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Cultura a la contra

Hoy viernes su alteza real la infanta Elena preside la inauguración de la Feria del Libro de Madrid. Ayer fue Letizia Ortiz, la Princesa de Asturias, quien inauguró el IX Seminario Internacional de Lengua y Periodismo. Antes de ayer Emilio Botín y el presidente de Coca Cola encabezaron un “jurado de personalidades” que eligió para Marca España a los cien emprendedores españoles que realizan su labor en el extranjero. Paloma Gómez Borrero, Antonio Banderas, Elena Ochoa… El pasado día 27 Carmen Balcells y Andrew Wylie, el agente literario más poderoso del mundo, firmaron un acuerdo para, según cuenta el diario El País, crear “la superagencia literaria”. Se llamará Balcells & Wylie y nace para, seguimos con el diario de Prisa, “convertirse en la agencia internacional más potente y con los autores más codiciados del mundo”. Ponen como ejemplo al columnista de El País Vargas Llosa, al recientemente fallecido García Márquez, y a un Phillip Roth que acaba de anunciar que deja de escribir.

¡Menudo coñazo de feria, de seminario, de emprendedores y de superagencia literaria!

Necesitamos sangre fresca. Menos infantas, menos princesas, menos banqueros, menos superagencias y más cultura popular. Contracultura. Cultura antisistema. O si lo prefiere, cultura a la contra. Una cultura alternativa que se aleje del poder, del 21% de IVA, de ministros arrogantes y clasistas. Una cultura que no dependa del dinero sucio (bancos y gobiernos), que denuncie la corrupción, que se mueva de manera independiente, autónoma, libre, callejera. Necesitamos apostar por otros políticos, por otros mecenas, por nuevos valores y diferentes tendencias, por emprendedores alternativos, por agentes literarios que no parezcan agentes literarios, por otra forma de entender el ocio y el conocimiento.

Afortunadamente tenemos jóvenes poetas que, todo pasión y fuerza, recuerdan al Ferlinghetti que había dormido en cien islas donde los libros eran árboles. Y tenemos pequeñas y excelentes editoriales, y librerías maravillosas, y música independiente, y un teatro vivo y saludable… y miles y miles de ciudadanos cansados de la cultura oficial, tan previsible y tan adulterada como la política.

Pero necesitamos más, mucho más. Necesitamos una cultura sana, crítica, comprometida, solidaria, cooperativa, capaz de formar ciudadanos responsables y comprometidos. Y la necesitamos ya. Estos tiempos duros así lo exigen.

P.D.

La hipocresía no tiene límites. Primero, lea lo que publica ABC y alucine: “RTVE sigue escorada a la izquierda y da cancha a líderes sediciosos que abogan por la ruptura de España”. Ahora vea la foto del ex consejero Rafael Blasco, el político que ha militado en PSOE-PP y ha sido condenado a ocho años de cárcel por saquear las ayudas a la cooperación y el desarrollo en África, Asia y América Latina.

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Un motivo para NO ver la televisión

Los últimos días de Stefan Zweig.

Autor del libro: Laurent Seksik.

Editorial: Casus Belli.

Autores del cómic: Seksik & Sorel.

Editorial: Norma.

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El libro, que se editó hace cuatro años, utiliza realidad y ficción para contar los últimos seis meses de vida de un escritor atormentado por el exilio. El cómic, que narra la misma historia, acaba de publicarse en una edición bellísima de gran tamaño, con excelente papel y estupenda impresión. Laurent Seksik escribió el libro, y años más tarde se convirtió en guionista de su adaptación en viñetas, dibujadas por Guillaume Sorel. Acabo de leer los dos, uno tras otro, y puedo decir que resultan compatibles, en ambos casos estremecedores, terribles, inolvidables.

“El mundo que él había conocido estaba en ruinas; los seres que había querido estaban muertos; la memoria de todos estos, librada al puro saqueo”. Quizá por eso Zweig se tomó al pie de la letra las palabras de su admirado Montaigne: “La vida depende de la voluntad de otros; la muerte, de nuestra propia voluntad”.

Cuando prohibieron sus obras en Alemania, el autor austriaco Stefan Zweig se fue a Londres, desde donde pasó a Nueva York y, finalmente, a Brasil. El 22 de febrero de 1942 se suicidó en Petrópolis junto a Lotte, su mujer. No pudo soportar el destierro, la muerte de su amigos, y la suerte de sus compatriotas en los campos de exterminio nazis. La triste historia del humanista incapaz de sobrellevar la descomposición de Europa. “Su existencia no presentaba ningún interés. Podría resumirse con pocas palabras: había nacido, había escrito, no había dejado nunca de escribir; había huido, ya no dejaría nunca de huir”.

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