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Dice la gente

Por un lado, el blog me exige comentar la entrevista morreo que Bertín Osborne hizo anoche a Esperanza Aguirre. La caspa de la caspa, con un Bertín inspirado capaz de superarse en cada programa. Pero por otro lado, el cuerpo me pide caricias. A las diez de la noche el de Panamá y la que descubrió la Gürtel estaban en Telecinco, y yo recordaba que a esa misma hora, sin ir más lejos, Siniestro Total descargaba en Vila-Real. El mundo es así de ancho y ajeno.

Con esto quiero decirle que la vida es muy corta para despediciarla con estupideces, con miserias, con impresentables. Osborne y Aguirre juntos es demasiado. La conductora a la fuga llega a casa del cantante de rancheras en bicicleta. “Yo no me callo”, dijo vendiendo libros la cazatalentos que describió a Granados. “Soy natural y espontánea, y políticamente incorrectísima, y…”.

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Y yo me digo: por muy hijo de la gran puta que haya sido a lo largo de mi vida no merezco tener que ver algo así. Ya lo dijo Julio Anguita cuando le preguntaron en La Sexta por unas declaraciones de la deteriorada aristócrata del Partido Popular: “¿Cómo quiere que conteste con mi edad a un aullido del aquelarre franquista? A otra cosa…”.

A otra cosa, entonces…

“Dice la gente que de algo hay que vivir / Que sólo se muere una vez / Yo creo que eso no es así / Se muere muchas veces “Yo siempre muero por ti”.

Un motivo para NO ver la televisión

El hielo del fin del mundo.

Autor: Mark Richard.

Editorial: Dirty Works.

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Yo tenía una tía que lavaba a sus canarios con agua y jabón, cuando consideraba que estaban sucios y necesitaban un repaso, y para secarlos los metía en el horno. Lo calentaba solo un poquito, eso sí. Y luego les secaba las plumas en la dirección correcta, con una toalla rosa suave como un lamento. ¿Cómo no me voy a sentir fascinado, entusiamado, por un escritor que durante una marea baja ve a un perro cabezón apaleado y abandonado, y lo recoge en una red de almadraba?

“En casa, abrí el horno, bajé la portezuela y puse allí la cabeza del perro, bajo el grill, para que se calentara y se secara, y mira tú por dónde que lo primero que hizo al despertarse fue tirarse a arrancarme el brazo del hombro y a perseguirme en mi propia casa, y me tuve que subir a la mesa del merendero que tenía en el salón y él venga a ladrarme hecho una fiera desde abajo, que del calor del horno le salía humo del lomo como si fuera un demonio del infierno”.

Precisamente de eso habla este libro. De perros mojados. Y de los demonios que tenemos dentro, agazapados, esperando una oportunidad para agarrar un bate de béisbol, una navaja o una pistola y liarla gorda. De gente que vive en lugares espantosos con nombres muy hermosos: Donde el Rayo Da Paseos Largos. De cabañas ruinosas, serpientes negras, botellas de cerveza con el cuello largo, mapaches rabiosos, hermanos que tiemblan con su padre y padres que sobreviven a sus hijos. En resumen, historias de barcas ruinosas, ratones de marisma y hombres a la deriva.

Mark Richard nació en el mismo pueblo que Lucinda Williams. Lake Charles, Louisiana. Los dos son maestros en el arte de contar historias breves de profundo calado emocional. Ella en tres minutos, con una Telecaster y una banda de rock and roll. Él en media docena de páginas, con un estilo peculiar, lárgos párrafos con comas incrustadas que se arrastran por el papel como lo haría un caimán entre las raíces de los cipreses calvos de los pantanos. Frases que dejan exhausto al lector, y no solo por la longitud, también por la intensidad, por los cambios de ritmo, por la ida y venida de supervivientes, por el cruce de caminos que propone en cada cuento corto.

“Las gruesas lentes de gafas negras creaban la impresión de unos ojos acuosos, listos para llorar a la primera de cambio, y andaba algo encorvado, quizá por el dolor punzante de un pulmón extirpado, un pulmón perforado en el Pacífico por el que recibió una medalla, erguido en la popa de un barco que se hundía junto a una piña de chavales Doodlum como él, disparando con pistolas y carabinas a los japoneses que se arrojaban al agua, hasta que no quedó nada que disparar ni nadie a quien salvar salvo un primo y él, con su pulmón atravesado por una bala mientras el océano se tragaba su barco en un remolino, este hombre encorvado de ojos llorosos y manos temblorosas”.

“El hielo del fin del mundo”, quinto volumen que Dirty Woks dedica a la literatura de la Norteamerica profunda, mantiene el nivel de calidad, de potencia emocional y de músculo narrativo propuesto desde el primer día por esta editorial especial, única. Coherencia, grandes escritores, buenas historias y portadas negras con culebras. Un placer que no cesa.

La ministra trans génica

Se está celebrando la Cumbre del Clima de Cancún. Termina el día 10, pero muchos ya anticipan el resultado: un nuevo fracaso. En este mundo en crisis económica, las prioridades son otras, y el medio ambiente sólo preocupa a cuatro ecologistas desfasados. Los responsables medioambientales y los periodistas están en otras batallas… Como usted sabe, Rosa Aguilar es la flamante Ministra socialista de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. Hace unos días la entrevistaron en la televisión pública (“Las mañanas de TVE”), y de todas las preguntas que le hicieron sólo la última tenía algo que ver con el medio ambiente: “¿Van a quitar los chiringuitos de las playas?”. El resto, reflexiones sobre diferentes aspectos de la situación política en nuestro país. La misma ministra fue entrevistada por Luz Sánchez-Mellado en El País Semanal del pasado día 21 de noviembre. Y ¿sabe usted una cosa? De las 40 preguntas formuladas por la periodista, las dedicadas a temas relacionados con el medio ambiente fueron… ¡ninguna!

Gracias a los periodistas sé que Rosa Aguilar es creyente (incluso reza), que tiene fama de “traidora” política, que le gusta a rabiar Córdoba, que aunque fue comunista se siente cómoda en el Gobierno que ha decretado el mayor recorte social, que es ambiciosa, que es una política profesional con más de 30 años de carrera, que fue una niña acomodada, que Julio Anguita no le habla, que su corazón “está ocupado”, que es feliz…

Sé muchas, muchísimas cosas sobre Rosa Aguilar, Ministra de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, que, la verdad, me importan un pimiento. No me interesa lo más mínimo la vida privada de los políticos: no son estrellas del rock, no son grandes escritores, no son actores brillantes. Son gestores, mis gestores, y sólo me importa su gestión, de la misma forma que no me importa si mi notario es viudo, católico o seguidor del Betis. Yo lo que quiero saber de Rosa Aguilar es qué piensa hacer con el trasvase del Tajo. Con el cierre de las centrales nucleares. Con la Ley de Costas. Con la sobreexplotación pesquera. Con tantas y tantas cosas del medio ambiente…

No todos los políticos son iguales ¿verdad? Pues con los periodistas pasa lo mismo, afortunadamente. Justo cuando escribo estas líneas leo en Público otra entrevista con Rosa Aguilar. Manuel Moreno realiza 24 preguntas, y 22 de ellas están directamente relacionadas con el medio ambiente. ¿Una buena noticia? Periodísticamente sí, pero medioambientalmente no: las respuestas de la ministra son para echarse a llorar. Pregunta: “Usted ha militado durante años en un partido, IU, antinuclear y antitransgénicos. ¿Usted es antinuclear y antitransgénicos?”. Respuesta: “Tenemos que vivir los procesos de transición con contradicciones, hasta que demos resolución a los temas paso a paso”.