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Profanación

La Audiencia Provincial de Madrid ha absuelto a Rita Maestre, portavoz del Ayuntamiento de la capital, del delito de ofensa a los sentimientos religiosos por el asalto a la capilla del campus de la Universidad Complutense. No busque la noticia en las portadas de los grandes diarios. En esa posición privilegiada solo la encontrará si husmea en la hemeroteca y busca los días en que se habló de “profanación”  y se intentó linchar a Maestre. Ahora ya tendrá que buscar de la mitad del diario para adelante, página par, seguramente columna diminuta.

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Portadas de La Razón. Antes de la sentencia, y el día después de la sentencia.

“¿Lo habría hecho en una mezquita?”, se pregunta Esperanza Aguirre en un prodigio de imaginación y análisis. Pero me quedo con las palabras de los jueces: “En una sociedad democrática avanzada como la nuestra que dos jóvenes se desnuden y se besen no debe escandalizar ya a nadie”.

Algunas personas, algunos medios, profanan nuestra inteligencia con sus comentarios mezquinos, con sus intentos por manipular la realidad de una sociedad, de una época, de una cultura. “Una sociedad democrática avanzada como la nuestra”, asegura la sentencia. Y ahí acaba cualquier polémica. Porque hay cosas, y personas, y religiones, que pertenecen a otro tiempo. A la prehistoria.

Un motivo para NO ver la televisión

Fat City.

Autor: Leonard Gardner.

Editorial: Underwood.

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Alguien podría pensar que “Fat City” es un libro sobre el boxeo. Se confundiría. “Fat City” es un muestrario perfecto de la condición humana. Hombres hechos picadillo y perros de la lluvia. Callejones, charcos y penumbras. Ganchos de derecha como doloridos sinónimos del dolor y el sufrimiento, de la injusticia y la miseria, de una sociedad cruel y un camino de espinas. El boxeo, sí, pero también la explotación laboral, la soledad, la desesperanza, la mezquindad, besar la lona como único futuro.

“A su alrededor todo eran blasfemias, quejas vociferadas, el sucinto cuadro de hombres íntegros torcidos por el dolor, las azadas oscilantes, las manos en los riñones, padeciendo el mismo tormento: borrachos algunos de ellos, hombres de café y donut, fumadores compulsivos, comedores de pan blanco, personas que quizá nunca fueron atletas y sin embargo avanzaban obcecadas mientras él se quedaba más y más atrás, golpeando con su azada horrorizado ante la posibilidad de que su determinación le abandonase”.

“Fat City” habla de desesperación y de últimas oportunidades, de cejas rotas y futuros ausentes, de generaciones perdidas y territorios urbanos fronterizos, de intuiciones imperfectas, gimnasios decadentes y dignidades despojadas. De todo aquello que da forma al complejo territorio de la supervivencia. Memoria del subsuelo de norteamerica, meditación dolorosa de vidas perdidas, este libro es una obra maestra a la que no le sobra ni le falta una sola palabra. Son 219 páginas de asombrosa perfección.

“Condenado al silencio a causa de una mandíbula rota y cosida con alambres, estuvo tragando comida líquida a través de un tubo, preguntándose si conservaba la cordura siquiera. Después de que le moliesen a palos y de la consiguiente orina sanguinolenta en el vestuario se habían preguntado si los grandes combates y las enormes sumas que había creído que llegarían pero nunca acababan de llegar compensarían lo que hasta el momento había soportado. Pero ahora su voluntad era como una luz pura e inquebrantable que que ardía incluso cuando descansaba. Más que una determinación era un optimismo fatalista y, aunque no era inmune a la inquietud que le provocaban sus boxeadores, sentía que si lo era a la desesperación”.