Dice una encuesta de Metroscopia publicada por el diario El País, en la portada de su edición del pasado domingo y a cuatro columnas, que “Una mayoría de catalanes cree que el referéndum no es válido”. Por otro lado, una encuesta que ha realizado un servidor, entre amigos y vecinos, asegura que las encuestas de Metroscopia son “una puta mierda”.
¿A quién creemos, a qué sondeo nos atenemos? ¿A la prensa conservadora y sus encuestas de chichinabo o al trabajo propio, realizado con tanto cariño como rigor? La duda ofende. No recuerdo haber leído una sola línea en los últimos días, o haber escuchando a un solo tertuliano, que me ofreciese un auténtico motivo de reflexión sobre el problema de Cataluña. Estuvo a punto de conseguirlo Juan Luis Cebrián, con una soporífera página y media de opinión en ese mismo diario, pero se le deslizó una frase que delataba sus intenciones: “La efervescencia catalana, como el 15-M, como tantos otros movimientos populares o populistas dentro y fuera de España, tiene que ver con el nuevo desorden mundial que nos preside”.
Ya. O sea que el problema es el nuevo desorden mundial que nos preside. Sabias palabras de un hombre que disfruta de un sueldo de más de dos millones de euros anuales. Pero no nos desesperemos, no perdamos la esperanza. El futuro será de aquellos que tengan paciencia. Y una lupa.
Sin salir de El País del domingo, la siempre cabal y acertada Soledad Gallego-Díaz titulaba su columna “Lo que conviene leer con lupa”. La respuesta razonable en estos tiempos de periodismo tiñoso y barriobajero sería “todo”. Pero Sol se refiere a lo que antes llamamos el problema de Cataluña. “El reconocimiento de derechos sociales en la ley aprobada por el Parlament se reduce a cuatro líneas”, asegura la periodista tras hacer mucho más que el 99% de los columnistas y tertulianos que opinan sobre el tema: leerse la ley.
Vivimos días convulsos en los que, para no ser engañados, tenemos que leer con lupa. Mirar la televisión con lupa. E incluso escuchar la radio con lupa. Vivir con lupa.
Un motivo para NO ver la televisión
Resort
Juan Carlos Márquez
Editorial: Salto de Página.
Márquez ha escrito un libro terrible, que he decidido reseñar una vez finalizado el verano por razones obvias: destripa las vacaciones playeras, maldice el ocio arenoso y maltrata a los humanos que, reunidos en enormes y pálidos rebaños, se tuestan al sol del Mediterráneo. Un libro demoledor que, a lo largo de capítulos breves y despiadados como puñaladas traperas, traza un perfil lacerante, pero me temo que verídico, del ocio vacacional, del turismo de sombrilla y flotador.
No estamos ante un novato, Márquez ha firmado libros tan recomendables como Los últimos o Norteamérica profunda, pero sorprende su escritura precisa, su cruel acidez, una enorme capacidad para condensar, para situar el bisturí en el lugar preciso y realizar el tajo adecuado en un plumazo, apenas unos párrafos quirúrgicos. “Resort” se lee entre el espanto y la carcajada, de una sentada, encajando cada capítulo como un golpe bajo: cuando parece que los protagonistas, muchas veces anónimos, no pueden ser más mediocres, resulta que se pelean por una hamaca o meten la cabeza en las bandejas del bufet.
No perdamos la pista a Juan Carlos Márquez. Un tipo capaz de sacar tanta chicha ante semejante cúmulo de adocenamiento, de ser tan inteligentemente irónico con la mezquindad veraniega, de escribir un libro tan tronchante, es capaz de cualquier cosa.