen las cosas que siempre han hecho falta pero nunca han sido capaces de hacer”. La lucha por la vida de un beautiful looser, que diría Elliot Murphy. Maravilloso.

Dice la gente

Por un lado, el blog me exige comentar la entrevista morreo que Bertín Osborne hizo anoche a Esperanza Aguirre. La caspa de la caspa, con un Bertín inspirado capaz de superarse en cada programa. Pero por otro lado, el cuerpo me pide caricias. A las diez de la noche el de Panamá y la que descubrió la Gürtel estaban en Telecinco, y yo recordaba que a esa misma hora, sin ir más lejos, Siniestro Total descargaba en Vila-Real. El mundo es así de ancho y ajeno.

Con esto quiero decirle que la vida es muy corta para despediciarla con estupideces, con miserias, con impresentables. Osborne y Aguirre juntos es demasiado. La conductora a la fuga llega a casa del cantante de rancheras en bicicleta. “Yo no me callo”, dijo vendiendo libros la cazatalentos que describió a Granados. “Soy natural y espontánea, y políticamente incorrectísima, y…”.

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Y yo me digo: por muy hijo de la gran puta que haya sido a lo largo de mi vida no merezco tener que ver algo así. Ya lo dijo Julio Anguita cuando le preguntaron en La Sexta por unas declaraciones de la deteriorada aristócrata del Partido Popular: “¿Cómo quiere que conteste con mi edad a un aullido del aquelarre franquista? A otra cosa…”.

A otra cosa, entonces…

“Dice la gente que de algo hay que vivir / Que sólo se muere una vez / Yo creo que eso no es así / Se muere muchas veces “Yo siempre muero por ti”.

Un motivo para NO ver la televisión

El hielo del fin del mundo.

Autor: Mark Richard.

Editorial: Dirty Works.

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Yo tenía una tía que lavaba a sus canarios con agua y jabón, cuando consideraba que estaban sucios y necesitaban un repaso, y para secarlos los metía en el horno. Lo calentaba solo un poquito, eso sí. Y luego les secaba las plumas en la dirección correcta, con una toalla rosa suave como un lamento. ¿Cómo no me voy a sentir fascinado, entusiamado, por un escritor que durante una marea baja ve a un perro cabezón apaleado y abandonado, y lo recoge en una red de almadraba?

“En casa, abrí el horno, bajé la portezuela y puse allí la cabeza del perro, bajo el grill, para que se calentara y se secara, y mira tú por dónde que lo primero que hizo al despertarse fue tirarse a arrancarme el brazo del hombro y a perseguirme en mi propia casa, y me tuve que subir a la mesa del merendero que tenía en el salón y él venga a ladrarme hecho una fiera desde abajo, que del calor del horno le salía humo del lomo como si fuera un demonio del infierno”.

Precisamente de eso habla este libro. De perros mojados. Y de los demonios que tenemos dentro, agazapados, esperando una oportunidad para agarrar un bate de béisbol, una navaja o una pistola y liarla gorda. De gente que vive en lugares espantosos con nombres muy hermosos: Donde el Rayo Da Paseos Largos. De cabañas ruinosas, serpientes negras, botellas de cerveza con el cuello largo, mapaches rabiosos, hermanos que tiemblan con su padre y padres que sobreviven a sus hijos. En resumen, historias de barcas ruinosas, ratones de marisma y hombres a la deriva.

Mark Richard nació en el mismo pueblo que Lucinda Williams. Lake Charles, Louisiana. Los dos son maestros en el arte de contar historias breves de profundo calado emocional. Ella en tres minutos, con una Telecaster y una banda de rock and roll. Él en media docena de páginas, con un estilo peculiar, lárgos párrafos con comas incrustadas que se arrastran por el papel como lo haría un caimán entre las raíces de los cipreses calvos de los pantanos. Frases que dejan exhausto al lector, y no solo por la longitud, también por la intensidad, por los cambios de ritmo, por la ida y venida de supervivientes, por el cruce de caminos que propone en cada cuento corto.

“Las gruesas lentes de gafas negras creaban la impresión de unos ojos acuosos, listos para llorar a la primera de cambio, y andaba algo encorvado, quizá por el dolor punzante de un pulmón extirpado, un pulmón perforado en el Pacífico por el que recibió una medalla, erguido en la popa de un barco que se hundía junto a una piña de chavales Doodlum como él, disparando con pistolas y carabinas a los japoneses que se arrojaban al agua, hasta que no quedó nada que disparar ni nadie a quien salvar salvo un primo y él, con su pulmón atravesado por una bala mientras el océano se tragaba su barco en un remolino, este hombre encorvado de ojos llorosos y manos temblorosas”.

“El hielo del fin del mundo”, quinto volumen que Dirty Woks dedica a la literatura de la Norteamerica profunda, mantiene el nivel de calidad, de potencia emocional y de músculo narrativo propuesto desde el primer día por esta editorial especial, única. Coherencia, grandes escritores, buenas historias y portadas negras con culebras. Un placer que no cesa.