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Nos bajamos

Recuerdo perfectamente a José Carlos Díez, economista mediático audiovisual televisivo lanzado a la fama por La Sexta. Pero no le recuerdo por su análisis de la situación del país, otro economista mediático audiovisual televisivo más, sino por las múltiples coletillas que le he escuchado decenas de veces en otros tantos programas. Mi favorita es ésta: “Si esto sigue así tendremos que hacer lo que decía Groucho Marx: que paren el mundo que nos bajamos”. Un cachondo, el tal Díez.

Díez es un tipo con un buen concepto de sí mismo, “siempre he sido un potro salvaje”, y ha vendido durante meses sus libros en la cadena pequeña de Atresmedia. ¿Acaso tiene enchufe en La Sexta? Ni lo sé ni me importa: las cadenas privadas pueden hacer con su programación lo que quieran, ¿no es así? Lo del servicio público, como concesiones del Estado que son, es evidente que se lo pasan por el forro.

Le decía que no se si Díez tiene enchufe en La Sexta. Pero quizá a usted le sirva de pista saber que le acaban de nombrar coordinador del programa económico del PSOE. Y ha sido hacerlo, y meter la gamba. En La Sexta, no podía ser de otra manera…

La noche del sábado, entre Indas y Marhuendas, Díez habló: “Si tú pones una renta básica aquí, vas a tener que dejar total libertad de entrada de personas… (y como consecuencia) los de Marruecos, los del Congo y los de Uganda querrán venir todos aquí, a tener una renta básica. Entonces no es que pongas el muro de Trump, tendrás que poner francotiradores”.

Vaya, vaya con el nuevo gurú socialista.

Solo un día después, camaradas como Madina han restado importancia a las palabras de Díez. No las del muro y los francotiradores. Las de la renta básica. Y es que ya se sabe: quien mucho habla, mucho se confunde. Sobre todo cuando disfruta tanto hablando, escuchándose, gustándose. Y es que los economistas mediáticos audiovisuales televisivos son lo que nos faltaba: la evolución natural del tertuliano, del quiromántico, de la telebasura.

Que apaguen la tele, que nos bajamos.

Un motivo para NO ver la televisión

Morir en primavera

Autor: Ralf Rothmann.

Editorial: Libros del Asteroide.

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Ralf Rothmann, escritor alemán nacido en el 53, firma un libro profundamente antibelicista. No se si era su intención, pero después de leer (devorar) este “Morir en primavera” todos los fantasmas de la II Guerra Mundial, aquellos que mostraron la peor cara del hombre, regresan para invitarnos a no olvidar. Estamos en los últimos meses del conflicto, febrero del 45, con las tropas alemanas plenamente conscientes de la derrota. Con el país convertido en escombros, y los soldados cansados de luchar, Walter y Friedrich viven ajenos a la batalla. Tienen 17 años, son amigos, trabajan ordeñando vacas y se toman unas cervezas mientras hablan de mujeres y del futuro. La guerra es cosa de otros, piensan, hasta que un golpe de mala suerte les cambia el destino: los nazis les reclutan y les envían al frente.

“En un roble, antes de llegar al cruce, donde había también una tahona enlucida de blanco, colgaba un ahorcado, un soldado de las Waffen-SS. Llevaba una voluminosa venda en la mano derecha y tenía la cara cubierta de polvo, los ojos cerrados y la boca abierta. Debía tener más o menos la edad de Walter. En la mejilla, que que casi le tocaba el hombro, se distinguían ya algunos picotazos de aves, y colgando sobre el pecho llevaba un cartel de madera con la inscripción: “Soy un COBARDE. Esto es lo que les pasa a los traidores de la patria que abandonan a sus camaradas. ¡Victoria o muerte!”. Habían pintado las letras góticas, que casi parecían impresas, con un pincel, sobre una raya dibujada a lápiz”.

Walter y Friedrich tienen que mirar a los ojos a la pobreza, al dolor, a la injusticia, a una guerra despiadada. Y por supuesto a un nazismo que muere matando. En medio del caos, de los agujeros de las bombas, las casas derruidas, los miembros amputados y las familias rotas, Walter busca los restos de un padre que le maltrataba. Una reconciliación post mortem que le devuelva la paz, que de sentido al pasado. Pero nada es sencillo en unos tiempos duros y miserables que no dejan opciones ni a los héroes. Tiempos malditos que te pueden convertir, habiendo disparado un solo tiro en el conflicto, en la persona más desgraciada del mundo.

“Su madre dejó la bandeja encima de la mesa antes de mirarlo, y Walter tragó saliva con dificultad y supo que hacía ya rato que lo había visto. Aunque solo tenía cuarenta y cinco años, el pellejo del cuello le colgaba, flácido, y vio que se aturullaba, con la boca muy abierta. Enarcó las cejas aparentando sorpresa, con lo que su frente pareció más estrecha todavía, y cuando batió teatralmente las manos cargadas de joyas, Walter se conmovió, aunque se dio cuenta de que se trataba de un gesto de cara a la galería. Le crecía un vello oscuro sobre los extremos de los labios y sus ojos marrones tenían la frialdad de siempre: Walter era incapaz de conocerse en ellos”.

“Morir en primavera” es mucho más que una novela de guerra. Es una novela de iniciación y de desarraigo generacional, de amistad y cobardía, de supervivencia y amor, de resistencia y bondad. Es el descubrimiento de un escritor intenso y sencillo, directo y eficaz, que demuestra un compromiso íntimo y entusiasta por las buenas historias y los hombres buenos. Un libro tan hermoso como estremecedor que demuestra que quizá lo mejor sobre la II Guerra Mundial, sobre todas las guerras, está aún por escribirse. Imprescindible.

 

I Master de Rock and Roll Matutino sobre Ruedas.

Miércoles 25 de enero

Hey, Good Lookin

Hank Williams

El rey del country. Sin discusión. Un cantante fantástico, y un compositor inconmensurable, sin duda consecuencia de una vida salvaje y atormentada: dolores de espalda, pastillas, alcohol… Hank Williams escribió decenas de temas espléndidos, siempre con perdedores y corazones rotos como protagonistas. Sin embargo he elegido una canción de amor positivo. Numero 1 en 1951, este “Hey, Good Lookin” es un clásico eterno, menos de dos minutos perfectos, del hombre que señaló el camino del country moderno. El dios de los vaqueros.