Eso es lo que a Julio Iglesias le importa lo que dice el ministro de Hacienda Cristobal Montoro. Tres cojones. Ni uno más ni uno menos. “Nunca he dejado de pagar ni un puñetero impuesto en ningún lugar del mundo, donde canto, pago mis impuestos. Si no tributara en España sería injusto. Todo lo que gano en España, lo tributo. Señor Montoro, mire usted, baje el IVA cultural porque lo necesitamos, usted lo sabe”, dice el veterano y comprometido cantante protesta en “Salvados”, el programa de Jordi Évole.
Julio Iglesias desprecia al ministro de economía del PP de Mariano Rajoy, cuando hace cuatro días aplaudía la gestión del PP de José María Aznar. ¿Qué ha pasado en estos años para que nuestro cantante más internacional cambie de manera tan radical su ideología? ¿Se ha hecho de Podemos tras escuchar a su tocayo Pablo cantar por Pimpinela, rivales directos del de Miami?
Julio Iglesias confiesa sin que se le desplace un pellejo que “cree en la sanidad pública”. ¡Weah! Y asegura querer “un país que tenga la idea fundamental de que la Medicina y la Educación son bases fundamentales en el progreso del país”. Lo que no se sabe muy bien es cuál es concretamente el país que quiere, puesto que habla desde el otro lado del Atlántico: “Después tengo mi residencia y una sociedad en la República Dominicana que pagan un 31% de los ingresos. ¿Si creo en la redistribución de la riqueza? Creo en la justicia de la riqueza”.
La justicia de la riqueza. Iglesias, Julio, pone el dedo en la llaga con unas palabras que firmarían otros Iglesias, Pablos. Lástima que la realidad sea bien distinta. “Los diez millones de españoles con menos ingresos, los más pobres, se ahorran de media cinco euros al año”, asegura Ignacio Escolar en su video blog de eldiario.es, “mientras que para los 200.000 españoles más ricos la rebaja es de 1.706 euros anuales de media. El 1% más rico se lleva una sexta parte de toda la rebaja fiscal de Mariano Rajoy”.
“La izquierda radical es un lastre para España”, dice el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Con tres cojones.
Un motivo para NO ver la televisión
Mis años grizzly.
Autor: Doug Peacok.
Editorial: Errata Naturae.
Doug Peacok fue Boina Verde en Vietnam, lugar donde vivió momentos terribles que le marcaron para siempre. “Los dos americanos estaban en la entrada de una aldea arrasada por las bombas cuando alguién detonó una mina por control remoto, lo que hizo estallar las granadas que colgaban de sus chalecos y les amputó los miembros. Ambos murieron antes de que llegase ayuda en condiciones. Yo era el sustituto”. En la primera parte de este libro se cruzan las dos grandes historias de Peacock: aquella que le destroza por dentro durante la guerra en Asia, y la que posteriormente le redime cuando recorre los territorios plagados de grandes osos en Estados Unidos.
El autor del libro regresa del campo de batalla destrozado, incapaz de incorporarse a la sociedad. Se compra un jeep, mete un saco de dormir y cuatro bártulos en una mochila, y pone rumbo al oeste: primero Arizona, más tarde las Montañas Rocosas septentrionales. “Hacía incursiones semanales a las ciudades para abastecerme de gasolina y provisiones, pero nunca me entretenía en la “sifilización”. Durante los siguientes cinco meses, mi contacto con la raza humana se limitó a “lléname el depósito” y “ponme una cerveza””. Necesitaba terapia de campo.
La forma en que Doug Peacok se relaciona con la naturaleza es un tanto radical: busca lugares extremos, aislados, aquellos alejados de carreteras, pistas y refugios por los que jamás pasan humanos. Recorre estos territorios salvajes en busca de osos grizzly, enormes bestias de carácter imprevisible, con un equipo de montaña cutre, bolsas de cereales para comer y una vieja cámara de cine. “El grizzly irradiaba potencia. Poseía la fuerza física y el carácter peliagudo que le permitía atacar o matar prácticamente siempre que le viniese en gana. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones escogía no hacerlo. Eso era poder, y no la fanfarronería de los matones. Era el tipo de templanza que inspiraba un temor reverencial: un acto de gracia muscular”.
En la segunda mitad del libro Peacock, definido por los editores como “un híbrido perfecto entre Henry David Thoreau y John Rambo”, parece que supera sus traumas bélicos y se centra en los osos. Observar y filmar. “Vivir entre grizzlies garantiza un frescor eterno:nunca puedes estar seguro de con qué estás tratando, y tu curiosidad trasciende a la perplejidad porque te la estás jugando con un animal que puede matarte y devorarte en cualquier momento”. Así las cosas, sus encuentros con grandes machos y hembras con cachorros resultan memorables. Tanto como los osos a los que identifica, pone nombre, analiza el carácter y busca una y otra vez en el campo nada más abandonar su periodo de hibernación. El de los osos y el suyo.
“Mis años grizzly”, correctamente subtitulado “En busca de la naturaleza salvaje”, es un gran libro de aventuras, pero también una defensa apasionada y visceral de la naturaleza salvaje, de los espacios vírgenes, de una forma en entender el contacto con el medio ambiente absolutamente libre y pura. Peacock ha vuelto a nacer: “Nadie podrá volver a enseñarme la foto de un cuerpo mutilado o de un niño muerto y decirme que el mundo es así. Yo no puedo vivir en este mundo, pero yo quiero vivir. Si eso es una herida, no necesito que la curen”.
La edición de este maravilloso título, primero de una nueva colección de Errata Naturae llamada “Libros Salvajes” dedicada a “la naturaleza y lo indómito, la ecología, la conciencia social, el activismo y los cambios en nuestra manera de vivir”, coincide con una inquietante noticia publicada en El País: “El ecoturismo amenaza a los animales”. “Mis años grizzly” avanza este problema, que podríamos resumir diciendo que el contacto con los humanos hace a los animales salvajes más vulnerables a la caza furtiva y los depredadores. “Sabemos que el aumento de visitas de los humanos lleva a algunas especies a tolerarlos y comportarse de maneras que sugieren que se han habituado a nuestra presencia. También sabemos que en algunos casos, se habitúa deliberadamente a los animales salvajes para elevar las oportunidades para el turista, como hemos visto con los grandes simios, chimpancés y gorilas en varios lugares de África. Y sabemos que estos simios acaban siendo más vulnerables a los cazadores furtivos”, dice el ecólogo de la Universidad de California y coautor del estudio, Daniel Blumstein.
“Mis años grizzly” habla de hombres y animales en libertad. De convivir con respeto. De un amor profundo por la naturaleza, y por mantenerla indomable.