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Cinco minutos

“La organización es lo que da origen a la dominación de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización, dice oligarquía”. Robert Michels. Sociólogo alemán.

“La vida es eterna en cinco minutos”. Victor Jara. Te recuerdo Amanda.

La vida de los políticos tiene cinco minutos cruciales, que deben superar si quieren conseguir que su carrera resulte larga y provechosa. Son los cinco minutos que siguen a la derrota. Esos cinco minutos en que la parte aún viva de su conciencia, un granito del tamaño de una semilla de lino y la textura de una uva pasa que tienen adherida en la ingle, les exige que dimitan. Que sean coherentes con su discurso, que dejen paso a jóvenes más ilusionados, quizá menos maleados, tal vez mejor preparados. Son cinco minutos fundamentales, en los que está en juego su futuro político y personal: el coche oficial, las entrevistas en televisión, las invitaciones en restaurantes, los aplausos en los mítines, estar en la pomada… Son cinco minutos tras los que pueden renunciar al poder y reincorporarse, con la cabeza bien alta, a su vida privada. Ya saben, la familia, los amigos, el curro… Cinco minutos que, con algo tan importante en juego, son como antaño eran 90 minutos en el Bernabeu: “molto longos”.

El 99% de los políticos supera esos malditos cinco minutos sin el más mínimo problema: se extirparon la garrapatera conciencia nada más acabar el mitin de debut, o después de las primeras elecciones, o tras sus primeras mentiras electorales. El político pata negra ama el poder sobre todas las cosas, y no hay humillación democrática capaz de hacerle renunciar a sus privilegios. La noche del domingo, sin ir más lejos, la plana mayor del PSOE sorteó esos 300 segundos de reflexión interna sin inmutarse: algunos torcieron el bigote, otros escondieron la cabeza como avestruces, muchos ni se dieron por aludidos. “Necesitamos una revisión ideológica muy profunda”, dijo Barreda utilizando una lengua  muerta.

Son cinco minutos de pasión. Una minucia si lo comparamos con la duración de sus reinados. José Bono fue presidente de Castilla La Mancha durante 24 años, y cuando lo dejó pasó a ser Presidente del Congreso de los Diputados. Manuel Chaves fue Presidente de la Junta de Andalucía durante 19 años, y ahora es Vicepresidente Tercero del Gobierno. Alfredo Pérez Rubalcaba forma parte del Comité Federal de su partido desde hace más de una década, y su intención es convertirse en candidato socialista a la presidencia del Gobierno. Todos ellos se sienten, como algunos  personajes de los cuentos de Flannery O´connor o William Goyen, bendecidos y señalados por Jesús, destinados para para una misión superior, para la gloria. Pobres.

¿A cuento de qué toda esta historia de conciencias desactivadas, políticos desahuciados y cronómetros en marcha? Muy fácil: es tiempo de cambio. Zapatero daría el brazo derecho de uno de sus consejeros, el de Telefónica sin ir más lejos, porque todo siguiese igual. Pero no es hora de parches. Es hora de grandes sacrificios, de una buena purga, de sangre fresca y regeneración de neuronas.

Lástima: ya han pasado los cinco minutos y no se ha movido ni dios.

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Un motivo para NO ver la televisión.

La resurrección de los muertos.

Wolf Haas.

Editorial: Siruela.

En esta breve novela negra todo es sorprendente. El protagonista es un ex policía que retoma un viejo caso en calidad de detective privado. Se llama Brennen, es un tipo tranquilo que no parece demasiado espabilado, sufre fuertes migrañas y se preocupa por el futuro de su vivienda oficial. Seguro que en un futuro tenemos nuevas noticias suyas… De momento se enfrenta al caso de los turistas congelados, una pareja de esquiadores que aparece sin vida en un telesilla.

Brennen no es muy hablador, pero resulta parlanchín si le comparamos con los vecinos de la localidad alpina donde se ha cometido el crimen. Es la primera novela de Wolf Haas, un lingüista que juega de manera irreverente con las palabras, con la repetición de las ideas y la anarquía de los personajes. El resultado es un relato singular que, sin duda por su pasmosa sencillez y su inaudito planteamiento, se deja leer de un tirón.