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La imagen y la historia

Es una de las fotografías del año, una de esas imágenes que te reconcilian con la vida, te llenan de alegría e incluso podrían llegar a devolverte la fe en el ser humano. ¿El selfie del mono, una sonriente hembra de macaco negro crestado (Macaca nigra), ejemplo de evolución, gracejo y buen carácter? No, me refiero a la escena en que Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, abraza a su nieto Ignacio. Treinta y seis años después se produjo el reencuentro, un milagro para la familia y un motivo de esperanza para todos aquellos que siguen buscando a los bebés robados durante la dictadura de Jorge Rafael Videla. Y de orgullo para el Gobierno argentino, que apoya estas búsquedas.

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Envidia. Eso es lo que siento al ver la fotografía del reencuentro de la abuela de la Plaza de Mayo con su nieto. Es la imagen de la normalidad, del pasado asumido y superado, de la reconciliación. Me da envidia porque el mismo día en que veo esa imagen hermosa leo la noticia de unos trabajos de excavación que se están llevando a cabo en una fosa de la Guerra Civil en Burgos con más de 400 muertos: “Las excavaciones, que se retomarán en noviembre, han sido llevadas a cabo gracias a una campaña de mecenazgo impulsada por la Coordinadora por la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos que ha conseguido recaudar 14.000 euros en 40 días para costear parte del trabajo de un equipo de 20 científicos”.

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De la emocionante imagen argentina a la triste imagen española. Es lo que tiene la historia, que deja huella, que se acumula en las grietas, que alimenta la memoria, que está ahí para quedarse. Una historia que puedes superar o puedes arrastrar. Una historia que permanece marcada a fuego en las hemerotecas, en los libros… y en las fotografías. Una historia de la que sentirse orgulloso o avergonzado. Una historia de lucha o de sumisión, de libertades o de dictaduras, de desaparecidos o de reencuentros. De héroes y de villanos. Una historia que nos persigue.

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Inviolables

Todos los españoles somos iguales ante la ley. No existen privilegios o tratos de favor. Que usted lo sepa. No hay diferencias entre los ciudadanos por cuestiones profesionales, de nivel económico o social, de género o de parentesco. ¿Queda claro? Las desigualdades son injustificables y se deben considerar vejatorias. No lo digo yo, lo dice la sagrada Constitución en el artículo 14 del capítulo segundo (Derechos y libertades): “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.

Bueno, todos somos iguales menos el Rey. Pero esto es una anécdota. Un inviolable entre más de 47 millones de ciudadanos violables es perfectamente asumible por una sociedad tan madura como la nuestra. Juan Carlos no va a ir por ahí degollando niños, sodomizando monjas o matando elefa… viejas. Es asumible incluso que un concepto tan acojonante como la inviolavilidad sea hereditario: Felipe VI no va a ir por ahí degollando niños, sodomizando monjas o matando elefa… viejas.

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Es decir, que todos los españoles somos iguales ante la ley… excepto el individuo inimputable que en esos momentos ejerza el papel de Rey de España. No pasa nada. Hasta aquí todo correcto. Asumible, insisto, por una democracia tan sólida como la nuestra, con 108.000 ciudadanos enterrados en cunetas y descampados.

Pero… ¿Y si hubiera más españoles inviolables? Lo digo porque justo cuando asistimos al trasiego de inviolabilidades entre padre e hijo sabemos que Rafael Blasco, exconsejero en numerosos Gobiernos de la Generalitat condenado a ocho años de cárcel por robar en ayudas de cooperación al desarrollo, ha evitado que sus huesos acaben en chirona: los jueces del Tribunal Superior valenciano le imponen una fianza de 200.000 euros, pese a que Anticorrupción había pedido “prisión incondicional”. Así las cosas, Blasco estará hoy al solecito, tomándose una paella con sus colegas, porque el temor de los jueces “no llega hasta el extremo de aconsejar su prisión inmediata e incondicional, pero sí que justificaría la imposición de una fianza que le permitiera eludirla, pareciendo en este caso aconsejable el señalamiento de la cantidad de 200.000 euros”.

Me temo que en España das una patada a un bote y te salen docena y media de inviolables. La sensación de impunidad de algunos personajes es grande. Y así es muy difícil creer en nada ni en nadie. Es imposible sentir verdadero respeto por los políticos, la monarquía o la Constitución.

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P.D.

Portada de Mongolia. Sale el viernes.

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Un motivo para NO ver la televisión

NRBQ

Cd: Brass Tacks.

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Cuarenta y cinco años después tenemos nuevo disco de NRBQ, the world’s greatest bar band, un supergrupo de culto, ecléctico, vibrante, original en su forma de entender el rock and roll, incansable en sus directos y sorprendente en sus grabaciones. ¿La superbanda más olvidado del planeta? Posiblemente. En un mundo justo los de Florida deberían llevar décadas en la cumbre.

Para introducirse en el mundo de NRBQ es recomendable hacerse con su álbum “NRBQ At Yankee Stadium”, una grabación de 1978 con la mejor formación del grupo, y un repertorio fabuloso, en un momento especialmente inspirado. De ese instante de gloria saltamos hasta este momento de madurez. Porque “Brass Tacks” es precisamente eso, la madurez de una banda que, tras innumerables cambios, encontró la estabilidad hace siete años. Al legendario teclista Terry Adams se han unido el guitarrista Scoyy Ligon, el batería Conrad Choucroun y el bajista Casey McDonough. Y es que la grandeza de esta banda ha sido la suma de su partes, unos músicos de auténtico lujo.

¿La música de New Rhythm Blues Quartet? Muy sencillo: todo aquello que usted pueda imaginar, del pop al rock pasando por el blues, el country, el rockabilly o el R&B. “Somos capaces de tocar todos los géneros y todas las canciones que el público nos pida”, solía presumir Adams. En “Brass Tacks”, su nuevo disco, ofrecen doce temas fieles a su estilo. Por eso en algunas canciones suenan tan fronterizos (Waitin´On My Sweetie Pie), como un moderno Dough Sahm. En otras recuerdan a los grupos beat británicos (Sit In My Lap). A veces resultan tan engrasados y solventes a nivel vocal como los mejores Simón & Garfunkel o los Everly Brothers (I´d Like To Know). Y en determinados momentos incluso parecen recuperar el country californiano del Buck Owens de los sesenta (Fightin’ Back). ¡Puro sonido Backersfield! Es el regreso de unos viejos amigos contándonos historias que hemos escuchado mil veces, pero que disfrutamos como el primer día.

 

No es fácil conseguir el disco en España. Se puede hacer a través de la web del grupo. Pinchar aquí.

Desde el trono

La noticia de la abdicación del rey me pilla, curiosamente, en el trono. Escucho en la lejanía la voz del presidente del Gobierno anunciando por televisión que Juan Carlos, el rey elegido por Francisco Franco, nos deja. ¿Quién será su sustituto? Tranquilos, que no será necesario hacer primarias en Zarzuela: las hijas no cuentan. El hijo del rey que eligió Franco ya está camino del trono, del auténtico trono. “¡Podemos!”, gritó Letizia al conocer la noticia.

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¿Viva el Rey? ¿Arriba la democracia? El renqueante y desprestigiado monarca se marcha. Y lo hace tras permanecer 39 años en un poder al que llegó sin ser votado, igualando de esta manera el récord de su padrino el general. “Nos deja una impagable deuda de gratitud”, dice Rajoy. Y tras dar la noticia el presidente se da la vuelta y se marcha, sin contestar una sola pregunta de los medios de comunicación. No se trata de un asunto baladí: cambia el presentador del mensaje de Nochebuena. ¿Dejará de ser inviolable su ex majestad, se podrán investigar entonces sus negocios turbios, conoceremos sus cuentas y trapicheos? La noticia ha sido recibida con enorme algarabía por los colosos de la fauna africana. ¿Obiang y familia? No, los elefantes, que dan palmas con las orejas.

Sigo en el trono, paralizado por la noticia, cuando Juan Carlos se dirige a los ciudadanos en una adaptación primaveral de su discurso navideño. Suena el himno nacional, el rey confirma que abdica en su hijo. Con el cadáver de Rubalcaba aún caliente, nos deja Juan Carlos. Siempre se van los mejores. Sin duda es el momento. De plantear un debate, pienso. ¿Monarquía o república? “Mi hijo Felipe encarna la estabilidad”, se apresura a decir el padre de la criatura. Y es que está chocho, pero no tanto como para no olerse la tostada.

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Qué mejor instante que este, qué mejores circunstancias, con la credibilidad en los políticos y en la monarquía bajo mínimos, para que los ciudadanos elijan con libertad, en referéndum vinculante, el modelo de Estado que desean. Suena democrático, ¿verdad? Mucho más que imponer a un tipo que, eso sí, “está muy preparado”. Sería una pena que le tuviesen miedo a los fundamentos de la democracia, porque ganar un referéndum les haría recuperar la legitimidad y el respaldo social perdidos.

Sí, perdidos. Se desmorona el chiringuito. El bipartidismo, contra las cuerdas. La monarquía, a debate. Un momento perfecto para, como dijo Juan Carlos en su discurso final, “abrir una nueva etapa de esperanza”. Y dejar de ser súbditos y convertirnos en verdaderos ciudadanos.

Tiro de la cadena con ganas. Y me voy a la convocatoria “Referéndum YA” (ocho de la tarde, Plaza del Pan, Talavera de la Reina). Se abre un tiempo nuevo.

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Santa Rita, Rita

Los 25 financieros y hoteleros de Baleares que hace 13 años hicieron un fondo común y le regalaron a Juan Carlos Rey el Fortuna, un yate de más de 21 millones de euros, se tiran ahora de los pelos: no podían ni imaginar que la verdadera imagen de las islas fuese el yerno de su majestad. Ni en su peor pesadilla pensaban que el cazador de elefantes devolvería el envenenado regalo, aduciendo austeridad, y que sería Iñaki Urdangarín quien estaba destinado a convertirse en la auténtica Marca Baleares: el Duque Empalmado. Empresarios con poca visión comercial, es evidente, que apostaron a caballo perdedor y ahora tratan de romper la baraja: ¡quieren que les devolvamos el barco! Los españoles, digo, porque el Fortuna ahora pasará a formar parte de Patrimonio del Estado.

No sé qué resulta más patético, si la renuncia del Rey a utilizar el Fortuna (a buenas horas) o el intento de los empresarios por recuperar tan peculiar inversión (a buenas horas).

Queridos financieros y hoteleros de Baleares… ¡Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita! El Fortuna ya es de los ciudadanos de este país, que han tenido que aguantar durante 13 años ver cómo les restregaban por el morro, cada verano, una portada del Hola! con la familia real de vacaciones. De más vacaciones. Los empresarios quieren venderlo y recuperar “lo que se pueda” para destinarlo a fines culturales. ¿Fines culturales? Gracias, pero ya organizamos nosotros mismos la venta, el desguace o lo que sea. No vaya a ser que terminen dándole una mano de pintura, cambiándole el nombre y poniéndolo a disposición de Urdangarín, la nueva estrella isleña. Que no me fío, vamos…

Prefiero que sean los españoles quienes lo aprovechen, y por este motivo propongo un ambicioso plan de uso y disfrute para que todos los ciudadanos puedan pasar unos felices días de navegación en el Fortuna. ¿Qué tal si comenzamos por aquellos que viven en provincias que no tienen mar? Pensionistas y jubilados que no hayan pisado una playa en su vida tendrán prioridad para darse un garbeo en el Fortuna, tumbarse a tomar el sol en su cubierta de teca, disfrutar de su bien surtida bodega y hasta darse un chapuzón con el correspondiente flotador de patito. Seguro que los donantes baleares están orgullosos del nuevo destino de su inversión. Y si no… que se jodan.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Phil Lee

Cd: The Fall and Futher Decline of the Mighty King of Love.

Phil Lee es un cantante, guitarrista y compositor de Carolina del Norte que ha grabado cuatro discos. No sería un gran legado, tiene más de sesenta años, si no fuera porque son espléndidos. Los cuatro. El último es este “The Fall and Futher Decline of the Mighty King of Love”, una colección de trece canciones propias que, partiendo de una base rockera, juegan con el blues, el country, las raíces y hasta el honky tonk.

Lee está a medio camino entre Elliott Murphy, vean su lacia pelambrera, y Tom Waits, no se pierda a su compañera en la portada del disco. Es un viejo trovador que cuenta historias, habla con el público, bromea y se sumerge en los sonidos de la vieja América. Un personaje peculiar, un músico recomendable. Y quizá su mejor disco: un derroche de fuerza, atrevimiento y honestidad.