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La gozadera popular

En el Partido Popular dudaron entre imprimir a la nueva versión electoral de su himno un ritmo de merengue o de reggaeton. La opción del vallenato ni se tuvo en cuenta. Finalmente ganó la versión merengue, al parecer porque a Mariano Rajoy y compañía la cadencia del reggaeton les resulta “triste”. Ellos son más de gozadera, es evidente. “En el PP la fiesta no se acaba nunca”, dijo en su día con voz melosa Ricardo Costa, ex secretario general de los populares valencianos implicado en la Gürtel.

¡Qué razón tenía el bueno de Richi Lacoste! El PP vive en una fiesta interminable, y ese ritmo sabrosón, calentorro y sensual con que han puesto al día su himno lo demuestra. Alguien podría pensar que tal y como está España, con una tasa de pobreza entre los parados del 44,8% y 2,4 millones de españoles que reconocen no poder pagarse los medicamentos, deberían haber apostado por el aire lento, solemne e incluso lúgubre de, por ejemplo, una sonata para piano de Chopin. Lo que viene siendo la marcha fúnebre.

Pero viendo la relación de los chicos de Rajoy ante sus numerosos problemas con la justicia tengo mis dudas. ¿Qué tal el ritmo del jazz crudo y dinámico, de gramófono y ley seca, del Chicago de los años 20 y 30? Si a Al Capone le encantaba, no sé por qué no le puede gustar a Rajoy. Pero buscando algo más actual, más moderno, sin duda hubiese elegido para el himno del PP el ritmo cadencioso y trotón del “Woke Up This Morning” de los británicos Alabama 3, canción que en su mezcla Chosen One Mix podíamos escuchar en la cabecera de Los Soprano. El bueno de Tony conduce desde Nueva York a New Jersey, en busca de la sagrada paz del hogar tras una dura jornada de trabajo, quién sabe si extorsionando a unos empresarios, dando un escarmiento a unos proxenetas chinos o blanqueando algo de dinero negro. Ni pintado para los de Génova.

Un motivo para NO ver la televisión

El diario Down

Autor: Francisco Rodríguez Criado.

Editorial: Ediciones Tolstoievski.

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“Un balazo de realidad”, dice la web de la editorial sobre este autor, sobre este libro. Y tiene mucha razón: “El diario Down” es un tiro de normalidad, un disparo de sentido común, que te impacta en el pecho, te sacude como si llevases flojo el chaleco antibalas, y te lanza a la calle, a enfrentarte con el mundo. Porque “El diario Down” es la vida.

Francisco nace con sindrome de Down y una cardiopatía severa. Su padre, escritor, recibe el golpe con dignidad y busca ayuda en aquello que conoce: la literatura…

“Cuando Saul Bellow ganó el Premio Nobel, en 1976, le preguntaron cómo se sentía al recibir tan preciado galardón. El gran escritor canadiense respondió: ´No lo sé, aun no he escrito sobre ello`. Cuánta razón tenía al sugerir que la escritura nos ayuda a aclarar nuestras emociones y a poner en orden nuestros deseos”.

No espere encontrar en “El diario Down” la historia lacrimógena de un padre blandengue que se castiga con su suerte. Para nada. El autor sabe que la vida no le debe nada, que no hay compensanción alguna, que “vivir es una eterna carrera de obstáculos que se gana no tanto con la suerte como con el afán de superación”: “Los padres que tenemos niños con discapacidad deberíamos aceptar cuanto antes su circunstancia y tratar de apoyarlos y estimularlos, para sacar lo mejor de ellos dentro de unos márgenes razonables”.

Francisco padre no es de los que se rinden. Francisco hijo tampoco, pese a tener trisomía del par 21 y una severa cardiopatía que exige una intervención quirúrgica a corazón abierto. El padre llora en silencio, escribe sobre poetas, perros y cromosomas extra, sobre el dolor y la esperanza, sobre otros padres y la felicidad, sobre los fantasmas de la noche y la normalidad. Sobre resitir.

“Y en ese instante, durante esa sonrisa, comprendo que tanto esfuerzo sí tiene sentido. Que dormir es cosa de cobardes. Que visitar a los médicos es más divertido que un crucero por las Bahamas. Que el cansancio es un regalo de los dioses y que ese cromosoma extra es justo, porque lo que por un lado te quita por otro te lo da. Francisco mantiene fija la mirada sobre mí y, antes de entregarse nuevamente a su biberón, se echa a reír de nuevo.

De repente lo hacemos los dos: reírnos. Hemos madurado mucho y ahora sabemos que para ser felices no nos hacen falta grandes planes”.

¿Un balazo de realidad? No, un cañonazo de realidad.

Minuto a minuto

Los estudiosos de la televisión, sobre todo de las audiencias y la publicidad, inventaron hace años un sistema de análisis denominado “minuto a minuto”. Consiste en estudiar los programas dividiéndolos en bloques de 60 segundos de duración, para después cruzar la descripción del minutador, “Belén Esteban escupe en un ojo a Jorge Javier Vázquez mientras èste suelta una ventosidad en el rostro de Lydia  Lozano”, con el índice de  audiencia en ese preciso minuto, un 58%.  En este caso la conclusión de los expertos sería que la Esteban y Jorge Javier están perfectamente sincronizados, y que deberían escupir y peerse cuanto más mejor, mientras que si Lydia Lozano quiere renovar su contrato debería mostrarse más activa.
El minuto a minuto, la biblia de los grandes teóricos  de la televisión comercial, depara fascinantes sorpresas. Y no solo porque demuestra la utilidad de elementos tan denostados como los gases o los fluidos para levantar audiencias y crear estrellas mediáticas. ¿Sabía usted que cada minuto de La hora de José Mota nos cuesta 12.200 euros (491.000 el capítulo completo)? ¿Y que por cada minuto de “Cuéntame cómo pasó” pagamos 12.100 euros (853.00 el capítulo)?
Durante años, la ficción española ha defendido una teoría según la cual nuestras series eran inferiores a las norteamericanas única y exclusivamente por cuestión de presupuesto. Sabíamos que un capítulo de Los Soprano costaba a HBO dos millones de dólares (1.400.000 euros), y nos parecía una barbaridad. Ahora sabemos que un capítulo de Águila Roja cuesta a la televisión pública más de 900.000 euros. Y TVE, que se hace cargo del coste total, no obtiene todos los derechos de explotación a otras cadenas o países.


Son tiempos duros para la televisión pública, que necesita rebajar su presupuesto 200 millones de euros. El Consejo de Administración de RTVE aconseja una reducción del 25% de la cuantía de los contratos de los “presentadores estrella” de la cadena. Y recortar un 10% su estructura directiva (240 personas, 60 de ellas externas), y entre un 14 y un 50% el números de colaboradores y tertulianos.
Ahorrar minuto a minuto, y también contrato a contrato, y por supuesto coche oficial a coche oficial, podría ser una medida prudente. Ahorrar opiniones a cascoporro, con un 50% menos de tertulianos de un plumazo, es mucho más que eso: es una bendición. Eliminar de un plumazo a la mitad de opinadores profesionales sin duda convierte la televisión pública en un medio de comunicación más informativo, más relajado, más agradable, mejor.

P.D.

NOTA DE BALTASAR GARZÓN REAL ANTE LA SENTENCIA DE LA SALA 2 DEL TRIBUNAL SUPREMO EN LA CAUSA SEGUIDA CONTRA EL MISMO

Rechazo frontalmente la sentencia que me ha sido notificada en el día de hoy.

Lo hago por entender que no se ajusta a derecho, que me condena de forma injusta y predeterminada.

He trabajado contra el terrorismo, el narcotráfico, los crímenes contra la humanidad y la corrupción. Lo he hecho con la ley en la mano y en unión de fiscales, jueces y policía. En este trabajo, siempre he cumplido con rigor las normas, he defendido los derechos de los justiciables y de las víctimas en situaciones muy adversas.

Ahora y a lo largo de este procedimiento, mis derechos han sido sistemáticamente violentados, mis peticiones de defensa desatendidas, el juicio oral una excusa, cuyo contenido ha sido utilizado sólo contra mí, prescindiendo de los elementos favorables que me beneficiaban, para, con ello, poder dar forma a una sentencia que ya estaba anunciada desde hace meses.

Mi actuación en el denominado caso Gürtel, se ajustó a la ley y en su desarrollo, tomé todas las medidas para garantizar el derecho de defensa y la investigación de delitos muy graves relacionados con la corrupción, partiendo de los contundentes indicios y para evitar la continuidad delictiva de blanqueo de dinero de los jefes mafiosos que utilizaban, como ya lo habían hecho antes, a los abogados designados.

Se me ha impedido aportar las pruebas que lo demostraban y se ha prescindido de la implicación y participación de abogados en la trama.

La afirmación que se contiene en la sentencia para justificar el supuesto dolo de que “la inclusión de la cláusula previniendo el derecho de defensa dejando a un lado su efectividad, revela que sabía que su resolución afectaba a este derecho” es una aberración que contradice todo el sentido de la misma y se utiliza para eliminar la base de mi absolución. La sentencia no dice en ningún momento cual es el daño producido en el derecho de defensa y no lo dice sencillamente porque no existe. Lo inventa. Asimismo falta a la verdad cuando se dice que no se ejecutó la medida de salvaguardar dicho derecho, cuando personalmente me cuide de garantizarlo y así lo avalan las pruebas practicadas e ignoradas por el tribunal.

Esta sentencia, sin razón jurídica para ello ni pruebas que la sustenten, elimina toda posibilidad para investigar la corrupción y sus delitos asociados abriendo espacios de impunidad y contribuye gravemente, en el afán de acabar con un concreto juez, a laminar la independencia de los jueces en España.

Acudiré a las vías legales que correspondan para combatir esta sentencia y ejerceré todas las acciones que sean pertinentes para tratar de paliar el perjuicio irreparable que los autores de esta sentencia han cometido.

Madrid a 9 de febrero de 2012

La vida sin Los Soprano

Hoy comienza en Canal + (21.30) la emisión de la última temporada de Los Soprano. El primero de los nueve episodios que ponen punto final a una serie histórica. A esa hora, en ese canal, el tiempo televisivo se detendrá: no hay nada tan importante en el Universo Televisión como una historia de la familia Soprano. Es imposible. En ese momento mágico la programación del resto de cadenas se convertirá en un relleno insípido, en puro trámite. En una auténtica memez. Recuerden que todo está en Los Soprano: la muerte y la vida, el bien y el mal, el honor, la música, la emoción, el cine, la venganza, la justicia, el amor…

Los Soprano son la televisión. Esta serie es una de las pocas razones para creer en este medio de comunicación, en su capacidad de entretenimiento y redención. Los Soprano son la demostración de que es posible hacer buena televisión, de que existe el entretenimiento de calidad, de que las series españolas son una bazofia. A los Soprano les debemos mucho: nos han abierto los ojos a un mundo maravilloso, el de la buena televisión, y nos han ayudado a soportar el largo y tortuoso viaje de cada día por la mala televisión.

Vean los Soprano, háganse el favor. En Canal + o como puedan. La recta final o las temporadas anteriores. No hay justificación para perderse esta serie, ejemplo de todas las virtudes que, se supone, debe tener la televisión.

¿Ya tiene “mono” de Sopranos? Pínchese esta metadona en forma de clip.

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