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Unidas por la caridad

Letizia Ortiz, la princesa de Asturias, mujer del príncipe Felipe y nuera de su majestad el rey Juan Carlos, tiene un corazón que no le cabe en el pecho. Pero no porque en una de sus múltiples operaciones de cirugía estética se les haya ido la mano y le hayan quitado costillas de más, dejándole la caja torácica del tamaño de una caja de cerillas. No. No le cabe el corazón en el pecho porque no duda en acercarse al pueblo llano, ese pueblo al que perteneció hasta el día 22 de mayo de 2004, fecha de su segunda boda. Letizia estaba visitando la Casa de la Caridad de Valencia, como hacía doña Carmen Polo en sus buenos tiempos, cuando escuchó el lamento de una mujer al otro lado de sus escoltas.

Y Letizia se saltó el protocolo. Dejó colgada a Rita Barberá de su Louis Vuitton y, ni corta ni perezosa, se acercó a la mujer doliente, que hacía cola para entrar a comer en el auxilio social. Se trataba de Pilar Albert, una señora en el paro, con su marido también desempleado, tres hijos y a punto de ser desahuciada. Pilar pidió a Letizia “trabajo para los pobres”.

Las imágenes son impresionantes. Pero no por lo que se podría pensar, una princesa y una desahuciada frente a frente, intercambiando opiniones. A nivel social o emocional el encuentro no tuvo mayor importancia: cinco minutos después de producirse el mismo, Pilar se estaba comiendo una sopa a la Caridad mientras Letizia se sentaba a la vera de Barberá en algún restaurante de postín. Lo realmente emocionante de tan brutal choque de clases tuvo lugar en el plano epidérmico.

Pilar tiene el cutis de una trabajadora. Agrietado, reseco, auténtico. Letizia cada día se parece más a Michael Jackson. Piel frente a polipiel. En semejantes condiciones los gestos y la voz de Pilar adquirían una brutal carga emocional. Letizia, muda, era una versión animada, solo ligeramente, de su réplica en el museo de cera. Quizá por eso en La Sexta llamaron a Pilar “la heroína del pueblo”. Y de Letizia solo pudieron imaginar lo que decía su mirada: “yo no puedo hacer mucho, pero sé lo que hay…”.

¿Quién dijo que la monarquía y sus forúnculos se encuentran demasiado distanciados del pueblo, de las calles, de la vida real? Ahí tienen a Letizia, esposa y princesa, y a Pilar, parada y desahuciada, unidas por la Casa de la Caridad. Como dios manda.

P.D.

Más Caridad. Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid, sirviendo alimentos en un comedor social.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Chris Wilson

Cd: It s Flamin Groovy.

Si tuviera que elegir una banda de culto, uno solo entre esos cientos de grupos legendarios que no han tenido demasiada suerte a la hora de vender discos pese a ser buenísimos, sin duda elegiría a The Flamin Groovies. Nacieron en el San Francisco de 1965, adoraron el poder regenerador del rock and roll y de las guitarras, grabaron media docena de discos memorables y, al separarse ,dieron lugar a numerosas formaciones interesantes. Fueron miembros de los Groovies músicos tan brillantes como Cyril Jordan, Roy Loney, George Alexander, Mike Wilhelm, Danny Mihn o Chris Wilson.

Este último, guitarrista norteamericano amante de Beatles y Stones, pero también de Byrds y Beau Brummels, acaba de lanzar un nuevo disco, su cuarto trabajo en solitario. “It´s Flamin Groovy” contiene todo lo que pediríamos a un disco de los viejos Groovies: buenas canciones, melodías rocanroleras,  guitarras brillantes y un sonido sixties. Nada nuevo, afortunadamente.

 

Un mundo raro

“Les diré que llegué de un mundo raro / que no sé del dolor, que triunfé en el amor / y que nunca he llorado” José Alfredo Jiménez.

Tengo serias dudas sobre cuál es la imagen del día. Por un lado está la de Leti, nuestra Leti, luciendo con desparpajo un regalo de Franco en la mollera. Me explico: Para la cena de despedida de la reina Beatriz de Holanda, la ex presentadora de televisión se calzó en la calabaza un artefacto que el dictador le había regalado a la reina Sofía allá por 1962. Lo llaman tiara floral, pero es una especie de antena parabólica de oro y plata, con diamantes, con la que Letizia se ha tirado el pisto ante la crème de la realeza mundial. Pero lo que me resulta más sorprendente no es la diadema en sí, una de esas joyas que Doña Carmen Polo, la collares, compraba a excelentes precios. Lo que me maravilla es lo bien que se ha adaptado Letizia a su condición de princesa.

Viéndola pasear entre la nobleza, tan seria y tan estirada, con tanta tiara y tanta hostia, nadie diría que hasta hace cuatro días era tan plebeya como usted y tenía una sangre tan roja como la mía. ¿Cuándo coño se ha hecho la transfusión? La periodista parece que se ha acostumbrado de maravilla a su rol monárquico, y que se siente muy cómoda interpretando el papel de princesa entre su nueva familia, los humanos de sangre azul. Parece que lleva toda la vida llevando peinetas regaladas por Franco…

La fotografía de Letizia es magnífica, ¿verdad? Pues la de los hermanos Roca saltando sobre una cama de un hotel londinense, portada de El País, no se queda atrás. Pese a la funda de móvil con los colores de la senyera que se le escapa del bolsillo del pantalón a  uno de los hermanos, supone la imagen de un gran éxito español: El Celler de Can Roca, número uno de la cocina mundial. La cima de la restauración, la Meca de los fogones, la cumbre del papeo. La noticia, recogida por todos los medios, coincide con otro gran éxito gastronómico de nuestro país: La Junta de Andalucía está a punto de aprobar un decreto para luchar contra la exclusión social que garantiza que todos los escolares tengan derecho a tres comidas diarias.

Los chavales no comerán mousse de aceituna gordal picante con buñuelo de aceituna negra, besugo del Cabo de Creus a la brasa con una salsa cítrica de naranja sanguina o ventresca de cordero al humo de brasa de encina con berenjena blanca, regaliz y café, algunos de los platos estrella del restaurante de Girona. Ni falta que les hace. Los niños comerán arroz a la cubana, filetes de pollo y fruta del día. Y tan contentos.

Tan contentos sobre todo porque más de dos millones de niños viven en hogares pobres en España.

No busque en el post de hoy la más mínima crítica a El Celler de Can Roca, un restaurante que hace su trabajo de maravilla y no tiene nada que ver con las necesidades de buena parte de los españoles. Todo lo contrario. El post de hoy habla, como indica su título, de “Un mundo raro”, de las contradicciones con las que nos encuentramos cada mañana. De lo pasmado que se queda el observador cuando contempla cómo, sin necesidad de sapos o varitas mágicas, las periodistas se convierten en princesas. De lo estrambótica que resulta la coexistencia pacífica de restaurantes con menús de 165 euros, vinos aparte, con niños que pasan hambre. De lo difícil que es entender este puñetero mundo.

Un motivo para NO ver la televisión

Hacía la sobriedad feliz.

Autor: Pierre Rabhi.

Editorial: Errata Naturae.

Leyendo estos días los detalles sobre la tragedia de Bangladesh, en la que un edificio de tres plantas, reconvertido en fábrica textil de cinco se ha derrumbado, dejando centenares de muertos y desaparecidos, recordaba algunas de las reflexiones de Pierre Rabhi. El escritor, agricultor y filósofo francés de origen argelino analiza en varias ocasiones uno de los grandes males de la humanidad: la codicia. Y propone numerosas formas, tanto individuales como colectivas, para contribuir a un desarrollo justo, no agresivo y respetuoso tanto con las personas como con los recursos naturales.

“Hacia la sobriedad feliz” es un manual para la vida sencilla. Con consejos, por supuesto, pero también recorriendo de manera racional el camino del hombre hacia la miseria económica y moral: “La modernidad, en su principio primero y en sus intenciones originales, habría podido, basándose en la Revolución industrial, ser una gran oportunidad para la humanidad. Pero cometió un error fatal, cuyas desastrosas consecuencias comenzamos a percibir ahora con la gran crisis: subordinó el destino colectivo, la belleza y la nobleza del planeta Tierra en su globalidad a la vulgaridad de las finanzas. Desde entonces, la suerte está echada. Todo lo que no tiene precio no tiene valor”.

Vivimos en “la era del trabajo como razón de ser”. Rabhi lo explica al comienzo del libro con una historia terrible, la del equilibrio de su pueblo, y de su familia, destrozado por la llegada de una mina que se suponía mejoraría sus vidas. Les roban el tiempo, y con él, el alma. Dejan de trabajar para vivir y comienzan a vivir para trabajar. ¿Le suena?

Frente al capitalismo salvaje, que parece condenado al fracaso, el autor apuesta por la sobriedad y el arte de vivir, de compartir, de sonreír. Austeridad frente a derroche. Naturaleza frente a complejidad económica. “Frente al “cada vez más” indefinido que arruina el planeta en beneficio de una minoría, la sobriedad es una elección consciente inspirada por la razón. Es un arte y una ética de vida, fuente de satisfacción y de bienestar profundo. Representa un posicionamiento político y un acto de resistencia en favor de la tierra, del reparto y de la igualdad“.

Una guía magnífica para vivir en armonía. Con uno mismo y con todo aquello que nos rodea. El regreso al control de nuestras vidas, a la calma, al campo…

Conjura pitoflautica

El príncipe Felipe y Letizia Ortiz están celebrando su octavo aniversario de boda por todo lo alto. Personalmente, me hubiera gustado que se hubieran tatuado el nombre del contrario en un glúteo. O que, como hicieron Angelina Jolie y Billy Boy Thornton, se colgasen del cuello un frasquito con sangre del otro. Azul la del pescuezo de Leti, roja en el gañote de Felipe. Pero son impredecibles. Podrían haberlo celebrado en privado, con un romántico viaje a un exclusivo paraíso tropical, o invitando a la crème de la aristocracia europea a un exclusivo ágape en uno de los grandes salones del Palacio de la Zarzuela. Pero han tirado la casa por la ventana y han elegido festejar tan importante acontecimiento en un estadio de fútbol, con 55.000 invitados en su mayoría catalanes y vascos. Espectadores que fuman Farias, comen bocatas de tortilla, llaman “joputa” al árbitro y pitan al himno español. Lo que exige una monarquía tan campechana como la nuestra.

En Twitter no respetan nada: corría el rumor de que cien taxidermistas trabajaban contra reloj para que el elefante disecado pudiese presidir la final de Copa del rey. Esta noche nos vamos a divertir… El estadio Vicente Calderón, quizá el lugar más bello de Madrid, sin duda recibirá como se merece al heredero al trono, una figura la suya reforzada tras haberse concedido el Príncipe de Asturias al creador de Mario Bros. El anfetamínico fontanero, figura que sin duda engrandece unos galardones creados para premiar la labor científica, cultural, social y humana, se sentiría como pez en al agua en la grada del Calderón. Para que nada falle, Esperanza Aguirre y su legión de mamporreros se han encargado de caldear el ambiente festivo desde tribunas y medios afines. “Conjura pitoflautica contra los símbolos de España en la final de la Copa del Rey”, escribe en El Mundo Jiménez Losantos, aspirante a ser el nuevo propietario de Telemadrid.

Aguirre, en una adaptación muy personal de la libertad de expresión, pretende que pitar en un campo de fútbol esté prohibido: “Si quieren hacerlo con el himno, el partido se debe suspender y celebrarse luego a puerta cerrada”, dijo sin inmutarse. Imagino que también pensará que si el hooligan capaz de semejante atentado sonoro lleva capucha, deberá además ser sancionado con 30.000 euros de multa. Vamos, que se está poniendo el fútbol para millonarios.

Hace un par de años un blog colectivo de guionistas se hacía esta pregunta: ¿Es Esperanza Aguirre la peor persona de España? Hoy la cuestión está más viva que nunca…

 

Un motivo para NO ver la televisión

Acabo de comprar dos estradas para ver el próximo día 20 de junio, en directo y desde la primera fila del teatro Victoria Eugenia de San Sebastián, a Alejandro Escovedo y su nueva banda, The Sensitive Boys. Todavía quedan entradas… Este tejano de San Antonio fue líder de los True Believers, un grupo legendario, ha colaborado con Bruce Springsteen, John Cale o Chuck Prophet, ha sido homenajeado por Calexico, The Jayhawks o Cowboy Junkies, y ha grabado catorce discos con canciones maravillosas.

Escovedo también toca en Barcelona (día 21, Apolo 2) y Madrid (día 23, festival Día de la Música), pero no es lo mismo.

Periodismo en tiempos oscuros

Hace unos días Letizia Ortiz, ex periodista y princesa de Asturias, advertía durante la entrega de los premios del Club Internacional de Prensa de los oscuros tiempos que vive la profesión. La de periodista. Según información de El País, la parienta del príncipe Felipe “convocó a los profesionales a buscar en las raíces del oficio, el rigor y la seriedad, lo que éste representa en la sociedad”. Le acompañaba en esta defensa de la información libre e independiente nada más y nada menos que Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno y, siempre según El País, “lectora de periódicos y de libros”. También estaban entre los invitados personalidades ilustres como Ana Botella o Iñaki Gabilondo. La creme…

Que un miembro de la familia Real hable de transparencia en la información resulta, una vez superada la sorpresa, tronchante. Letizia forma parte de una de las instituciones más opacas de este país, excluida precisamente estos días por el Gobierno del PP de su anteproyecto de ley de transparencia. Que Soraya Sáenz de Santamaría, la vicepresidenta de un Gobierno que acaba de dar el tiro de gracia a la independencia de RTVE, y que consiente la opacidad de la Corona, asista al Club Internacional de Prensa y no sea abucheada, dice mucho sobre los periodistas. Al menos sobre los periodistas del Club Internacional de Prensa.

El periodismo actual tiene dos grandes problemas. El primero es laboral: no hay trabajo. Nuevas tecnologías, saturación de información, empresas insolventes tras nefastas gestiones… elija usted el motivo. El segundo problema es moral: el descrédito. No existe la independencia, los grandes medios son cómplices del poder, los periodistas son dóciles, la información llega por otros canales.

Que Letizia Ortiz y Soraya Sáenz de Santamaría den doctrina sobre periodismo desde el estrado de un Club Internacional de Prensa supone la mejor explicación de los males de la profesión.