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Despedidos por goleada

En televisión, pocas cosas resultan más chuscas que una tertulia política. Una de ellas es una tertulia deportiva. Es decir, una tertulia de fútbol, el monotema. Le cuento esto porque el pasado jueves echó el cierre “La goleada”, programa de 13TV presentado por Siro López y Danae Boronat. Por circunstancias de la vida tuve la ocasión de presenciar ese espacio final, una interminable despedida, el llanto eterno, el infinito proceso de justificación de la derrota, del fracaso. Nadie tenía la culpa, pero la tenían todos, de que solo cinco meses y medio después de arrancar, el espacio creado a imagen y semejanza de “Punto pelota” se cayese de la parrilla. Un programa nefasto que de ninguna manera se basaba, como asegura la empresa editora de su programación, en la difusión de los valores y credo de la Iglesia Católica.

Así las cosas, un programa pésimo sin audiencia y sin patrocinadores, solo podría haberse salvado por un milagro. Cosa que no se produjo pese a estar en la televisión de los obispos. “La goleada” era un programa nefasto, como todos los de deportes (con excepción de los de Canal +), que contaba con un equipo lamentable, desde el presentador hasta el último contertulio. Tipos raros, extremistas, gritones y hasta chabacanos, en la mayoría de ocasiones partidistas, siempre espesos y dispuestos a la confrontación, acostumbrados a ofrecer el lado más cutre del fútbol: el del grotesco forofo.

¿Deben mejorar estas tertulias deportivas para sobrevivir? No estoy seguro, y voy a intentar explicarle por qué: las peores de todas, aquellas que presenta Josep Pedrerol en La Sexta (“Jugones”) y Neox (“El chiringuito de jugones”), son las que permanecen con vida.

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Conclusiones. La primera es que para estar medianamente bien informado, deportes (fútbol) incluidos, hay que pagar. Como suele suceder. Canal + por un lado, y por otro lecturas de calidad: Líbero y Panenka. Lo cual es una lástima si recordamos algo que nunca deberíamos olvidar: las cadenas de televisión son concesiones del Estado, y por tanto están obligadas a ofrecer servicio público. Entretenimiento de calidad. Lo que nos lleva a una segunda conclusión: Debería revisarse el sistema de concesión de televisiones. Tras contemplar media hora de “La goleada”, o de cualquier otro programa de la cadena de la Conferencia Episcopal, sólo queda preguntarse si son necesarias cadenas como 13TV.

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Un motivo para NO ver la televisión

Hermanos de sangre

Autor: Ernst Haffner.

Editorial: Seix Barral.

9788432224508

Estamos ante la recuperación de un libro perdido, que fue editado en 1932 y prohibido y quemado en la Alemania de Hitler. Corre 1930 y una despiadada crisis sacude Berlín, una ciudad que puede ser tormento y refugio. Las calles están llenas de buscavidas, de delincuentes, de prostitutas, de trapicheros… y de garitos de mala muerte en los que refugiarse a tomar salchichas y aguardiente cuando la lluvia y el frío sacuden la ciudad. Los Hermanos de sangre son una banda juvenil que vive al día, que duerme cada noche en un refugio, que se pelea y acaba metiéndose en problemas. Son jóvenes sin futuro más allá de la próxima comida, que escapan de los reformatorios, que viajan entre los ejes de las ruedas de los trenes, que sortean a la policía y están unidos por lazos de miseria, hambre y camaradería. Se sobrevive mejor en grupo.

“Hermanos de sangre” recuerda a todos esos libros y películas de pandilleros, de peleas en los callejones, de macarras y chuletas, de lumis y marginados. Leyendo este libro pensaba, salvando las enormes distancias, en “The Outsiders” y “Rumble Fish”, dos grandes películas de Coppola. Y en los clásicos de los vagabundos de la Norteamérica profunda, durmiendo en cunetas y subiendo a trenes en marcha. “Hasta hace una semana Anneliese era la manceba de otra pandilla, en concreto de la de Friedel Peters. Ninguno de sus miembros tenía dinero y un día Friedel dijo: “Anneliese, debes trabajar de puta para nosotros”. Y entonces ella se pasó a la pandilla de Jonny porque ésta tenía dinero. Anneliese no actuó de manera distinta a la querida de un empresario industrial que cambia a éste por un director de banco porque no puede costear sus caprichos”.

Ernest Haffner, autor de esta misteriosa obra, fue un periodista y trabajador social del que se desconoce prácticamente todo. Los bombardeos sobre Hamburgo destruyeron el archivo de su editor, y nadie ha podido localizar a ningún familiar o amigo. Lástima. “Hermanos de sangre” es un libro que se lee de un plumazo, escrito con potencia, sin sutilezas, por momentos opresivo y triste, pero en ocasiones optimista y vital. Y es que la amistad y la lealtad están por encima de todo. Incluso del hambre y el frío.

El traductor de “Hermanos de sangre”, nada más y nada menos que Fernando Aramburu, habla en su blog del libro: “Ofrece una imagen harto negativa de la Alemania de aquel tiempo. Los nazis lo prohibieron y lo echaron a sus hogueras. Es un libro que tiene un aire de novela picaresca protagonizada por chavales sin hogar que viven en pandilla, diseminados por los barrios de Berlín durante la República de Weimar; así pues, en la época prenazi”.