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El abogado naif

¿Se pondría usted en manos de Mario Pascual Vives? ¿Confiaría a este hombre su suerte, y la de su fortuna, amasada en un largo y laborioso proceso de desvío de dinero público? Y es que Mario, con su mirada ovina, su media sonrisa y su textura de pez hervido, no es un abogado al uso: Bárcenas, Cachuli, Correa, Roca o Ana Mato jamás apostarían por este letrado. Ni siquiera el Dioni dejaría entrar en su vida a semejante mirlo blanco. “Pinta feo”, dijo Mario con cara de cómic cuando hace unas horas le preguntaron por la posibilidad de que su defendido no reuniese los más de 8 millones de euros de fianza.

¿Pinta feo? A Mario le falta el instinto depredador de un verdadero abogado de famosos. Puede que incluso le falte un hervor. Esa cara de no haber roto un plato le da porte de seminarista, más que de defensor de corruptos. En su mirada podemos ver ese “comportamiento ejemplar” que a Juan Carlos le hubiese gustado encontrar en su yerno. Quizá todavía pueda casarle en segundas nupcias con Elena

El abogado de Iñaki Urdangarín es uno de esos personajes que despiertan nuestros mejores sentimientos. Como un pollito en manos de un bebé, o como un gatito de El Huffington Post, Mario inspira ternura. Ni un mal gesto, ni una palabra más alta que otra, ni un desplante…

No creo que Mario sea el verdadero abogado de Urdangarín.

Este no es país para pardillos. Mientras escribo estas líneas el juez sospecha que 23 imputados de Gürtel se acogieron a la amnistía fiscal. Y se comenta que el Partido Popular se agarra a una falsa excusa para justificar por qué no despide al ex marido de Ana Mato. Y se encuentra una nueva cuenta de Bárcenas en un banco suizo. Y se habla de drogas en la Real Sociedad, y de que la corrupción puede alcanzar al fútbol español, y de que…

Este tipo no puede ser, de ninguna manera, el abogado de Urdangarín. Mientras Mario Pascual Vives se baja de la moto, responde con alguna simpleza a la prensa y pisa un tordo al alejarse, en un despacho no muy lejano un grupo de abogados de verdad, auténticas pirañas, debe estar trabajando desde hace tiempo en la defensa del marido de la infanta Cristina. De no ser así, me temo que dentro de poco el duque en-palma-do tendrá que dar rienda suelta a su vitalidad sexual en las duchas de Alcalá Meco.

 

Un motivo para NO ver la televisión

The Reverend John DeLore.

Cd: Sweet Talk for Pretty Daughters.

En 2011 este falso reverendo de Brooklyn, Nueva York,  publicó un disco sorprendente titulado “Little John The Conqueror”. Sorprendente por la madurez de las canciones, su voz creíble y la buena banda que le acompañaba. Por eso es una gran noticia la edición de su tercer trabajo, once canciones grabadas y producidas de modo independiente.

En el reverendo DeLore está Dylan, como está en prácticamente todos los sitios, pero también Tom Petty y Ellioth Murphy. Y Leonard Cohen y Neil Young, y Parsons, y … Y todos los grandes cantautores norteamericanos. Guitarras acústicas, steels, melodías campestres, algún medio tiempo… Un disco sin una sola distorsión y con mucha clase.

Comportamientos ejemplares

“Vita tua via nostra”. Tomás de Kempis.

Una vez, hace mucho, mucho tiempo, mi tío Manolo me presentó a un boxeador. Yo tendría siete u ocho años, y mi tío, que me venía a buscar al colegio cada mañana, se detuvo en la madrileña calle de Santa Engracia para saludar a un señor grande, de nariz aplastada, mirada bovina y grandes manos rechonchas. “Niño, saluda al campeón”. Estiré el cuello, el campeón se agachó, me dio un beso en la frente y se tomó un vino con mi tío en las bodegas La Ardosa. Un par de años más tarde Urtain se proclamaba Campeón de Europa de los pesos pesados tras coser a hostias al púgil alemán Peter Weiland. Un comportamiento ejemplar.

Pero un buen día se supo que el “coloso de Rodas del franquismo”, como le había bautizado Umbral en una de sus crónicas, tenía un lado oscuro. Carecía de técnica y de pegada como para ser un auténtico campeón, le amañaban los combates, ganaba porque boxeaba con paquetes, era el Cordobés del ring, el rey del tongo… Urtain perdió pronto el título de campeón, fue incapaz de recuperarlo y, cuando dejó el boxeo, fracasó en los negocios. Su comportamiento dejó de ser ejemplar. Veinticinco años más tarde, el morrosko se dejó caer por la ventana de su casa.

No sé porque le cuento esto… Sí, sí, por dos cosas. En primer lugar porque esta noche (miércoles), a las 22.00 y en La 2, TVE emite “Urtain”, una adaptación de la magnífica obra de teatro coproducida por Animalario y el Centro Dramático Nacional. Poco más que decir, salvo que se trata de una exquisitez: auténtica televisión pública.

En segundo lugar, porque la vida de Urtain me ha recordado que la línea que separa el comportamiento ejemplar del no ejemplar es muy fina. “La ejemplaridad la marca la ley”, sugiere Mario Pascual Vives, portavoz del duque de Palma. No, la ley marca la legalidad. “La Corona encarna un principio de estabilidad, neutralidad y ejemplaridad”, insiste muy ufano Rafael Spottorno, jefe de la Casa del Rey.

Sputtorro, el morrosko de Zarzuela, va más lejos: “Es como cuando alguien tiene un hijo. Se le puede querer más o menos, o parecer más o menos tonto, pero no puede dejar de ser tu hijo”. Su comportamiento, el de Spattarro, al hacer leña del hijo caído, por más o menos tonto que sea, tampoco parece demasiado ejemplar. Y qué quieren que les diga de mi propio comportamiento, al burlarme del señor Sttuparrro escribiendo mal su nombre una y otra vez, en un chiste tan pueril como desafortunado.

Los comportamientos ejemplares son, como los honores de García Márquez, “estancos sagrados a los cuales solo tienen acceso los dueños del drama”. Otra cosa, marcada por la ley, es la corrupción, el fraude, la evasión de capitales, el desvío de fondos públicos…

 

Un motivo para NO ver la televisión

Amor, pobreza y guerra.

Autor: Chistopher Hitchens.

Editorial: Debate.

Chistopher Hitchens es todo un personaje. Periodista y escritor británico de 62 años, con fama de bocazas y reconocida afición por la bebida, inclasificable a nivel político, tiene filias y fobias. Entre las primeras, Joyce y Trotsky. Entre las segundas, los Kennedy y Dios. Recuerde dos títulos inolvidables, que hemos recomendado puntualmente en este blog: “Dios no es bueno” y “Dios no existe” (Debate). Hitchens es ateo militante: “Nadie afirma que hay una línea directa que vincula la fe con el asesinato y la esclavitud. Pero es innegable que existe tal vínculo”.

Desde hace algo más de un año Hitchens mantiene una dura batalla contra el cáncer, enfermedad que no le ha restado un ápice de energía o lucidez. O al menos eso parece después de leer este espectacular “Amor, pobreza y guerra”. Ensayista brillante, tan culto como irónico e ingenioso, Hitchens consigue en estas páginas enganchar al lector con reflexiones que no rehúyen tema alguno: desde las mentiras de Michael Moore al mundo feliz de Huxley, pasando por la Ruta 66, las escenas de una ejecución o el largo adiós a Bin Laden y Sadam. Sobre la madre Teresa de Calcuta escribe: “Cuando le concedieron el premio Nobel de la Paz, anunció que la mayor amenaza para la paz  mundial era… el aborto. Elogiaba la pobreza, la enfermedad y el sufrimiento como regalos del cielo, y decía a la gente que aceptase esos regalos alegremente”.

Hitchens es un pensador moderno que, pese a que puede parecer en muchas ocasiones cínico y repelente, ayuda al lector a completar su visión de la realidad. Una realidad, como dice en la introducción, que no es completa hasta que hayamos probado el amor, la pobreza y la guerra.