You are currently browsing the El Descodificador posts tagged: Malcolm Mackay


Malos hábitos

Los hábitos, sobre todo los malos, son una delicia. Y no solo hablo de ese monacal gin tonic de media tarde… De los religiosos solo tengo referencias lejanas, casi olvidadas. Antes de estudiar en el Ramiro de Maeztu estuve unos años en los Maristas, pero tranquilos que les voy a evitar cualquier referencia sórdida a toqueteos y demás miserias. Que las hubo. El caso es que los caminos de la vocación religiosa se me cerraron muy pronto, antes incluso de saber que Robert Johnson había vendido su alma al diablo en un cruce de caminos para poder tocar el blues como dios.

¿Me estoy marchando por las ramas? Sin duda. Me da mucha pereza meterle mano al tema del post de hoy, un ridículo programa producto de la escasa imaginación y el nulo talento de unos creativos de televisión que se limitan a darle la enésima vuelta de tuerca a los habituales realitys. Donde usted vió artistas de medio pelo disfrazados, analfabetos encerrados en una casa, granjeros que buscan esposa, casados a primera vista, príncipes para una gorrina, gañanes en Gandía o famosetes abandonados en una playa, ahora podrá ver cinco jóvenes desgraciadas que pasan mes y medio en un convento porque quieren ser monjas. Sí, monjas de las de verdad, no de las de ese programa de ensueño llamado “Curas, monjas y viceversa”…

CnF6Xwa8

Cinco jóvenes de entre 20 y 23 años aseguran haber recibido la llamada del señor. Que se dice pronto. Y los de Cuatro, la cadena pequeña de esa fábrica de dinero y telebasura que es Mediaset, las meten en diferentes conventos: las Hermanas del Santísimo Sacramento, las Hermanas de Santa María de Leuca y las Justinianas, cómplices de esta pantomima audiovisual. A partir de ese momento empieza su deambular por este valle televisivo de lágrimas: castidad, pobreza y obediencia. Una tiene novio, otra cree que se duchan en bikini, mientras que la de más allá reza para tener buena audiencia. La más avispada de las novicias reconoce que pensó que podía terminar en “Sálvame”, aunque yo la veo más en la portada de Interviu

Tetillas-de-Monja_fotofichagrande_66

¿Chicas solas en un reality? Ni monjas ni hostias. El fracaso de audiencia está garantizado… excepto si se lían entre ellas. Entonces es el éxito lo que está garantizado. Porque el primer programa resultó de una cursilería, de un aburrimiento, soberanos. “He sentido la llamada”, dice una de ellas. “Mi novio siempre estará ahí… Siento tanto amor por él como por dios”, dice otra mientras besa a su chico en una tienda de cómics. Y luego le dice que se va a un convento: “Eres o tú o la religión… Tengo que intentarlo… Cuando estás ahí estás plena… No sé si volveré contigo”. Paloma dice ser neocatecumenal con la misma alegría con la que yo digo que soy de Atleti: “Cristo es mi hombre… está vivo y me he enamorado de él… siento su abrazo en el calor que me da el sol”. Buenos camellos tienen, qué duda cabe.

Janet dice que tiene una sensibilidad especial con la naturaleza: le encanta bañarse en ríos y abrazar árboles, porque los ángeles están ahí. Su hermana Jaqui tiene un amigo, Jesús, y presume de higiene: “Limpio el water con amor… mi madre es luz”, sentencia. La madre de Janet y Jaqui asegura que se “autosana con las piedras”: “Pedid luz, simplemente”, insiste. Buenos no, buenísimos. Los camellos, digo. Y después salen unas monjitas amojamadas que hablan de pureza.

Arrastran las maletas como si fueran a entrar en Gran Hermano. Y reciben el uniforme. “No es mi hábito favorito, a mí me gustaba más el de Teresa de Calcuta”, dice la aspirante que le pidió a dios entrar en el convento “con tábula rasa”. No se si reír o llorar. Salen a relucir “los kikos”. ¿Sectas? La cosa se pone interesante. Falsa alarma. Juleysi abandona a su novio en celo y, rodeada de monjas veteranas, entra en el convento. “Siento que se me llama a entregar amor a todo el mundo… soy bastante pecadora”, afirma en una frase que puede llevar a equívocos Fernanda, la última… ¿concursante?

Dicen los cómplices religiosos de la mamarrachada televisiva que el programa quizá ayude a desarrollar más vocaciones. Sería un auténtico milagro. El pasado año cayó un 3,5% el número de religiosos en España. Lo que no es de extrañar si tenemos en cuenta los casos de pederastia, que la Iglesia los ha consentido y camuflado durante años, que los obispos gasten más dinero en financiar 13TV que Cáritas, o que la reforma del ático de lujo de Rouco Varela le costase al arzobispado medio millón de euros. Añádale a esta serie de pecados mortales el programa de Cuatro, ejemplo perfecto de la crisis moral que viven dos industrias, la Iglesia y la televisión, especializadas en el entretenimiento de ficción.

Captura de pantalla 2016-04-10 a la(s) 22.20.04

“Quiero ser monja” es una pérdida de tiempo a la altura del tema que trata. Entretenimiento de baja calidad para espíritus poco exigentes, para almas en pena y para aquellos pardillos que aún creen en sacaperras como la homeopatía, la religión o la televisión.

P.D.

Se pregunta ABC en su sección de televisión si “Wild Frank es Félix Rodríguez de la Fuente adaptado a 2016”. Yo no debería decir nada, que luego los seguidores del popular presentador me ponen a caldo. Pero lo voy a decir, porque estoy completamente de acuerdo con esa frase. Wild Frank es Félix Rodríguez de la Fuente adaptado a 2016, efectivamente, de la misma forma que Melendi es Bob Marley adaptado a 2016, Belén Esteban es Marisol adaptada a 2016 o Mario Vaquerizo es Andy Warhol adaptado a 2016. Un gran año, sin duda, este 2016.

Un motivo para NO ver la televisión

Hay que matar a Lewis Winter.

Autor: Malcolm Mackay.

Editorial: Siruela.

9788416396153_L38_04_l

¿Qué lector de novela negra no ha soñado alguna vez con recurrir a los servicios de un sicario? A mí me sucede cada semana dos o tres veces. Luego se me pasa. El libro que hoy nos ocupa explica que en el mundo de los asesinos a sueldo también hay profesionales y aficionados, y que no se puede ahorrar cuando se contrata este tipo de servicios. Calum MacLean es un sicario de garantías, minucioso y seguro, que trabaja lo justo, planea al milímetro cada actividad y no comete errores. Una buena inversión.

“Así pues, no hay que jugársela. La gente se la juega por dos razones: una aceptable y la otra no. La inaceptable es la codicia, la perspectiva de tener más dinero, aunque en realidad no les haga falta. La otra razón es vivir emociones fuertes, y eso ya es diferente”.

Lewis Winter es un pringado, un traficante de poca monta que, para colmo de males, ha elegido una novia por encima de sus posibilidades. En el mundo del hampa de Glasgow es normal que se produzcan ciertos desajustes, capaces de desestabilizar un negocio que no admite fisuras. Los encargados de mantener el orden mueven ficha: Winter se está metiendo donde no debe, Calum debe quitarle de la circulación. Todo de la manera más fría, más aséptica, más profesional.

“Los imbéciles pueden tener suficiente valor para ser útiles en este mundo. Los inteligentes pueden llegar muy lejos. Para llegar a lo más alto, necesitas las dos cosas. Debes saber cuándo hay que recurrir al cerebro y cuándo a los huevos. Algunos conservan la libertad y el trabajo durante décadas porque no les falta ni una cosa ni la otra. A veces, incluso las personas que las tienen en abundancia cometen un error. Uno solo. Un error tonto, un descuido. Veinte años en la trena. Sin posibilidades de que les vuelvan a emplear después. Los más inteligentes de todos son quienes no se creen demasiado listos”.

Como es de esperar en toda novela negra, las cosas se complican. A los actores que ya conocemos añada nuevos sicarios, policías honrados y corruptos, algunos pelagatos y varios chivatos, y tendrá el primer y excelente libro del escocés Malcolm Mackay, un más que interesante arranque de lo que promete será una trilogía sobre el lumpen de Glasgow. Con Calum como protagonista. Ya estoy esperando las nuevas aventuras de un asesino a sueldo introvertido, original y muy brillante que se ha ganado marcador de páginas de la estampita de María Auxiliadora, la virgen de los sicarios.

“Calor y monotonía. No ocurre nada. Ni incidentes importantes, ni nada que merezca la pena comentar. Aunque, como es un sábado de mucho calor, a los del turno de noche les sobra trabajo desagradable. La gente se pasa el día bebiendo si hace calor. Personas que se caen al suelo, personas que se caen desde donde están subidas. Personas que se derriban mutuamente. Hombres que tratan de impresionar a las mujeres hinchándose los ojos unos a otros. Hombres que quieren salirse con la suya y les hinchan un ojo a las mujeres. En noches así, hay muchos asuntos domésticos muy feos”.