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Un país muy difícil, merde

Dice el empresario Javier López Madrid, el consejero delegado del grupo de Villar Mir que gastó 34.800 euros con su tarjeta Black de Caja Madrid, que España es “un país muy difícil”. Y eso que se había gastado la mitad de la pasta en restaurantes, 15.935 euros, y el resto en ropa y agencias de viajes. Con semejante chollo, ¿un país muy difícil? “¡Y tanto!”, le contestó su amigo el rey Felipe VI, que cuando supo que el empresario se encontraba en San Francisco le recomendó que “disfrutase” lejos de “este barullo” que es España.

Se trata de una conversación a través de iMessage entre amiguetes, empresario y monarcas, que ha desvelado eldiario.es. Quizá Letizia sea la más expresiva en este intercambio de confidencias: “Te escribí cuando salió el articulo de lo de las tarjetas en la mierda de LOC y ya sabes lo que pienso Javier. Sabemos quién eres, sabes quiénes somos. Nos conocemos, nos queremos, nos respetamos. Lo demás, merde. Un beso compi yogui (miss you!!!)”. ¿Compi yogui? Entrañable de verdad, pero en cualquier caso yo me quedo con la frase que resume de manera magistral la España que le ha tocado vivir a los reyes y a su amigo el tarjetero Black: “Un país muy difícil”.

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Cuando Javier dice esa contundente frase, Felipe y Letizia sin duda están pensando en los parados de larga duración. O en todos aquellos que viven con el salario mínimo, sin recursos Black. O esos 13 millones de españoles (el 27% de la población) en riesgo de pobreza o exclusión. Si yo fuera un demagogo les diría a Letizia y a su compi yogui que cuando quieran ver lo difícil que es realmente este país prueben a vivir sin el presupuesto para la casa real, con 600 euros al mes, o sin tarjetas black para hoteles y vestuario. O siendo parados de larga duración. O como ese 46,6 % de jóvenes en paro. O como ese 21,3% de trabajadores pobres entre los 18 y los 24 años. O como ese 56,3% de asalariados menores de 30 años que están sobrecualificados para su trabajo.

España no es un país tan difícil, si lo comparamos con Irán, Honduras, Sudán, Camboya… Pero es un país francamente difícil si pensamos que la preocupación por la corrupción ha subido ocho puntos entre los españoles en la última encuesta del CIS: el 47,5 % de los encuestados señala la corrupción como el segundo problema más importante, por detrás del paro. ¿Lo demás, merde? De eso nada, Letizia.

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Sangre sabia

Si mira la fotografía de portada de El País, diario monárquico de izquierdas, del pasado miércoles, verá a una reina. Que se dice pronto. La señora de la imagen trasmite una serenidad, una sabiduría, una elegancia y una grandeza solo al alcance de las grandes estirpes de monarcas. ¿No es cierto? Una raza especial, un linaje único, los elegidos. Nadie se atrevería a imaginar que esa mujer de mirada divina, rígido semblante y enorme abolengo un día fue humana, como usted y como yo, e incluso pisó un excremento de perro en la calle Leganitos. Y fue periodista, como un servidor, y trabajó en una redacción rodeada de plebeyos dicharacheros, vulgares ciudadanos que la trataban de tú. Es difícil pensar que esa señora de porte sublime, barbilla elevada, nariz y mirada regias, un día fue una ciudadana de a pie, bebió cerveza directamente de la lata, se fumo un piti, se puso un DIU, se zampó un grasiento bocata de calamares, soltó un “¡Será hijo de la gran puta!”, se rascó el ojete y hasta se tiró un sonoro pedo trompetero. Nadie lo diría, ¿verdad?

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La sangre es sabia. Y la de Letizia, más. Si usted creía que los reyes eran especiales, lo mejor de la raza humana, los intocables del primer mundo, seres exclusivos de otra galaxia, elegidos para la gloria, estaba usted muy equivocado. Las mutaciones son posibles, las metamorfosis se producen. Una transformación inversa se pudo ver en Shrek, con la princesa Fiona transformada en ogro mediante un hechizo. Es decir, que incluso usted podría ser, si se diesen las circunstancias adecuadas, rey o reina.

La sangre azul, las cosas de que se entera uno, no es un don hereditario. Es un tinte. Cuestión mental: si te crees reina, poco a poco los eritrocitos y los leucocitos, y demás componentes sanguíneos, se pigmentan del tono primario de las nubes, el mar y la camiseta de la selección italiana (azzurra). Si uno lo desea con todas sus fuerzas, y cuenta con el apoyo del rancio abolengo y la gran alcurnia, la vulgar ciudadana puede dejar de serlo y convertirse en reina. La columna vertebral se estira, como a Michael Jackson en el vídeo de Thriller, la plebeya grasa desaparece del cuerpo, la mirada se torna fría, de azor, el pellejo se estira como un tambor, y la forma de pensar, de hablar, de expresarse, se engrandece: en el caparazón de una vulgar presentadora de telediarios se escondía toda una reina.

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Un motivo para NO ver la televisión

Cuadernos rusos (La guerra olvidada del Cáucaso).
Autor: Igort.
Editorial: Salamandra.

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Todo comienza con el asesinato, el 7 de octubre de 2006, de la periodista de 48 años Anna Politkòvskaya. La dispararon en el ascensor de su casa en Moscú. El autor de esta novela gráfica visita el edificio, entra en el ascensor, sube hasta el piso de Anna, porque quiere ver con sus propios ojos el lugar del crimen, recordar el día en que “quedó desenmascarada la verdadera naturaleza de una dictadura disfrazada de democracia”.

Democradura. Así llama al régimen de la Gran Madre Rusia Igort, autor de obras tan conocidas como la serie “Baobab”, “Sinatra”, “Casino” o “Fast Waller”, esta última con textos de Carlos Sampayo. El dibujante ha pasado casi dos años entre Ucrania, Rusia y Siberia “con el propósito de comprender y recabar información” para esta obra. Un cómic, un trabajo periodístico, y un relato estremecedor sobre las mentiras de un Gobierno y la tragedia del pueblo checheno.

Periodismo dibujado. Eso son estos “Cuadernos rusos”, un viaje por el lado oscuro de una democracia disfrazada, con tragedias tan brutales como el asedio y asalto al Teatro Dubrovka en 2002 o la matanza de la escuela de Beslán en 2006. Muchas preguntas sin contestar, una gran periodista asesinada y un libro estremecedor.

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El nuevo rey

Ver al nuevo rey de España, el hijo del campechano y hermano de la imputada, el preparado, recorrer las calles de Madrid en el Rolls de Franco, vestido de militar, entre gritos de “Viva España”, rodeado de cuerpos de caballería, gastadores y soldados de infantería, le devuelve a uno la ilusión de ser español. Esa ilusión que solo unas horas antes nos habían quitado Iniesta, Del Bosque y compañía. Esa ilusión que nos quieren robar los catalanes independentistas, los vascos abertxales y los bolivarianos de Podemos. Esa ilusión que nos tratan de hurtar los agoreros que se empeñan en recordarnos que vivimos en un país con seis millones de parados, un Gobierno corrupto, hambre en las escuelas y un 22% de los españoles sumergidos en la pobreza.

Ver a los reyes de España, los nuevos y los viejos, con las campanas de la Almudena repicando de fondo, en el balcón principal de la Plaza de Oriente, es justo lo que España necesita. La imagen, saludando al pueblo llano moviendo sus bracitos, como los gatitos chinos, transmitía esa estabilidad que nos quieren rapiñar los antisitemas, los parados de larga duración, los jubilados que no llegan a fin de mes y los enfermos que deben esperar un año para ser operados.

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¡Cómo ondeaban al viento las banderitas que había repartido Ana Botella entre los madrileños! La unidad reinaba en las calles de Madrid. Ni una protesta, ni un símbolo republicano: la policía tenía orden de retirarlos, como recomiendan las reglas democráticas más elementales. Todo eran aplausos y besamanos. Y vivas a los nuevos reyes. ¡Cómo saludaban a sus súbditos! ¡Y cómo les aclamaba a ellos el populacho! Emoción a raudales. La fiesta de la democracia, sin duda.

El pueblo de Madrid agradeció en las calles al nuevo rey, Felipe VI, que ofreciera a los españoles un primer discurso en el que resumió a la perfección el carácter de la institución: un coñazo total. Repleto de frases hechas y obviedades. Que si las nuevas tecnologías, que si el siglo de la ecología, que si la unidad de España, que si la modernidad, que si la renovación de la monarquía, que si la ejemplaridad, que si pitos y flautas. El discurso escrito por un secretario que Felipe VI leyó con la misma emoción con que el camarero le canta a usted el menú del día. El discurso de un rey, personaje medieval, que rechina en pleno siglo XXI. “Un discurso demasiado detallista”, dijo un comentarista de TVE que mataría por hacerle la bisagra a Letizia.

Un discurso sin alma para un líder sin chicha, para una institución antediluviana, para un país que apesta a rancio, a corrupto, a franquismo no superado, a socialista monárquico, a diferencias cada vez mayores entre el poder político y económico y los ciudadanos. Un discurso mediocre para un país gris, dócil y sumiso que no se si me da más pena o más asco.

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 P.D.

La policía detiene a una mujer por llevar la bandera tricolor.

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El Papa de los pobres

Todos los informativos abren con la toma de posesión del nuevo Papa. Algunas cadenas retransmiten en directo partes de la ceremonia. “Su cercanía emociona, porque está muy adaptada a los tiempos que corren”, dice un tertuliano de La Sexta que tiene serios problemas para controlar las lágrimas. Y es que el amigo Francisco, ante la sorpresa de todos, hizo parar el Papamóvil cuando iba camino de la misa de entronización para bajarse a saludar a un enfermo. Emocionante, anonadante, acojonante. ¿Cómo no van a decir en ABC y La Razón que este hombre es el Papa de los pobres? Ha hecho parar el Papamóvil, ha desconcertado a los escoltas, ha alterado los horarios de la ceremonia, ha vuelto locos a cámaras y realizadores de televisión… solo para saludar a un enfermo. ¡Es evidente que nos encontramos ante el Papa de los pobres! ¿Qué mayor prueba podría ofrecernos? Con lo que cuesta arrancar el puto Papamóvil… Es el Papa de los pobres, y también de los tullidos y maltratados, de los desheredados y los pringados, de los marginados y los alcoholizados, de los desahuciados y los apesadumbrados, de los drogados y los atontados. Es Papa hasta de los chipriotas, esos europeos de tercera división a los que bien podría dedicar unas palabrejas en fechas tan señaladas.

Los que tengan dudas sobre el compromiso de este Papa deberían haberle visto ayer, recibiendo a los necesitados de entre los necesitados: desde Angela Merckel a Mariano Rajoy, pasando por Cristina Fernández de Kirchner, el presidente del Consejo Europeo Herman Van Rompuy, el ministro Ruiz Gallardón o el mismísimo presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, todos ellos saludaron a Francisco durante la misa inaugural de su pontificado. El Papa de los pobres obtuvo recompensa a sus primeras buenas intenciones: la princesa Letizia, de riguroso negro cucaracha, con mantilla pero sin peineta, se puso a sus pies en una genuflexión digna de una gimnasta-contorsionista rumana de los setenta.

Solo eché en falta a Dolores de Cospedal y a Esperanza Aguirre. ¿Imagina a las dos juntas, compartiendo la palabra de Dios, comulgando y dándose fraternalmente la paz? La primera seguro que no ha podido ir porque está encerando la cruz con la que surfea por las calles de Toledo en Semana Santa. Lo de la segunda es una pena, porque habría aprovechado la reunión de capitostes para tirarse el pisto y presumir de título nobiliario: ya es oficialmente condesa de Bornos.

Sí, Espe es condesa de Bornos, título que conlleva nada más y nada menos que Grandeza de España. “¿Y a mí qué cojones me importa su título y su grandeza?”, pensará el lector con dos dedos de frente. Pues debería importarle, querido amigo, porque esa indiferencia chulesca que muestra usted ante la nobleza de Esperanza Aguirre, que por cierto ya era condesa de Murillo, no nos ayuda en nada al resto de los ciudadanos. Reconocer nuestra inferioridad intelectual, nuestras carencias morales y nuestras ausencias religiosas muy bien podrían ser el principio de la solución a nuestros problemas.

Tras el descrédito de la política, y puesto que las masas necesitamos guías que nos iluminen y nos lleven por el buen camino, solo podemos ser guiados por dos clases de seres superiores: nobles y curas.

La Iglesia católica va a ser otra con Francisco al frente, qué duda cabe. Como está siendo otro el PP sin Esperanza Aguirre.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Shooter Jennings

Cd: The Other Life

Este disco arranca de manera absurda, con un piano siniestro, algunos ecos…un minuto y medio a la basura. De pronto entran unas voces, un teclado, unas percusiones… Tres minutos de introducción eterna, soporífera, para completar un “Flying Saucer Song” que quizá sea el peor tema del nuevo disco de Shooter Jennings. Un despropósito inicial que continúa en el segundo corte, con la voz distorsionada del hijo de Waylon Jennings y Jessi  Colter en una canción no demasiado inspirada. Mal comienzo para el séptimo disco del cantante, compositor y guitarrista norteamericano.

Hay que esperar a que suene una acústica, sobre el canto de un gallo, en el tercer tema, “The White Trash Song”, para reencontrarse con el heredero del outlaw. A partir de este momento el disco se desmadra y, alternando el rock-punk sureño con las grandes baladas, ofrece la mejor versión de un músico quizá demasiado irregular.

“Wild & Lonesome” es una excelente balada. “Outlaw You” un medio tiempo que juega con las raíces y la excelente voz de Shooter. En “The Other Life” suenan pianos vaqueros, y “The Low Road” muy bien podría haberla grabado Springsteen en su último disco. “Mama, it´s just my Medicine” es simplemente un desmadre eléctrico.

Un disco, en resumen, que no puede comenzar peor, pero que afortunadamente se viene arriba y nos devuelve la confianza en un auténtico forajido del rock and roll vaquero. Colaboraron en la grabación Patty Griffin, Scott H. Biram y Jim “Dandy” Mangrum (cantante de Black Oak Arkansas). El CD viene acompañado de un DVD del que podemos ver el tráiler…