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¿Bárcenas? Eeeh… ya tal

“Esta es la historia de un chantajista, esta es la historia de un delincuente”, insiste la tertuliana de La Sexta en el monográfico que dedican al puto amo: Bárcenas. No sé quién es ella, pero sé de qué pie cojea: una periodista al servicio del poder, no del ciudadano. La tertuliana habla de Bárcenas como si fuese un carterista anónimo, un tironero encapuchado o un atracador de gasolineras sin rostro. Olvida que ha sido invitada a ese programa precisamente porque el chantajista y delincuente al que se refiere no es un chantajista o delincuente normal y corriente: perteneció hasta hace solo unos meses al partido en el Gobierno, y robó el grueso de su fortuna desde su despacho en la calle Génova. ¿Un delincuente? Sin duda, pero también un político importante dentro de la cúpula del PP de las últimas décadas.

Bárcenas es, no lo olvide ni un segundo, el ex tesorero del Partido Popular. Repita conmigo: el ex tesorero del Partido Popular. Sí, un hombre de confianza de Mariano Rajoy, ese presidente del Gobierno que tiene la suficiente desfachatez y cara dura como para responder, cuando se le pregunta en rueda de prensa en Bruselas por el hombre más popular (en todos los sentidos) de España en estos momentos, con cuatro incoherentes palabras: “Eeeh, la segunda, ya tal”.

Escuche de nuevo el vídeo. Los periodistas y los colaboradores de Rajoy se descojonan. Normal: son las declaraciones de un inepto. O de un necio. Seguramente de ambas cosas. Desde luego no de un presidente de Gobierno que pretende ganarse el respeto del ciudadano. No de alguien en quien confiar. Quizá de un farsante de plasma, nunca de un político con futuro.

Mi abuela, que presumía de hablar claro, diría que Rajoy es un mierda. Un político que huye de sí mismo, que se esconde de su propia inutilidad. Yo no solo estoy de acuerdo con mi abuela, sino que pienso que los ciudadanos que soportamos que el presidente de nuestro Gobierno se niegue a hablar de los problemas que preocupan a los ciudadanos, también lo somos. Unos mierdas. Por soportar tanta mentira, tanta incompetencia y tanta soberbia. Por dejar que ensucien de esta manera una democracia en la que cada día es más dificil creer.

 

Un motivo para NO ver la televisión

El plantador de tabaco.

Autor: John Barth.

Editorial: Sexto Piso.

Ha llegado el verano, tiempo de vacaciones. El momento ideal para sumergirse, sin prisa alguna, en las 1.173 páginas de “El plantador de tacaco”, una montaña de aventuras merecedora de nuestros mejores momentos de ocio. Horas y horas de lectura gozosa y sorprendente, con contados altibajos y muchísimos momentos realmente hilarantes: Ebenezer Cooke, protagonista del libro, atrae los problemas y no puede evitar los enredos. El lector solo puede agradecerle semejantes virtudes, capaces de provocar algunas de los mejores momentos de la literatura actual. Estamos ante un clásico moderno que en la cuidada edición de Sexto Piso, un tomo algo pesado pero infinitamente más cómodo para leer que la antigua de Cátedra, se disfruta de principio a final con una sonrisa en los labios.

Finales del siglo XVII. Ebenezer presume de poeta virgen, lo cual indica cuan lerdo puede llegar a ser el individuo en cuestión. Complejas circunstancias personales le obligan a viajar al Nuevo Mundo para emprender una nueva vida, al frente de una plantación de tabaco familiar, Malden, en tierras de Maryland. Su objetivo personal es escribir una obra épica para la que ya tiene  título: Marylandiada. Mientras busca inspiración comparte embrollos con la corte de personajes memorables que revoletean a su alrededor, la sangre del libro. Caballeros auténticos y de pega, bellacos y asesinos, fulanas y piratas, grandes amigos y descomunales impostores… Ebenezer recorre medio mundo sobreviviendo a estas gentes, y a los retos que surgen cuando menos se lo espera. No hay tregua, es la aventura en estado puro…

Un libro que en ocasiones recuerda a los momentos gloriosos de la picaresca española, y en otros directamente a Cervantes y sus inocentes y nobles quijotes enfrentándose a gigantes con cuerpo de molino. “El plantador de tabaco” es una fiesta. Uno de esos hermosos regalos que nos hace la literatura de cuando en cuando. El auténtico placer de leer.

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