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Amarillo radical

En radio y televisión, poco después de tener noticia de los atentados de Oslo y mucho antes de conocer los hechos y las consecuencias reales, comenzaron a hablar de los peligros de la radicalización del islam. Horas después, cuando ya se confirmó la autoría de los crímenes, algunos atribuyeron la matanza a un “movimiento local antisistema”. ¿Estamos hablando, entonces, de una nueva yihad de moros perroflautas? No, el enemigo ni viene de fuera, ni reza mirando a la meca, ni siquiera acampa en tiendas Quechua. En esta ocasión el enemigo está en casa, es rubio y lampiño, y añade a su fundamentalismo cristiano ideología ultraderechista. Ya sé que un drama de estas características no tiene ninguna gracia, como tampoco la tiene la ligereza y falta de rigor de los medios de comunicación: lo que era un “ataque islamista” se convirtió, apenas 12 horas después, en la matanza provocada por “un islamófobo de extrema derecha”.

Mónica García Prieto, corresponsal en Oriente Próximo, define a la perfección la moral de los códigos informativos en un sucinto Twitter: “cuando son islamistas es terrorismo despreciable, fanatismo ciego etc: cuando es un occidental es un ataque y una tragedia”. No es fácil pedir unos mínimos de seriedad y rigor a una prensa tan manipuladora y ruin como la nuestra. Ahí tienen a Pedro J, adalid de muchas nobles batallas periodísticas, entre ellas el derecho a la intimidad que le fue arrebatado hace años en sórdidas circunstancias. Recuerdan el famoso vídeo ¿verdad? Pues ahora en el periódico que dirige se regodean publicando unas fotografías de Joan Laporta en bañador. “El verano más opulento de Joan Laporta. ¿Qué os parece?”, pregunta Pedro J a sus seguidores en uno de sus bonus para twiteros.

Usted me dirá que las circunstancias son diferentes, y que mientras uno se encuentra al aire libre el otro permanecía en un recinto cerrado. De acuerdo, no es lo mismo. Pero es igual… Al personaje en cuestión le roban las imágenes mediante un sofisticado sistema de espionaje: una cámara de vídeo dentro de un armario. A Laporta con el potente teleobjetivo de una cámara fotográfica. Son dos hurtos innecesarios, intrascendentes, infectos. La única diferencia está en que unas fotos se las robaron al director del periódico y otras las roba el director del periódico. Es la doble moral a la que estamos tan acostumbrados.

Pedro J, seguramente el español que más debería valorar y respetar la intimidad de las personas, su privacidad, recomienda las fotos robadas de un tipo que comete un crimen espantoso: beber champán y fumar puros “cubanos” en un barco. Titula el maestro de periodistas: “el nacionalista que bebe Moet, no cava”. La ¿información? de pago que recomienda, y que ofrece gratis en un acto de generosidad grandioso, comienza con esta frase: En tiempos de recesión se pega su verano más opulento: tabaco cubano, champán francés y chica árabe. Algo muy poco catalanista”. Y sigue con otras frases al menos igual de repugnantes: “El burguesito que veraneaba en Castelldefels”, “Sorprende…que sus ínfulas independentistas sean sólo teóricas”,lo suyo sería, de acuerdo a la genética catalana, que su bandera fuera la discreción, que bebiera cava y que pasara el verano practicando ‘trekking’ en la Cataluña semiprofunda “, “ha dejado constancia de que se siente satisfecho con su imagen, que está profundamente seguro de sí mismo y que no le importa poner al descubierto algunas de sus pasiones: buenos puros, champán, la misma escultural chica de hace un año, las aguas turquesa de las Pitiusas, el pelo en pecho, una cintura feliz y un cuerpazo alejado de la dieta de moda, la Ducan”.

¡Gaditanos traidores aquellos que beben Albariño en lugar de Barbadillo! ¡Desleales los extremeños si son capaces de comer butifarra, saltándose a la torera su extricta dieta oficial de ibéricos! Ya sabe, querido lector, que si usted es de Burgos y se siente orgulloso de ello no debe comer otra morcilla que la de arroz, cebolla y sangre. Y si es valenciano, no se le ocurra probar los callos a la madrileña: todo el puto día a base de paella.

Se empañan en llamarlo periodismo, pero sólo es cotilleo. Una técnica de supervivencia profesional que consiste en radicalizar la información, en banalizar las noticias, en teñirlo todo de amarillo. Ayer fue el director de un periódico en ropa interior, hoy es el ex presidente de un equipo de fútbol en traje de baño. Basura.

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Un motivo para NO ver la televisión

El arte místico de limpiar los rastros de la muerte.

Autor: Charlie Huston.

Editorial: Roja y Negra / Mondadori.

“El arte místico de limpiar los rastros de la muerte” podría parecer una sangría gore, sembrada de vísceras, huesos rotos y detalles macabros, pero es mucho más que eso. Es una historia de amor entre dos seres descarrilados. Una historia de amor caótica, violenta y nada convencional, pero una historia de amor. Los protagonistas son un limpiador de escenas de crímenes ocasional y una chica que tiene los sesos de su padre colgando del techo de su casa. ¿Quién no tiende al romanticismo en semejantes circunstancias? El asunto, no podría ser de otra manera, se complica entre golpes, tiros, almendras y secuestros. Me gustaría darle más pistas, pero lo mejor es que, si usted no es una persona demasiado sensible, lea esta extraña novela no ya negra, negrísima.

“- Entonces, ¿Tu madre está en el negocio (del cine)? Mi padre también. Bueno, lo estaba. Era guionista. ¿Qué hace tu madre?…

–  Era actriz porno. Así que los dos tenemos padres que eran putas”

Este diálogo refleja el espíritu de “El arte místico de limpiar los rastros de la muerte”. Puro punk, con frases de dos acordes, personajes límite y situaciones siempre patéticas, la mayoría de las veces jocosas. Aire fresco y sangriento en un thriller tan irónico como macarra.