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Pedagogía en La Sexta

En La Sexta, la cadena B (de izquierdas) de Lara, hay pedagogía. Es decir, respuestas. O sea, servicio público. Lo dice Javier Gómez, flamante presentador veraniego de “La Sexta Noche”: “La Sexta tiene cierto servicio público porque da respuestas a la gente”. Es decir, que cuando usted oye a Marhueda, Alfonso Rojo, Carmona o Eduardo Inda, no escucha a cuatro buscavidas diciendo sandeces partidistas. Escucha respuestas. Ciertas respuestas. Es decir, que esos tertulianos aparentemente tendenciosos y chuletas lo que en realidad hacen es ponerle en bandeja la sabiduría, el conocimiento, la razón. Ya lo dice Gómez, cierto servicio público.

Cuando Marhuenda dice en La Sexta que “habrá que enseñar a las mujeres a no quedarse embarazadas”, es servicio público. Y cuando dice que el periodista Carmelo Encinas es un “payaso” y un “bufón”, también. Cuando Alfonso Rojo llama “gordita” a Ada Colau, servicio público auténtico. Y cuando dice que sus seguidores son “piojosos”, más servicio público. Y cuando dice a Pablo Iglesias que ha cobrado “de todos los asesinos del mundo”, eso es servicio público del bueno.

Cuando Antonio Miguel Carmona asegura que ha “metido gente en los medios de comunicación” y que su discurso en plató está “teledirigido”, eso es servicio público necesario. Cuando Eduardo Inda dice que Pablo Iglesias “elogia a ETA”, eso es servicio público. Y punto.

“Tenemos cierto servicio público,porque la gente en estos momentos tiene la necesidad de preguntar mucho y obtener respuestas. Y nosotros se las damos. Por tanto, hay función pedagógica”, insiste Javier Gómez, presentador de La Sexta Noche. Y tiene mucha razón. Pero no solo con los tertulianos, como hemos podido ver, sino también con, por ejemplo, los programas de videntes nocturnos. Auténtico servicio público. Y con los bloques de publicidad de diez minutos. Servicio público. Y con los tarotistas, homeópatas y adivinos. Y con las repeticiones de programas. Servicio público. ¿Del bueno? Del cierto.

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Sábado a la noche

Sábado noche en La Sexta. No recuerdo una velada tan excitante desde que Moris cantaba aquello de “Sábado a la noche / Ya cobre / Y mi dinero yo me lo gané”. Noche de tertulia política populista, de charlatanes a sueldo, de cadenas televisivas con candidato elegido, de medias mentiras y verdades completas, de absoluta mediocridad intelectual. “La Sexta Noche”.

¿La estrella? No podía ser otro que Pablo Iglesias. El político de moda, el pin pan pum del fascio periodístico, el tipo que le ha cogido el tranquillo a la tertulia televisiva. ¿Su fuerza? Nos recuerda cómo son de mediocres, y de mafiosos, y de incapaces, los demás políticos. Y algunos periodistas.

Pablo Iglesias domina una serie de conceptos irrefutables, que repite como un mantra. Tenemos un Gobierno corrupto, el duopolio PP-PSOE es insoportable, los ciudadanos han salvado a una banca que no da crédito a los ciudadanos, tenemos seis millones de parados, etc, etc. Un mantra realista y cabal que desmonta todos y cada uno los argumentos de los tertulianos profesionales, incluidos los de algunos tan agresivos como Eduardo Inda (El Mundo).

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Inda acusa a Iglesias de jugar con el dolor de las víctimas del terrorismo por sentarse en una conferencia “con dos etarras”. El mundo al revés. Un periodista del periódico que durante años ha utilizado los atentados del 11-M de manera miserable, no sólo se atreve a hablar del dolor de las víctimas, sino que muestra una agresividad brutal con el líder de Podemos. Seguramente tiene razón Le Monde cuando dice que “El éxito de Podemos en España suscita el resentimiento del resto de partidos”. Yo añadiría que también el de unos medios de comunicación que, tan incapaces y corruptos como los grandes partidos, le ven como un enemigo.

Cómplices necesarios del esperpento, los tertulianos. Algunos, los menos, coherentes, como Jesús Maraña o Inés Sabanes. La mayoría del nivel de Inda, tan sumisos como Marhuenda o tan mediocres como Carmona, prueba viviente de la crisis del PSOE. Organizaba la fiesta La Sexta, una televisión que, como venía anunciando Ferreras con sus críticas despiadadas a Rubalcaba, ya ha tomado partido en la carrera socialista: Mientras tertulianeaban, un rótulo recorría la parte inferior de la pantalla: “Carmen Chacón es la preferida para liderar el PSOE según el barómetro de La Sexta”.

En diez minutos de programa estaba todo dicho. El resto fue una frivolización del concepto coloquio, una repetición de ideas, un tiro al blanco sobre Iglesias, una banalización del debate hasta el esperpento. El “Tómbola” de la política. Con una audiencia brutal, por supuesto: 15%, más de dos millones de espectadores. Ante semejante éxito, el presentador no lo duda: “os invito a los ocho a volver otro sábado”. Debería haber sonado Moris: “Sábado a la noche / Ya cobre / Y mi dinero yo me lo gané”…

Conclusión: si son las tertulias televisivas quienes tienen que mantener informado al ciudadano, quienes deben instruirnos  sobre la actualidad y orientarnos a la hora de votar, estamos perdidos. Porque no olvidemos que La Sexta, como Telecinco, Antena 3 o Cuatro, también son casta.

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Un día después, el domingo por la noche, Pablo Iglesias continúa en La Sexta. En el final de su maratoniana jornada de fin de semana en la cadena de Lara, comparte el plató de “El Objetivo” con José Antonio Monago. Ante el riesgo evidente de empacho, apago la tele y abro un libro. Recupero el riego sanguíneo, la actividad neuronal, la sonrisa y la fe en la humanidad. Podemos, pero tenemos que apagar la tele.

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Sin comentarios…

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Sin comentarios…

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Un motivo para NO ver la televisión

Queen Esther.

CD: The Other Side.

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Este disco es sorprendente. Y muy difícil de clasificar. ¿Puede usted imaginar una Lucinda Williams negra? No como cuando interpreta los blues desgarrados de sus primeros discos, no. Una Lucinda Williams negra en el pop, el ritmo, el blues y hasta en las raíces de género Americana. Así suena, si es que se puede imaginar de alguna manera semejante batiburrillo, el último disco de esta cantante brutal, original, explosiva. ¿Black Americana?

Sureña expatriada, Queen Esther se considera una guitarrista que escribe canciones. Y lo cierto es que también canta de maravilla, desde los blues de corte más clásico, como “Jet Airliner” hasta los medios tiempos campestres, como “Oh, Sun” o la inolvidable “I´ve Come Undone Again”. Un disco diferente, que no raro o difícil, repleto de buenas canciones interpretadas por una voz poderosa. Absolutamente delicioso.

Sal gordita

En primer lugar, gracias a todos. Por mantener vivo el blog durante estos días de pasión y gloria. Y por hacerlo no con banalidades, sino con comentarios inteligentes, enlaces interesantes y toneladas de ironía y buen humor. Hacer un blog con lectores como los que tiene El Descodificador es muy sencillo. Y es un placer. Dicho esto, volvemos a la normalidad…

Durante estas jornadas de convalecencia apenas he visto televisión. Salvo partidos de fútbol, en todos sus formatos: directo, diferido, resúmenes, “Fiebre Maldini”… El fútbol puede convertirse, para los que no creemos en dios, en el sustituto natural tanto del analgésico como de la religión. La iglesia de la pelota redonda, que diría John Carlin. Entretiene, adormece, aletarga, aleja de la realidad y sus problemas. Los que confiamos nuestra fe en deidades terrenales, como Arda Turán, Maradona o Sócrates, encontramos en el fútbol un paraíso en la tierra. En tres semanas de baja apenas he visto un par de películas y media docena de informativos, el último de ellos tan surrealista como para tratar de justificar la huida motorizada de Esperanza Aguirre. Hace ya mucho de eso…

Husmeo en webs de televisión y diarios digitales para encontrar la noticia televisiva de las últimas semanas, aquella con la que retomar el blog. Y me doy de bruces con una que resulta fantástica en su patetismo: el periodista Alfonso Rojo llamó “gordita” a Ada Colau, portavoz de la PAH de Barcelona, en el debate La Sexta Noche, de la cadena progresista de Lara. “Está usted muy gordita para el hambre que se pasa en este país”, dijo. Indignado, el presentador del espacio de reflexión y análisis expulsó del plató al afamado reportero. “Lo siento, tío, con todo el dolor de mi corazón”. ¿Expulsado para siempre, entre abucheos y lanzamiento de hortalizas, de La Sexta? No, tampoco es para tanto. Gordita. Cinco minutos después el mismo presentador, recuperado de tamaña insolencia, admitió a Rojo con los brazos abiertos. Acabada la pantomima, el espectáculo debe continuar…

Liderados por Ferreras, los presentadores de La Sexta se han propuesto convertirse en el no va más de la progresía, el compromiso y la coherencia. Lástima de estos pequeños detalles chuscos. ¿La Secta? De ninguna manera: esto no es cuestión de ideas o creencias. Esto tiene que ver con la pasta y el poder, con  las influencias y las audiencias, con la rentabilidad y los beneficios. ¿Sesgados políticamente? Alguien tiene que hacerse con los beneficios que generan los abandonados telespectadores de izquierdas.

Beneficios que, por cierto, se reparten sin problemas entre periodistas progresistas y tertulianos facciosos. “Yo NUNCA cobro por ir a televisión. Los mercenarios q insultan y difaman, sí lo hacen”, dijo Colau en su cuenta de Twitter. “La siguen 126.000 piojos”, afirmó Rojo sobre los seguidores de Colau en la red social. No olvidemos que el “gordita” de Rojo, su forma de hacer periodismo, están financiados por La Sexta, cadena que lejos de evitar ese tipo de tertulianos impresentables los ha convertido en la sal y pimienta de sus espacios de debate.

Las tertulias de La Sexta ganan audiencia sin parar, con lo que eso supone económicamente. La razón de su éxito es muy sencilla: cada día se parecen más a “El gato al agua” e incluso, si me apura, a “Sálvame”. Sal gorda, gordita. Es lo fácil. Es lo rentable. Es periodismo amarillo. Tu haces el trabajo sucio y la insultas, yo me pongo digno y te expulso cinco minutos, lo petamos y repartimos. Tío.

P.D.

Telecinco…

Telecinco

 

Un motivo para NO ver la televisión.

De París a Monastir.
Autor: Gaziel.
Editorial: Libros del Asteroide.

De parís...

Del periodismo de chichi nabo, ese que convierte el insulto y la descalificación en su razón de ser, al viejo periodismo ilustrado, ese en el que los reporteros, fíjese lo que le voy a decir, viajaban realmente al lugar de la noticia. Porque Gaziel, seudónimo de Agustí Calvet, estuvo realmente en los lugares que tan brillantemente describe en este libro, un clásico del reporterismo español.

“¿Qué nos está reservado para el día de hoy? En estos viajes de aventuras cada despertar es un sobresalto. Todos los días, al abrir los ojos, hay que preguntarse dónde estamos, qué sucesos nos aguardan, qué gentes nos rodean y qué lengua es preciso improvisar o balbucir para seguir adelante…”, escribe Gaziel en un libro que es, al tiempo, de viajes, de periodismo y de aventura. Gaziel fue uno de los grandes periodistas españoles del primer tercio del siglo XX, y recuperar sus textos siempre es motivo de alegría. Escribió artículos brillantes sobre la Gran Guerra, describió con maestría tanto las ciudades como el ambiente de las mismas y a sus habitantes, y analizó con precisión cada momento político, cada circunstancia social. Fue un reportero reposado y sereno que describió con precisión, filosofía y elegancia el mundo que le rodeaba.

En “De París a Monastir” Gaziel narra el viaje que le lleva de la capital de Francia a la ciudad serbia, en lo que es una larga e intensa crónica del caliente momento que atraviesa el sur de Europa en 1915. Cada capítulo es una pequeña novela, tanto por la brillante técnica literaria utilizada como por los episodios narrados, reales pero fantásticos. Un clásico del periodismo español felizmente recuperado.

El peso de la televisión (y de Twitter)

“Mi único seguro es creer las 24 horas de cada uno de los 365 días de los últimos 30 años en el periodismo puro“. Gervasio Sánchez, en Twitter.

“Gerva Sanchez (el entrañable pelmazo Gerva), fotógrafo de guerra, vendrá a tomarse una copa al bar de Lola. O dos”. Arturo Pérez-Reverte, en Twitter.

“Tenemos una noche muy caliente”, dijo el presentador de “La Sexta Noche” (La Sexta) después de haber entrevistado a Luis María Anson, cuando faltaban diez minutos para la una de la madrugada del sábado. A esa hora arrancó una entrevista con el foto-reportero Gervasio Sánchez. El perfil comenzó con la siguiente frase: “Es capaz de transmitir el sufrimiento porque lo vive en su interior”. Y finalizó con esta otra: “Continua viajando por el mundo, pero siempre con el peso de la guerra a sus espaldas”. El presentador se permitió una última genialidad: “¡Buenas noches, maestro!”. Y Gervasio comenzó a hablar de aquello que llama su “Guantánamo particular”: el maltrato al traductor Al Mayali, acusado sin pruebas del asesinato de siete miembros del CNI.

Gervasio lleva hablando de su Guantánamo particular desde hace años, pero en voz más alta desde el día en que El País publicó en  exclusiva el vídeo con los malos tratos cometidos en la Base España de Diwaniya (Irak). Twiter ha sido el medio más utilizado por el periodista para contar su frustración, despotricar contra El País (“Sacar una historia con ocho años de retraso es desprestigiar el periodismo. Insisto. En El País tenían conocimiento desde al menos 2005”),  y realizar graves acusaciones a los periodistas de ese medio (“Espero que a los periodistas de El País (ya saben quiénes son) se les caiga la cara de vergüenza y llamen a Al Mayali para pedirle perdón”). El pasado día 23 el diario de Prisa declaró ante el juez que había obtenido el vídeo hace un mes.

Gervasio Sánchez es uno de esos espíritus puros que le quedan al periodismo español. Antítesis de los habituales teóricos de salón, de vendedores de bestsellers de espadachines o directamente de reporteros de guerra cínicos y farsantes, Gervasio Sánchez transmite sencillez, sinceridad y compromiso. Su fuerza está basada en el trabajo de campo: incómodo en las redacciones, ha forjado su prestigio escribiendo y fotografiando allí donde está la acción. Y comprometiéndose con los más débiles, como debe hacer todo periodista. Esta versión mediática es completamente nueva.

Todo el espectáculo montado alrededor del vídeo de El País puede resultar excesivo. Demasiadas declaraciones, demasiada crispación, demasiado narcisismo, demasiados tuits… Muchas acusaciones y no tantas pruebas. Y para colmo de males, una entrevista en televisión anunciada sin mesura en Twitter: “Después de rechazar al menos 30 entrevistas (algunas sólo buscaban carnaza), esta noche estaré en La Sexta en directo”; “Esta noche en La Sexta me harán una entrevista de media hora, tiempo suficiente para sacar los colores a mucha gente. No defraudaré”; “Os recomiendo que os quedéis en casa y que os hagáis unos cubatas mientras esperáis mi entrevista en La Sexta”.

Gervasio Sánchez utilizó Twitter con generosidad. Tanto como para advertir que un compañero de El País realizaba entrevistas pactadas (“Miguel González entrevistó varias veces a Jorge Dezcallar. Jamás le preguntó por el caso Al Mayali.¿Entrevistas pactadas? POR SUPUESTO” 17 marzo) como para insinuar que la suya en La Sexta también lo estaba (“La entrevista es en directo puro y duro. Las preguntas serán las idóneas para dar a conocer las vergüenzas de un estado. Compromiso total” 23 marzo).

La entrevista tuvo lugar a altas horas de la madrugada, mucho más tarde de lo anunciado. Fue muy aturullada y bastante espesa, imposible para el telespectador que no haya seguido el enredo de cerca. Tras veinte minutos de charla, comenzó la habitual mesa de debate. Ver a Gervasio Sánchez junto a Francisco Marhuenda, el hombre que repite “seamos serios” mientras publica en su periódico que el Papa ha curado a un minusválido, es lo que nunca debió pasar.

“Yo estoy convencido de que nadie sabía nada”, dijo Marhuenda. Y Gervasio se enzarzó con el director de La Razón, que le acusó de mentir: “sinceramente, no me lo creo”. Y una tertuliana le dijo que porque no había puesto una denuncia en una comisaría. Y otra que aún está a tiempo de ponerla.

“Me sorprendió la actitud de algunos tertulianos. ¿De qué me sirve a mí inventarme que Zapatero recibió un dossier de Al Mayali en Zaragoza?”, escribía Gervasio Sánchez, como no en Twitter, tras la entrevista. Ya era demasiado tarde. En España, la televisión no es un buen  lugar para defender ideas: todo lo que toca acaba convertido en mierda.

Aunque no todos piensan lo mismo: según la web de La Sexta, el programa “rozó los 14.000 comentarios en Twitter y logró cuatro trending topics”. Un éxito.

 

Un motivo para NO ver la televisión

El ladrón

Autor: Fuminori Nakamura.

Editorial: Quaterni.

El destino, esa negación de la casualidad. El destino marcará la vida, y la muerte, del protagonista de este fantástico thriller, un carterista afincado en Tokio. No tiene familia ni amigos, toma café de bote, sueña con torres en la distancia, ayuda al hijo de una prostituta y siente una irrefrenable atracción por lo ajeno: “Solo cuando robaba las posesiones ajenas sentía que era verdaderamente libre”. Admira al irlandés Barrington, llamado “el príncipe de los carteristas”, capaz de desvalijar a parlamentarios y embajadores. Y a Dawson, carterista estadounidense que devolvía las carteras robadas con una tarjeta firmada. Y a Angelillo, autor de alrededor de cien mil hurtos. Y por supuesto a la japonesa Koharu, máxima representante de la técnica nakanuki: desabrochar el abrigo de la víctima, abrirle el monedero que le colgaba del cuello, y dejar cerrados tanto monedero como abrigo.

“No es ninguna locura. Simplemente está saboreando el poder absoluto: sentirse como Dios”. Quien ha hablado no es nuestro carterista, sino aquel mafioso que decide aprovecharse de sus artes como ladrón. Cuando se refiere al poder absoluto, a sentirse como Dios, habla de controlar el destino. Concretamente el destino de otros.

“Tengo tu destino dentro de mi cabeza. Y es una sensación insuperable”, escucha el protagonista de la novela tras recibir un encargo imposible. Y es que todo se ha complicado tras un primer trabajo que parecía sencillo. Desaparecen los compañeros. La sombra de la Yakuza vigila cada uno de sus pasos. Solo le queda avanzar hacia un callejón sin salida. Su destino está escrito.

Fuminori Nakamura demuestra en esta interesantísima novela que es un narrador eficaz, y que son merecidos todos y cada uno de los premios ganados con ella. “El carterista” resulta inquietante, embaucadora, brillante y, sobre todas las cosas, sorprendente. Gran literatura policiaca.

Pinchar para leer el primer capítulo.