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El retorno de la Bombi

Todo está inventado, nada es original, el presente es un simulacro de modernidad en diferido, el reciclaje manda, solo necesitamos girar el cuello hacia atrás para ver el futuro. Y no hablo de la nueva Ley de Seguridad Ciudadana, un invento que hubiera puesto cachondo al mismísimo Francisco Franco. Se lo digo porque ahí tiene a Mick Jagger y a Martin Scorsese anunciando el rodaje de un drama sobre la explosión del rock and roll en los años 70 para la prestigiosa HBO. O, ya en nuestro país, a TVE, confirmando el fichaje de una serie de talentos de corte clásico que regresan a la televisión pública, como los cuñados y los empachos, por Navidad: José Luis Moreno, Ramón García y José Mota.

Savia nueva, sangre fresca, ideas modernas. Eso es TVE. Un cascabel, con campanadas, humor y galas de corte vintage. Pero cuidado con las cadenas privadas, que si hablamos de imaginación y talento no se quedan atrás. Telecinco, una mina de oro cubierta de heces, invitó a su exquisita tertulia política de la noche de los sábados a La Pechotes. La amiga del Pequeño Nicolás sigue el rastro del talonario dejado por su fraudulento colega. Un nuevo éxito de la cadena de Paolo Vasile, un nuevo fracaso del ser humano como especie inteligente.

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La Pechotes pronunció una frase emocionante que traía preparada de casa: “Quiero demostrar que soy bastante más que un mote y unas tetas”. Pero lamentablemente no dijo absolutamente nada que diese un mínimo de credibilidad a esas palabras. Isabel Mateos, que así se llama la moza, es una víctima más de la televisión, carne de Interviú. Sus chulos, Nicolás y Telecinco, se llevan la tajada. Ella recogió anoche una limosna, y se llevará otro pellizco tras fichar por el programa de Cuatro (la hermana pequeña de Telecinco) “Todo va bien”.

La aparición de La Pechotes tenía ciertos tintes nostálgicos. Una mujer de discurso cándido y exuberantes volúmenes… ¿Dónde y cuándo se ha visto algo parecido? En El Hormiguero de hace solo unos días recuperaron, en un ejercicio nostálgico bastante triste, el legendario “Un, dos, tres… responda otra vez”. Una de las invitadas fue Fedra Lorente, la actriz que hacía el papel de La Bombi. ¿La recuerda usted? Una chica joven, atractiva y sexy, ingenua e ignorante, que en pantalla se limitaba a lucir palmito y repetir coletillas como “¿Por qué será?”.

Pues la Bombi ha vuelto. Y se llama La Pechotes. Han pasado 30 años, pero en la televisión no ha cambiado nada.

P.D.

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Un motivo para NO ver la televisión

Aires nuevos

Autor: Peter Kocan.

Editorial: Sajalín.

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“Aires nuevos” cuenta la historia de un joven vagabundo de 14 años que pasea su alma en pena por la Austrália de la segunda mitad del siglo XX. Pero conozcamos en primer lugar al autor del libro… A los 14 años Peter Raymond Koca dejó los estudios para iniciar una vida laboral tan dura y compleja como la del protagonista de nuestro libro. Afectado por una enfermedad mental, Koca disparó a un político y fue condenado a cadena perpetua. En chirona se aficionó a la lectura y cuando quedó en libertad, diez años después, inició su carrera literaria. “Aires nuevos” tiene, por tanto, mucho de autobiografía.

El protagonista de “Aires nuevos” llega a la ciudad con su madre y su hermano pequeño, pero las circunstancias laborales de la primera le obligan a abandonar a su familia y comenzar a buscarse la vida. De eso va el libro, de un adolescente tímido y solitario que lucha por sobrevivir en un mundo difícil. Una historia que muy bien podría desarrollarse en la Oklahoma de la Depresión, pero que tiene lugar en una Australia empobrecida y triste.

El chico viaja del bush, el campo, a la ciudad, y en ninguno de los dos sitios encuentra ni amistad, ni trabajo, ni comprensión. Así las cosas, se apoya en un amigo imaginario, el soldado Diestl, un tipo duro que le ayuda a sobrevivir en un mundo áspero. Y en las imágenes de Grace Kelly, Dulzura, que le ofrecen unas revistas a las que se hace adicto. “Con algo de suerte, un rato en modo Diestl y una sesión de arrumacos con Dulzura lo dejaban lo bastante cansado para dormirse”.

En una granja de la Australia profunda aprendió no solo a arrancar malas hierbas: “El chico quería fumar finos cigarrillos liados como Clem lo hacía. Y llevar espuelas. Aquellas dos cosas le parecía que poseían glamour”. Del sórdido hotelucho frecuentado por borrachos y prostitutas donde fue a parar en la ciudad solo quería salir. Robó una bicicleta, se hizo habitual de la biblioteca, vivió el día en el parque y la noche en el callejón, comió pan y agua y dió con sus huesos en la Misión Religiosa de Alison Street.

“Aires nuevos” habla de la soledad y el abandono, de la derrota y el arrojo, de la desesperación que supone sobrevivir en un mundo sin amigos, de la ausencia de consuelo y de futuro. Una lámpara de lectura es la posesión más preciada del chico, un desheredado que solo tiene hambre y sueños. “Cuando apoya la imagen de Dulzura en la base de la lámpara y, junto a ella, el ejemplar de Año Decisivo, de ese modo rendía devoción a su pequeño santuario en el círculo de luz, un santuario consagrado a la Belleza, el Amor, el Coraje y la Muerte”.

Una historia de iniciación y supervivencia escrita desde interior de la tormenta.

Sacar pechote

En el programa de Ana Rosa Quintana (Telecinco) entrevistan a Javier Negre, el periodista de El Mundo que descubrió a Isabel Mateos, más conocida en ambientes político-tabernarios como La Pechotes. Y es que el periodismo de investigación no hace diferencias entre medios, y salta de la prensa a la televisión con enorme naturalidad. El Mundo sigue el rastro de La Pechotes, Telecinco pone el altavoz… e Interviú prepara el talón para que la amiguita del alma del pequeño Nicolás de el brinco definitivo a la fama. Así funcionan las cosas.

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El caché de La Pechotes sobrepasa, antes de enseñar una sola ubre, los 30.000 euros. Por bolo. Ya sabe, presentar una colonia o lucir el palmito en una discoteca. Debido a este precio, las televisiones se tienen que conformar con entrevistar al periodista que un día vió a un novio de una amiga del cuñado de La Pechotes, amiga íntima del pequeño Nicolás. El gran periodismo tiene que empezar por algún sitio… “Nicolás debe cien euros en el club Puerta de Hierro”, desvela el reportero en rigurosa exclusiva. El resto de tertulianos pregunta: “¿Y cómo están sus padres?” (los de Nicolás). “Bastante afectados”, responde el periodista sacando pechote.

En Antena 3 han puesto a una reportera siguiendo “la ruta del pequeño Nicolás”. Garitos exclusivos para gente guapa, con privados abarrotados de VIPs. La noche antes de ser detenido Nicolás estaba tomándose copas en uno de estos locales, “y mucha atención porque le acompañaba un señor al que le quería comprar un chalé”. La periodista pone toda la carne en el asador: “Mi teoría, pero es una teoría mía, cuidado, es que era un empresario de Toledo”. Gran trabajo. Sin respiro, pasan a hablar con un ex jefe de La Pechotes: “El primer día que tuvo que trabajar en un programa de radio no se presentó… dijo que tenía problemas políticos”.

“Aquí hay caza mayor, esto no se va a quedar en un mocito feliz, sentencia el periodista de El Mundo en Telecinco. Tras una búsqueda rápida en Google, más periodismo de investigación, estoy en condiciones de asegurarle que Mocito Feliz, con mayúsculas y negrita, es “el anónimo más famoso de la televisión”. Un freak que “lleva casi dos décadas colándose en los planos de los personajes de la farándula y siguiéndoles allí donde van”. Así funcionan las cosas, insisto.

Y así pasa lo que pasa: que el museo del estadio Santiago Bernabéu es el cuarto más visitado de Madrid, sólo por detrás del Reina Sofía, el Prado y el Thyssen. Es decir, que la gente prefiere ver la camiseta sudada de Butragueño que el esqueleto del colosal Diplodocus carnegii que se exhibe en el Museo de Ciencias Naturales. O que las obras maestras que se muestran en los museos Arqueológico, Sorolla o Naval. Le diré más: prefieren ver las botas de Michel Salgado, quizá las mismas con que rompió el peroné a Juninho, que la figura de Fernando Alonso del Museo de Cera. Terrorífico en ambos casos.

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P.D.

Isabel Pantoja, a prisión.

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Un motivo para NO ver la televisión

Bob Dylan and the Band

Cd: The Basement Tapes. Complete.

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Tengo al menos cuatro versiones de estas “cintas del sótano”, todas ellas piratas. En vinilo, en casete, en cd… Con sonido a veces ratonero, en el mejor de los casos aceptable. Ahora soy feliz: puedo disfrutar, por fin, de la versión oficial de esta maravilla, seis discos, 138 canciones, minutos y minutos de música improvisada, fresca, vital, fascinante. Una colección imprescindible, pero cara, que los menos dylanitas pueden evitar con la versión breve, de sólo dos discos, un resumen magnífico de las que quizá sean las sesiones de grabación más legendarias de la historia del rock.

Dylan se había estrellado con su motocicleta Triumph en 1966. Mientras curaba las heridas se aisló en su casa de West Saugerties, Nueva York. Pero no dejó de componer y tocar: llamó a sus colegas de The Band y, alejados del resto del mundo, bajaron al estudio del sótano y se pusieron a hacer música. A improvisar. A dar la vuelta a canciones ya escritas, a construir temas nuevos. Tanto Dylan como Robbie Robertson y sus chicos se encontraban, a nivel creativo, en plena ebullición. Grabaron decenas de canciones mágicas, al margen de la industria, música con mayúsculas. Historia del rock and roll, del mejor rock and roll, sonando de la mejor manera posible.