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Fashion & politics victims

El “Salvados” (La Sexta) del pasado domingo, dedicado a las miserias, contradicciones e hipocresías de la industria textil, es uno de esos programas que debería verse de manera obligatoria en todos los colegios. Televisión necesaria para todas las edades: ayuda a comprender el mundo, a formarnos como ciudadanos, a educar el criterio y la cultura solidaria. Televisión pública, en su concepto, ofrecida por una cadena privada.

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La historia es sencilla y bien conocida: si usted quiere comprar ropa a precios de ganga en tiendas modernas de la Gran Vía y centros comerciales, alguien tiene que pagar por ello. Explotación laboral, contratos de mierda y sueldos de risa, condiciones de trabajo miserables, enfermedades laborales, contaminación desenfrenada… a miles de kilómetros de nuestras casas, en el llamado tercer mundo. Todo la gente lo sabe, o debería saberlo. Por eso no está nada mal que de cuando en cuando alguien, en este caso Jordi Évole y su equipo, lo cuenten de manera clara, pedagógica y amena. Televisión útil, que aquí puede disfrutar en diferido: Fashion victims.

La televisión que deberían hacer las cadenas estatales, televisión de servicio público, comprometida y con intereses sociales, sin ánimos comerciales, informativa y entretenida, la está haciendo una cadena privada. Debería darles vergüenza. Pero les da rédito electoral: las televisiones públicas al servicio de los partidos políticos son una suerte malévola y retorcida de financiación ilegal. Si quieren publicidad en televisión, que la paguen.

Han convertido la televisión pública en un terreno baldío, ocupado por grandes fincas privadas como la de Bertín Osborne. La televisión privada suple en ocasiones las obligaciones de la pública, pero no olvidemos que su principal misión es otra: hacer dinero. Por eso “Salvados” es una excepción, una rara avis que podemos y debemos disfrutar, pero sin asumir que sustituya a la televisión pública, a una televisión pública que ya forma parte del botín robado por los políticos corruptos.

Un motivo para NO ver la televisión

Bonnie Raitt.

Cd: Dig In Deep.

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Regresa la gran dama blanca del blues. A sus 66 años, Bonnie Raitt es, junto a Lucinda Williams, la referencia de la música norteamericana de raíces. Y para que nadie lo dude lanza este “Dig In Deep”, su disco número 20, un álbum absolutamente maravilloso en el que demuestra estar en plena forma. Como guitarrista y como cantante. Doce canciones de corte clásico, desde medios tiempos irresistibles a blues trotones. Y con el slide recorriendo el mástil como en los viejos y buenos tiempos, allá por el comienzo de los setenta. Imprescindible, una vez más.

La máquina del fango

“Hoy no salir en televisión es un signo de elegancia”. Umberto Eco.

Umberto Eco regaló al programa “Salvados” el título perfecto para el programa que Jordi Évole dedicó el pasado domingo a la intencionalidad política de determinados medios de comunicación: “La máquina del fango”. El filósofo y escritor italiano aseguró que “para deslegitimar a alguien es suficiente con decir que ha hecho algo, con crear una sombra de sospecha”. Y no se refería precisamente a las declaraciones de su compatriota Rossi, un mal perdedor que acusó a Márquez de haberse convertido en escudero de Lorenzo para que éste consiguiera el título de Moto GP. Hablaba de periodismo…

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“Salvados” se propuso analizar el estado de los medios de comunicación. Dejaban caer una pregunta: ¿Para desprestigiar al adversario político se utilizan diarios, televisiones y radios? La respuesta debían ofrecerla, no se lo pierdan, el exdirector de El Mundo, Casimiro García-Abadillo, la periodista de Onda Cero, Julia Otero y la subdirectora de La Razón, Pilar Gómez. No está mal el lote, pero yo sin duda hubiese recurrido a las estrellas de la cadena, a esos periodistas que día tras día refuerzan la imagen de periodismo creíble y serio de que presume La Sexta: Francisco Marhuenda y Eduardo Inda. Sin estas dos leyendas de la información veraz y el periodismo crítico no hay análisis posible sobre el desprestigio de los medios. La ausencia de Marhuenda resulta especialmente dolorosa, puesto que lidera La Razón, empresa hermana de La Sexta.

Évole tenía a la estrella de la noche, al hombre con todas las respuestas, en su propia casa, Planeta. Un tipo que dirige La Razón, diario famoso en el mundo entero por sobrevivir durante 15 años sin obtener beneficio económico alguno, tiene que tener todos los secretos sobre “la máquina del fango”. Si le queda a usted alguna duda, sobre el espesor del cieno o la pestilencia del mismo, puede recordar alguna de sus legendarias portadas: “Rajoy vence a Rubalbárcenas”, “Los malos estudiantes agitan la educación” o “Monedero se esconde en el metro”.

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Quizá Marhuenda no sea el inventor del ingenio mecánico, pero desde luego es un diligente encargado del mantenimiento y uno de los máximos beneficiarios del funcionamiento del mismo. Por eso un programa de televisión sobre la máquina del fango sin uno de sus maquinistas más dotados, queridos amigos de La Sexta, es un programa incompleto. Combustible para la caldera de una locomotora que, vaya por dios, parece que arranca: La Razón ha cerrado el ejercicio 2.014 con, ¡milagro! unos beneficios de 5.000 euros antes de impuestos. Una gran noticia para el periodismo en general y para la libertad de expresión en particular.

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Un motivo para No ver la televisión

Sherwood Fleming

Cd: blues Blues Blues.

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Nació hace casi 80 años en Lula, Misisipi, y creció recogiendo algodón y escuchando canciones tristes. Poco después se trasladó a California, donde grabó algunos temas para pequeñas discográficas que pasaron sin pena ni gloria. Sherwood tiró la toalla y abandonó el mundo de la música. Han tenido que pasar décadas, y el sello Dynaflow ha tenido que utilizar todo su poder de convicción, para que nuestro hombre regrese a los estudios de grabación. Menos mal: ha registrado un disco memorable, blues de enorme calidad, en el que destacan cuatro composiciones propias y dos versiones de clásicos de Ike Turner y Buddy Guy. Nunca un título describió mejor un disco: Blues, blues, blues… La mejor sorpresa posible para los amantes del género de los doce compases.

Edición

Dice Jordi Évole tras el éxito del debate entre Pablo Iglesias y Albert Rivera, 25,2% de audiencia y 5,2 millones de espectadores, que podrían “haber destrozado a cualquiera de los dos con la edición del programa”. No lo han hecho: tanto uno como otro no se sintieron ni manipulados ni que se había sacado nada de contexto… No les he visto especialmente incisivos conmigo en los últimos días. Han sido muy respetuosos”, resume el presentador.

Un lector del blog se quejaba ayer, con mucha razón, de que un programa como éste no se emitiera íntegro. Yo voy más lejos: y en directo. Quizá el resultado fuese menos televisivo, pero sin duda sería mucho más informativo, más periodístico, más auténtico.

En un debate como el que ofreció “Salvados” (La Sexta) la edición se utiliza fundamentalmente para ajustar los tiempos, eliminar pausas, y dar al espacio un ritmo atractivo para el telespectador. Dos horas de tertulia irregular, con errores y altibajos, quedan reducidas a 45 minutos de tertulia vibrante, perfecta. Graban la conversación en el bar y posteriormente suprimen la paja, teniendo cuidado con que los mensajes permanezcan y la participación de ambos contendientes resulte equilibrada. Un asunto delicado: lo que para tí no es importante para mí puede ser vital. Es muy sencillo utilizar esa misma técnica de edición para falsear el mensaje, o distorsionarlo, algo que puede suceder incluso de forma involuntaria e inconsciente. Una edición mala o tendenciosa puede “destrozar”, como dice muy bien Évole.

Le confesaré una cosa: si yo fuese jefe de prensa de Iglesias o de Rivera no las hubiese tenido todas conmigo sabiendo que se iba a realizar una edición posterior al debate. Es posible que incluso hubiese pedido ver el programa editado antes de su emisión. ¿Lo vió algún responsable de Podemos o Ciudadanos? ¿Dieron el visto bueno?

La edición ha sido un éxito: la cadena está feliz con su audiencia récord, y los dos participantes satisfechos con el resultado, con la imagen que han ofrecido. Todos contentos. No se puede pedir más, salvo que la fiesta continúe: “Estamos peleando para que se sienten en otros cara a cara o en debates con más gente”, confiesa un Évole que ya está pensando en repetir con PP y PSOE. Algo imposible si el primer debate no hubiera resultado, además de un éxito, un ejemplo de equilibrio, de gentileza, de buen rollo. “Si nos tratan así, igual podemos hacerlo”, estarán pensando Rajoy y Sánchez.

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Un motivo para NO ver la televisión

Israel Vibration

Cd: Play It Real.

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El trío vocal formado por Cecil “Skeleton” Spence, Albert “Apple Gabriel” Craig y Lascelle “Wiss” Bulgin hacía reggae desde los años 70. Jamaicanos de Kingstone, grabaron su primer disco en 1978: “The Same Song” se puede considerar un clásico. Su nuevo trabajo, 25 discos después, ofrece más de lo mismo, reggae de toda la vida, auténticas roots de Jamaica, pero ya convertidos en dúo, sin “Apple Gabriel”. Grandes canciones, excelentes músicos y los ritmos de siempre. Toda una delicia.

Naranjito versus Coleta Morada

Miraba con recelo la sopa de verduras de la cena. ¿Y si de pronto surgía del fondo, entre trozos de zanahoria y rodajas de puerro, la figura sonriente y dicharachera de Jordi Évole? Fue el jueves de la semana pasada, cuando había escuchado al presentador de La Sexta entrevistado en Onda Cero y la Cadena SER, y le había visto en El Hormiguero. Poco después, el que fuera Follonero se me apareció en la pantalla del ordenador, entrevistado en Cxtx, un nuevo medio digital. Y por supuesto en el diario El País: “La opinión, sobre todo la mía, está sobrevalorada”, reconoce Évole en una reflexión que le engrandece, pero que no le impide seguir dando su opinión por radio, prensa y televisión.

La razón de semejante sobreexposición mediática, solo comparable a la que lleva a cabo Santiago Segura cuando estrena película, se debe al comienzo de una nueva temporada de “Salvados” (La Sexta). La cadena de Planeta no se ha quedado atrás en el aspecto promocional, y ha vendido el retorno de Évole como la reserva espiritual del periodismo en España. La nueva temporada arrancaba la noche del domingo, tras un insólito preestreno con el papanatas de Julio Iglesias, con un modesto cara a cara, mesa de bar y cafés con leche, entre Pablo Iglesias y Albert Rivera. “Naranjito versus Coleta Morada”, decían en la web de la cadena.

Pablo Iglesias y Albert Rivera. Otra vez. Acaba de comenzar la precampaña electoral y ya estoy cansado de la incansable verborrea de los candidatos, de las crisis internas de Rajoy y sus secuaces, de la torpeza de Sánchez y su tránsfuga, de la desintegración de IU, de… ¿No será que vivimos en una constante campaña electoral? No importa, Pablo Iglesias y Albert Rivera se sentaron en un bar, se pidieron unos cafelitos y trataron de ofrecer una imagen de normalidad absoluta, de nueva política, de somos frescos, somos sanos, somos diferentes. No habían pactado nada. Évole fue sacando temas, y ellos hablaron.

¿Son la nueva política? No estoy seguro de que su tibieza, su búsqueda del centro y su devoción por los medios de comunicación sea lo que necesitamos. Y no me gusta que se parezcan tanto, o que parezca que se parecen tanto: “Como esto siga así, nos presentaremos juntos”, bromeó Iglesias.

Lo que sí es cierto es que fue un debate diferente. Menos formal, más abierto, menos profundo, más libre. Un debate en el que Rajoy y Sánchez hubiesen rechinado: el primero solo pisa un bar con Ana Rosa Quintana, el segundo con Irene Lozano. En el bareto de barrio Rivera se mostró arrollador, creído, teatral, apabullante… Iglesias pareció tranquilo, natural, algo inconcreto en algunos temas pero brillante en otros. Esa nacionalización de las eléctricas. Y todo con Évole como observador casi invisible, como moderador perfecto, como alternativa a un periodismo que está fuera de juego, que es casta con la casta.

“Si tú eres el mejor periodista de España… ¡Cómo está el periodismo en España!”, contó en la radio Jordi Évole que le había dicho en una ocasión su padre. Tenía mucha razón. El deterioro del periodismo en España es descomunal. Lo que no quita que Évole haga bien su trabajo, que no es exactamente periodismo sino entretenimiento político, o social, o como quiera usted llamarlo. Una labor interesante y amena que no hacen los grandes medios, más preocupados en sobrevivir que en informar, y que borda un tipo que en su día fue follonero y que ha reconducido su talento con enorme criterio. Tenerle hasta en la sopa es el precio que pagamos por ser el único de su especie.

 

Un motivo para NO ver la televisión

La última galopada.

Autor: Thomas Eidson.

Editorial: Valdemar / Frontera.

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La colección Frontera editada por Valdemar como homenaje al gran western llega a los diez títulos con el menos clásico de todos ellos. Los nueve anteriores son imprescindibles: auténticas obras maestras del género. “La última galopada”, obra de un escritor que vive y no está considerado un clásico indiscutible, se puede considerar una apuesta arriesgada. Una apuesta que obtiene premio: la historia en principio no sorprende, una joven secuestrada por los indios, y la partida de rescate correspondiente, pero que mezcla elementos novedosos. El líder de los perseguidores es el abuelo de la niña, un blanco medio indio que regresaba a casa de su hija para morir.

“La última galopada” cuenta la persecución, puro western, pero también la batalla interior entre dos seres humanos, el viejo y la hija abandonada, que viven en dos mundos antagónicos. Costumbres cristianas y ritos indios se cruzan en una lucha paralela a la que mantienen con los secuestradores, dando forma a un libro que habla del perdón, de la fe, de la redención y de la esperanza. Un western violento y místico, crepuscular y sorprendente.